12 motivos por los que nos volvemos idiotas en los conciertos

¿Por qué aplaudimos cuando el cantante dice el nombre de nuestra ciudad?

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¿Qué nos pasa en los conciertos? ¿Por qué nos convertimos en series alienados como focas de aquapark? El psicólogo social Gustave Le Bon fue el primero que habló de la “despersonalización”: “por el solo hecho de formar parte de una multitud, desciende, pues, el hombre varios escalones en la escala de la civilización”. Es probable que, para llegar a esa conclusión, el estudioso francés bebiera de conceptos creados en el prerromanticismo alemán, como Volkgeist, y también tomara apuntes durante sus viajes tempranos al norte de África, a la India o a Nepal. Pero habría llegado a la misma conclusión con solo acudir a un concierto.

Tom Wolfe, icono del Nuevo Periodismo, en su libro Ponche de ácido lisérgico, describe un concierto de los Beatles: "Los Beatles han hecho que aquella masa humana se convierta en un solo ente, salga de su cerebro individual y sea una sola psique, y poseen un total control sobre ella". Pero no vamos a engañarnos: no hace falta que sean los Beatles para que caigamos en este abandono de nosotros mismos. Nos pasa hasta en las verbenas de pueblo.

1. Sabemos que el concierto empezará tarde, pero seguimos acudiendo puntuales, no vayamos a perdernos el primer concierto de la historia que comienza a su hora.

2. Apuramos hasta el último momento para ir al baño, no vayamos a tener ganas durante el concierto, lo que genera unas colas que nos hacen llegar tarde a la primera canción. Nuestra exagerada puntualidad también se va por el retrete.

3. Buscamos la mayor explanada entre el público como si el tipo más alto de todo el concierto no fuera a ponerse delante de nosotros justo en el último minuto.

4. Nos indignamos como si fuese la primera vez cada vez que una pareja del público intenta llegar hasta la primera fila con el concierto empezado poniendo cara de es-que-mis-amigos-están-ya-ahí.

5. Nos rompemos las manos a aplaudir cuando el cantante dice el nombre de nuestra ciudad (si es que lo dice bien).

6. Celebramos a los cantantes anglófonos que dicen “hola” en castellano como si hubiesen aprendido a hablar alemán en una semana.

7. Vemos el concierto a través de la pantalla de nuestro móvil. Nos habremos perdido la canción en directo, nunca volveremos a ver el vídeo que hemos grabado, pero ganaremos algún like en Facebook.

8. Reímos exageradamente las coñas que sueltan los cantantes angloparlantes para que sepan que somos maestros del listening y que les entendemos a la perfección.

9. También para las canciones en inglés: nos inventamos aquella parte de la letra que desconocemos. En esos instantes, cantamos lo suficientemente alto para que se nos escuche pero lo suficientemente bajo como para que nadie oiga lo que decimos en realidad. #guachugüey

10. Cuando suena el primer acorde de una canción que conocemos lanzamos al aire un gemido dramáticamente orgásmico.

11. Pedimos los bises como si no supiésemos que los habrá.

12. Pedimos los segundos bises como si no hubiésemos aprendido nada del punto anterior.

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