7 horrores (y un secreto placer) de la burocracia

David Graeber ha publicado un libro que explica que vivimos en una época de burocratización total en la que no hacemos más que rellenar impresos y seguir procedimientos

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Una escena de 'El gran salto' (1994), de los hermanos Coen
Una escena de 'El gran salto' (1994), de los hermanos Coen

David Graeber, neoyorquino y profesor en la Universidad de Londres pasó una gran parte de su vida “llevando una existencia bohemia”, según escribe. Comenzó a interesarse por la burocracia cuando tuvo que inscribir a su madre enferma en Medicaid. El pequeño y cotidiano infierno burocrático le hizo preguntarse: “¿Es así como es la vida, en general, de la gente corriente? ¿Todo el día arriba y abajo y sintiéndote como un idiota?”. La respuesta a estas preguntas es su libro La utopía de las normas: de la tecnología, la estupidez y los secretos placeres de la democracia. Y estas son algunas de las ideas que explica el libro.

1. La burocracia está en todas partes

Perdemos cada vez más horas rellenando impresos, tanto online como en papel: "Evaluaciones de rendimiento, grupos focales, encuestas de asignación de tiempo”. Hasta el punto de que Graeber habla de que vivimos en una “burocratización total” y en una “cultura de la auditoría” en la que “nada es real si no puede ser cuantificado, tabulado o introducido en alguna interfaz o informe quincenal”. Incluso hay procedimientos burocráticos en muchos videojuegos: “La acumulación de puntos, las subidas de nivel, etcétera”.

Un ejemplo más es esta nota recogida en The Org, de Tim Sullivan y Ray Fisman: “Apreciado Mohammed -comenzaba una carta que envió la dirección de Al Qaeda al encargado de la filial en El Cairo-. Espero que estés bien. Puede que recuerdes que ten envíamos algo de dinero para comprar un aire acondicionado para la oficina hace un tiempo, para el bienestar de los hermanos. Nos ha llegado la información de que podrías haber usado este dinero para llevar a tu familia de vacaciones. Por supuesto, no creemos que sea cierto, pero necesitamos ver la factura del aire acondicionado. Te puedes imaginar cuáles serían las consecuencias”. Incluso las células terroristas de Al Qaeda se ven obligadas a pasar hojas de gastos.

2. La burocracia es una utopía

Además, es imposible cumplimentar bien todos los formularios. Siempre marcaremos una X en la casilla que no es o nos dejaremos una firma. Esto es porque la burocracia es, también, una utopía: “Fijan exigencias que piensan que son razonables y luego, al descubrir que no lo son (dado que un número significativo de personas siempre será incapaz de realizar lo que se espera) concluyen que el problema no son las exigencias, sino la incapacidad individual de cada ser humano que no está a la altura”.

3. Cada vez trabajamos más

Y la tecnología no ayuda. Al contrario, en lugar de facilitar nuestro trabajo, nos ha dado aún más tareas. En opinión de Graeber, nos estamos convirtiendo en “administradores a tiempo parcial”. No solo en la oficina: contratar viajes o administrar nuestras cuentas corrientes es mucho más fácil que hace años y esto tiene como resultado que somos nosotros quienes perdemos tiempo buscando y contratando vuelos y hoteles. Hemos de aprender a realizar tareas que antes eran propias de “agentes de viajes, brokers y contables”.

4. Y tenemos trabajos absurdos

Lo mismo ocurre en nuestro propio empleo: en lugar de trabajar menos horas gracias a los ordenadores y a internet, trabajamos las mismas (o más), pero en lo que el sociólogo llama trabajos “falsos”, que no tienen sentido aparente, aparte “de calentar la silla (coordinadores de visión estratégica, asesores de recursos humanos, analistas legales, etcétera)". Según Graeber, "incluso quienes ocupan esos puestos están convencidos en secreto, la mitad de las veces, de que no contribuyen en nada a la empresa”.

5. Y aburridos

No es solo que el papeleo sea tedioso, sino que además “se supone que ha de ser aburrido. Y lo está siendo cada vez más”. Y lo compara con los contratos medievales, que “eran a menudo muy bellos, llenos de adornos caligráficos y heráldicos”. Seguían siendo estéticamente agradables en el siglo XIX. Pero se les está quitando gradualmente “todo lo que pudieran tener de ligeramente profundo, o incluso simbólico”. El papeleo está pensado “para ser lo más sencillo y autorreferente posible”.

6. El papeleo es una forma de control

Toda la ficción sobre burócratas (El proceso, El rey pálido, Trampa-22) toma forma de terror o de comedia, siempre con “una velada amenaza de violencia”. Se trata de historias en las que el protagonista está atrapado, sin posibilidad de escapar de un poder cuyas normas no entiende, pero ha de acatar.

Y no hay forma de mantenerse al margen de esta estructura: siempre habrá coches, cuentas corrientes, impuestos, seguros médicos, alquileres... Graeber vivió una historia parecida: entre 2000 y 2003 estuvo trabajando con un grupo activista llamado Red de Acción Directa de Nueva York (DAN), que era “una red descentralizada que operaba bajo principios de democracia directa”. Hasta que alguien regaló a DAN un coche. “Pronto descubrimos que legalmente es imposible, para una red descentralizada, poseer un coche”. Aunque un miembro del grupo se prestó voluntario a ponerlo a su nombre, pronto se vieron con los problemas derivados de impuestos, multas y reparaciones. Al final y en una fiesta, vendieron por 5 dólares el derecho a darle un mazazo al coche.

7. Es imposible escapar de la burocracia

En resumen, todo está rodeado “de una gigantesca regulación gubernamental” de la que no se puede huir. “Las prácticas y requerimientos burocráticos se han vuelto tan ubicuos que apenas podemos verlos, o peor: no nos imaginamos haciendo las mismas cosas de otra manera”.

La burocracia genera además más burocracia: “Si uno crea una estructura burocrática para lidiar con un problema, esa estructura acabará, invariablemente, creando nuevos problemas que parecerá que solo se pueden resolver, a su vez, por medios burocráticos". Es decir, es el problema de “crear un comité para lidiar con el problema de excesos de comités.

8. A muchos les gusta el papeleo

A pesar de todo, la burocracia es una fuente de placer casi secreto para muchos. En apariencia, la burocracia tiene sus ventajas: es impersonal, predecible y trata a casi todo el mundo por igual.

Su eficiencia se ve especialmente idolatrada en Europa gracias al idolatrado servicio postal alemán del siglo XIX, que Graeber opina que muestra paralelismos con internet: una nueva tecnología de comunicaciones que surge del ámbito militar, que se extiende rápidamente, que es adoptado por los radicales (siendo un modelo en los orígenes de la Unión Soviética) y que acaba convirtiéndose en el medio perfecto para la vigilancia gubernamental y para la publicidad no deseada.

La idea de los defensores de la burocracia es que si seguimos las normas, todo saldrá bien. Eso, según recuerda Graeber, sólo ocurre en los juegos: todo el mundo sabe cuáles son las reglas, la gente las sigue “y si las sigues, ¡es posible ganar!”.

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