Por qué deberían preocuparte los cambios en Instagram

Instagram está probando a ofrecer las publicaciones más relevantes primero, a riesgo de perder el factor sorpresa

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Instagram se ha pasado al bando de los algoritmos. Hasta ahora, las fotografías y vídeos de esta red social se veían en orden cronológico, pero la red social está probando con grupos reducidos a ofrecer en primer lugar las publicaciones que en teoría nos interesarán más, teniendo en cuenta qué contenidos nos gustan y nuestra relación con la persona que los publica. Y aclara: “Todas las publicaciones seguirán ahí, pero en otro orden”.

La red ofrecerá la información de modo similar a Facebook, donde no vemos todo lo que se publica, sino lo que el algoritmo de la red considera que queremos ver. Este algoritmo tiene en cuenta si comentamos, si pinchamos en los enlaces y si “nos gustan” los contenidos, entre otros factores y con el objetivo de no abrumar con cientos de publicaciones nuevas cada día. Twitter también anunció recientemente unos cambios similares y comenzó a ofrecer al principio del timeline los tuits que consideraba más relevantes para nosotros.

El problema, claro, es que bastantes publicaciones de Instagram quedarán sepultadas debajo de las que el algoritmo valore como importantes. Muchos usuarios están pidiendo a sus seguidores que activen las notificaciones, con la intención de que nadie se pierda ni una sola de sus fotos, lo que a su vez ha provocado que otros se quejen de la insistencia y del egocentrismo de quienes piden esta activación.

Total, que hay mucha gente enfadada. Y eso que los cambios, de momento, solo están en fase de pruebas.

Turn on #notifications ;) #attiva le #notifiche ;) #activa las #notificaciones ;)

Una foto publicada por Roxyrockstv (@roxyrockstv) el

Vale, ¿y todo esto por qué debería importarme?

Aunque no aspiremos a tener miles de seguidores en Instagram y nos dé igual que nuestros fans se pierdan la foto del penúltimo gintonic o de nuestros pies en la playa, estos algoritmos contribuyen a crear lo que Eli Pariser llama “burbuja de filtros”.

Es decir, las redes sociales están apostando cada vez más por mostrar lo que el algoritmo (más o menos) cree que (más o menos) nos va a gustar. Por eso hay amigos de Facebook a los que vemos cada vez que entramos y otros de los que no hemos visto ni una foto en años.

Y funciona: es muy probable que la vida de ese amigo no nos interese y solo le añadiéramos por compromiso. Pero al final en nuestro timeline no aparecen publicaciones que no sabíamos que nos gustaban y, también, contenidos que no nos gustan, pero que está bien que veamos porque no vamos a estar leyendo siempre los mismos puntos de vista (o viendo las mismas fotos de desayunos perfectos).

Otro peligro es que no conocemos al detalle cómo funcionan los algoritmos, a pesar de que están definiendo nuestra forma de ver el mundo. Los algoritmos se usan también para comprar y vender acciones, en Amazon, en Netflix, en Google, en los ascensores... Con el riesgo, como dice Douglas Rushkoff en Present Shock, "de que sus resultados nos impacten antes de que nos demos cuenta". Por lo general funcionan de maravilla, pero de vez en cuando la bolsa pierde 1.000 puntos en 20 minutos.

Tampoco podemos modificarlos ni omitirlos. No podemos pedirle a Facebook, por ejemplo, que nos muestre todas las publicaciones en orden cronológico simplemente porque nos apetece o que un día a la semana nos proponga actualizaciones de gente con la que no interactuamos jamás. Tenemos que hacer trampa y, por ejemplo, activar las notificaciones de las cuentas que queremos seguir en Instagram.

Al final y según Pariser, vivimos aislados en una burbuja en la que todo el mundo piensa lo mismo que nosotros, lee los mismos libros y va a los mismos bares. Y perdemos una de las principales ventajas de las redes sociales: encontrarnos con gente diferente que nos aporta ideas que ni siquiera sospechábamos que existían.

“La búsqueda de la relevancia perfecta y el tipo de azar que promueve la creatividad se mueven en direcciones opuestas”, escribe Pariser en su libro. A veces no es suficiente que los contenidos sean relevantes para nosotros, por muy familiares y cómodos que nos resulten. Es necesario encontrar contenidos que nos molesten, que nos estimulen y que nos preocupen. Hasta ahora, las redes sociales eran útiles para esto. Cada vez lo son menos.

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