Acabo de llegar al Parque de los Venados en el centro-sur de la Ciudad de México. La tarde es soleada y mucha gente está paseando relajada. Casi inmediatamente mi atención es captada por un grupo de mujeres y hombres agachados que forman un círculo. Me acerco curiosa y en el suelo, delante de mis ojos, se delinea la figura de un águila grande creada con rosas, plátanos, maíz y hojas verdes.
Ellos son los danzantes del Kalpulli Teokalli Tonameztli Atoya que en este día, 13 de agosto, recuerdan la masacre del pueblo mexica a manos de los españoles ocurrida hace 495 años. Para ellos, este es el día en el que se da la rendición final de Tenochtitlan, capital y corazón del imperio Mexica, que marcó la historia de la moderna nación de México.
El jefe del grupo, Nahui Ocelotl Cuautli, se acerca con una sonrisa y empieza a explicarme lo que pasó en esa fecha. Sí, Tenochtitlan cayó, pero nació un nuevo pueblo, una mezcla de tradiciones, un pueblo fuerte, el de los mexicanos. El tono de su voz me confirma su convicción de que la raíz de su pueblo es fuerte y que un día volverá a tomar el lugar que le corresponde y que retomará su idioma (el náhuatl), y fortalecerá su cultura y su belleza.
Poco a poco me acerco al grupo. Hablo con las mujeres, les pregunto sobre sus atuendos e intento comprender el significado de los objetos que traen con ellas. Indumentarias que emulan la piel del jaguar, cintas rojas en la frente, enormes penachos con largas plumas, tobilleras hechas de conchas a las que llaman ayayotes. Estoy anonadada. Todos son muy amables y me lo explican sin dudar.
De repente una mujer se avecina con un pincel y me pinta la cara con líneas. En este momento me siento aceptada. El tambor, que ahora sé que se llama huéhuetl, resuena en el aire impregnado de olor a copal. La ceremonia va a empezar.
Se forma un círculo alrededor del águila y yo me dejo llevar. Sigo sus cantos, sus palabras e intento bailar sus coreografías. Recibo a la sacerdotisa que me envuelve con un incienso denso y perfumado. Una niña toma la palabra: es una pequeña princesa de mirada fuerte y palabras sabias. La ceremonia es un continuo fluir de cantos, oratorias y danzas mixtas.
El chamán me invita a ponerme en el centro del águila y me anuncia que me purificará mediante los cuatros elementos fuego, agua, viento y tierra. Me pide cerrar los ojos y abrir mis manos. Confío en él mientras siento calor en el centro de mi palma, abro los ojos y veo una brasa que me está quemando. No me preocupo y sigo el ritual. Cuando llega el elemento agua, percibo cómo mi cara y mi cuerpo se alivian al sentir las gotas de agua fresca rociando todo mi ser.
Pocos minutos después, se acerca un hombre con un gran abanico de plumas. Es el elemento viento que me abanica mientras decenas de pétalos de rosa me envuelven y me provocan una inusual sensación de placer.
Después de más de dos horas de ceremonia, todos mis sentidos están más agudos y sensibles. Me siento ligera, mis percepciones han cambiado. Nahui Ocelotl se acerca para llevar a cabo el último ritual, el de la tierra. Sus manos sujetan una rosa, suavemente agarra mi dedo y le clava en el centro una espina de la flor. Una gota de sangre sale, Nahui la deja caer en un brasero y después me ofrece un pétalo de rosa para sanar la herida.
Estoy muy emocionada y siento la energía fluir dentro de mí. Sé que lo que estoy recibiendo es una energía potente y sanadora. La ceremonia termina y todos agradecen mi presencia. En realidad soy yo la que tiene que reconocer la generosidad de todos, pues me han abierto sus corazones y me han permitido saborear la esencia de su pueblo.
¿Quién es Meteora?
Meteora llegó a Ciudad de México desde Barcelona hace seis meses. Es italiana y medio española. Primero la vimos comer picante hasta las lágrimas en este vídeo. En esta serie, descubrirá (y probará) algunas de las tradiciones más mexicanas para contarnos lo que siente, en primera persona. Puedes ver todos sus videos de su serie aquí. También puedes seguir a Meteora en Facebook.
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