7 ocasiones en las que nos pasamos de lanza con Santa Claus

Enviarle cartas en un globo o espiarlo en la noche solo dificutaban su chamba aún más

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A veces le dimos tantos dolores de cabeza como lo hizo Jack Skellington en 'A Nightmare before Christmas'
A veces le dimos tantos dolores de cabeza como lo hizo Jack Skellington en 'A Nightmare before Christmas'

El 24 de diciembre millones de niños se van a la cama ansiosos por la misteriosa llegada de Santa Claus, también conocido como Papá Noel o San Nicolás principalmente. La única evidencia de su visita a nuestras casas (y la más importante) era la gama de juguetes de dejaba bajo el árbol navideño. El trato era muy simple: debías escribir una carta con tus peticiones y si te habías portado bien ese año, tus deseos se harían realidad. Pero los niños suelen complicarle la vida a los adultos solo porque pueden, incluida la de Santa Claus. Estas son algunas de las cosas que el equipo de Verne México (y seguro muchos de ustedes) le hizo al barbudo bonachón que le borraron su singular sonrisa.

1. Enviar tu carta en un globo o por correo al Polo Norte. La tradición dicta que tu carta a Santa Claus debe ser colocada cerca del árbol de Navidad. Ahí es donde él la consulta. A veces la ansiedad nos dominaba y preferíamos amarrarla a un globo con helio y dejarlo volar por los aires porque creíamos que así llegaría más rápido a él, al fin y al cabo siempre está viajando en un trineo aéreo. Otra opción que creíamos muy efectiva era enviársela por correo al Polo Norte, pero como no sabíamos el código postal, simplemente escribíamos Casa de Santa y la echábamos al buzón. Ninguna de las dos realmente garantizaba un envío muy eficiente.

2. Negociar la cantidad o calidad de los regalos basado en tu futuro comportamiento. Algunas personas están destinadas a ser corredores de bolsa o políticos desde la infancia. Esto se nota cuando estos niños saben que no se han portado muy bien, pero aun así no se resignan a quedarse sin juguetes ese año. Por esa razón le prometen a Santa Claus portarse el doble de bien el próximo año si se muestra generoso con los regalos. Este trato rara vez se cumplía. No hay tal cosa como el buen comportamiento a seis meses sin intereses.

3. Pedir juguetes que solo se venden en Japón. Sí, vivimos en un mundo globalizado, pero eso no quiere decir que todos los productos del mundo se importan, incluso los juguetes. Desgraciadamente Santa Claus no podía explicarnos esa situación antes del 25 y le pedíamos toda la colección de figuras de Mazinger Z o una Hello Kitty gigante de peluche que vimos en algún programa del NHK. Nuestra lógica era la siguiente: si Santa Claus le da regalos a todos los niños del mundo, forzosamente pasará por Japón. Nada le cuesta darse una vuelta por alguna juguetería en Tokio.

4. Seguir escribiéndole cartas cuando claramente ya has entrado a la pubertad. Tu infancia terminó cuando cumpliste 13 años, pero esa edad tal vez no te sentías listo para crecer. Como el país de Nunca Jamás no existe (spoiler) tu única forma de aferrarte era a través de este ritual navideño. El UNICEF estima que cada segundo nacen cuatro bebés en el mundo. Imagina cuántas cartas debe leer al año Santa Claus y tú pidiendo juguetes en la secundaria.

5. Espiarlo durante la noche del 24. La regla número uno de la Navidad es: respeta la magia. Los niños escépticos nunca la entendieron y en lugar de pasar la noche en sus camas, se convertían en agentes de la CIA con la única misión de revelar la identidad de Santa Claus o por lo menos tomar unas buenas fotografías para mostrarlas a Jaime Maussan. Esta jugada tipo Homeland es lo que más le irrita a Santa Claus, eso y que ciertos gobernadores intenten revelar sus secretos.

6. Dejarle un montón de galletas que a nadie le gustan. En algunos hogares se acostumbra dejarle algún bocadillo a Santa Claus cerca del árbol para que recobre fuerzas por su largo viaje. Las galletas son las preferidas por muchos, aunque nadie le ha preguntado a Santa Claus si no preferiría una torta de pavo o un caballito de tequila. El buen servicio de cáterin no era nuestro fuerte cuando éramos pequeños y solíamos dejar el detalle de las galletas al último cuando todas las tiendas ya estaban cerradas. Entonces recurríamos a esos polvorones de naranja que alguien había comprado dos meses atrás y que olvidó tirar a la basura. A Santa seguro le encantó aquel gesto.

7. Quejarte de lo que te dejó en el árbol. “No siempre puedes obtener lo que quieres”. Esa frase es más que verso de los Rolling Stones, es una verdad universal. Pero eso es difícil de entender cuando eres un niño. No es fácil fingir alegría cuando Santa Claus te da un Tiger portátil cuando habías pedido un Game Boy, o una muñeca de Sanborns en lugar de una Cabbage Patch. Los llantos y los berrinches no tardaron en llegar. Tal vez Santa Claus no estaba físicamente presente durante tu rabieta, pero acuérdate que él se entera de todo y que como todo ser humano en el mundo, a él también le afecta la inflación.

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