Lo que aprendieron dos veinteañeros escuchando historias de amor (y desamor) de desconocidos

'Las historias de desamor son las que prevalecen'

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La historia de Hannah y Adam podría encontrar sitio en 'De tu corazón a mi libro'
La historia de Hannah y Adam podría encontrar sitio en 'De tu corazón a mi libro'. HBO

- Cuéntanos tu historia de amor. O de desamor.

La mayoría hemos tenido esta conversación con amigos íntimos. Pero no es la típica pregunta que lanzamos al primer desconocido que pasa. Dos veinteañeros gallegos, que conservan la cada vez menos habitual virtud de ser aficionados a escuchar cuando los demás hablan, han probado a hacerlo con personas de todas las edades. 

De tu corazón a mi libro recoge testimonios de la ruta por distintas localidades de Galicia de Pablo Piñeiro y Hugo Sanmartín, que consiguieron más de 3.000 euros en una web de micromecenazgo para llevarlo a cabo. Habilitaron espacios en centros comerciales para charlar ("escucho historias de amor gratis"), fueron a casas particulares y en geriátricos que les invitaron a preguntar a sus mayores por las historias que habían marcado sus vidas. Al conocer su periplo, que tuvo eco en redes y en medios locales, incluso hubo quien les citó en peluquerías y playas deseando aportar su testimonio.

Una de las imágenes del vídeo del crowdfunding en Verkami

“Es mágico e imposible de expresar lo especial que te sientes cuando alguien que no conoces de nada se sienta frente a ti y empieza a exteriorizar una de las cosas más valiosas que tiene en su vida, como es una historia de amor”, cuenta Piñeiro a Verne. Y explica que durante el proceso de escuchar las historias de cientos de personas desconocidas, se ha dado cuenta de que el lenguaje no verbal transmite paso a paso lo que le ha pasado a la gente en sus relaciones.

Se acercaron sobre todo mujeres. Sólo cinco hombres se sentaron a contarles su historia, casi todos acompañados de sus actuales novias. Uno de ellos, recuerda, se presentó “roto” por un desengaño infantil a los diez años.  "Las parejas que se acercaron siempre se miraban cómplices y nos contaban su historia de amor donde todo era feliz y maravilloso, ningún hombre se atrevió a hablar de desamor. En cambio, las mujeres mostraron valentía y se abrieron a pecho descubierto, incluso algunas que fueron maltratadas o abusadas sexualmente”, añade.

“La bofetada más grande que nos pegaron en el proyecto fue cuando vino Brais, de 10 años, a contarnos su historia de desamor. Muy entero, me comentó que le ridiculizó la chica que le gustaba delante de todo el colegio, que lo pasó fatal y fue horrible, pero el campeón ya lo había superado”, cuenta Piñeiro entre risas. Ambos autores aseguran que durante su experimento evidenciaron que perviven clichés sexistas, como el de “los chicos no lloran”.

“Mucha gente pensaba que le íbamos a vender un seguro, otros pasaban de largo, algunos cogían una piruleta y se iban… Nos costó, pero hubo gente que nos dejó explicarle el proyecto y subió a contarnos su historia”, explica Sanmartín. El joven afirma que la mayoría de la gente que se sentó frente a ellos siempre esperaba una opinión al final del relato de su historia y a muchos se les notaba “que necesitaban ser escuchados”. “Saber escuchar y comprender a las personas, en este caso desconocidas, es el aprendizaje más importante que saqué de esta aventura”, reconoce.

Para Sanmartín,  el momento más especial fue cuando una chica mexicana que vivía en Lugo les cantó en el medio de un centro comercial la canción que había compuesto para el que consideraba su amor platónico. “Según nos contó no había forma de que acabaran consolidando la relación, pero cuando cantó, todo el centro comercial se puso en pie y nos quedamos con los pelos de punta”, dice.

Como pudieron comprobar, no todas las historias eran felices y para enmarcar, sino que muchas trataban sobre amores imposibles o desengaños. “Las historias de desamor son las que prevalecen al fin y al cabo, siempre son las más habituales en la vida de una persona hasta que finalmente encuentra la estabilidad”, añade Sanmartín.

Por ejemplo, titulada Con o sin agorafobia, te amo. Una historia anónima en la que el protagonista tiene temor a los espacios abiertos, lo que le impide recorrer largas distancias porque la única zona en la que se siente segura es su casa. Cuando todo iba bien con su pareja, sufrió una crisis de su enfermedad, y volvió con su exnovia, persona que le había aportado seguridad durante más de diez años. Actualmente la primera chica y el chico protagonista mantienen caminos separados pero ambos confiesan estar enamorados, a pesar de que él, aunque solo sea físicamente, no pueda despegarse de su pasado.

En Tailandia recogen el testimonio de un gallego que viajó al país asiático en busca de nuevas metas laborales y conoció a una joven que se prostituía y estaba controlada por una red de proxenetas; la ayudó a salir de ese ambiente y, tras años sin contacto con ella, reapareció, pero no sola. Hay muchas historias personales, dicen, que serían buenas novelas.

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