Irene Montero no es “la novia de” nadie

Estos comentarios y estereotipos ponen en duda el valor de las mujeres y casi nunca se aplican a los hombres

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Irene Montero durante el debate de la moción de censura
Irene Montero durante el debate de la moción de censura.

Rafael Hernando, portavoz del PP en el Congreso, provocó unos de los momentos más tensos del debate de la moción de censura cuando hizo una alusión a la relación entre Pablo Iglesias e Irene Montero.

“Hay quien dice que (ayer en el debate) estuvo mejor la señora Montero que usted, pero no diré yo esto porque si no, no sé qué voy a provocar en esa relación"

La intervención fue criticada y calificada de machista. Hernando lo ha negado en una entrevista en Antena 3, recogida por Europa Press: "Nadie puede decir que soy machista en absoluto".

Hernando no estuvo solo. La diputada del PP Ana Vázquez tuiteó varios mensajes en las que hablaba de la novia y de los novios. Los borró más tarde.

¿Es machista hablar de “la novia de”?

“Las mujeres a menudo son retratadas de manera vicaria", afirma Juana Gallego, directora del Observatorio de la Igualdad de la Universidad Autónoma de Barcelona y coordinadora del máster de Género y Comunicación del mismo centro. "Se las nombra en función de un hombre. Por mucho que tengan méritos propios siempre son la mujer de o la novia de”.

Es más, añade, a veces incluso se buscan equivalentes en esferas masculinas. Por ejemplo, la futbolista Bárbara Latorre es “la Messi del fútbol femenino”.Y Simone Biles tuvo que negar que fuera "la próxima Bolt o Phelps. Soy la primera Simone Biles".

Es decir, a las mujeres “se les niega la autoridad y la legitimidad como sujetos autónomos” y se las trata como si estuvieran en “una minoría de edad permanente”, explica Gallego.

Marisa Soleto, directora de la Fundación Mujeres apunta que "las mujeres casi tienen que pedir perdón por tener una carrera política en lugar de dedicarse a la familia. Eso es lo que insinúa Hernando, cuando dice que si Montero trabaja muy bien, la relación se puede resentir”.

La razón de su ascenso

Siempre se pone en duda a las mujeres, añade Soleto: “Se insinúa que la relación afectiva o sexual es uno de los elementos que explica la carrera profesional de las mujeres, tanto en política como en el terreno laboral”. Con estos comentarios sexistas se les niega todo mérito y se erosiona la confianza en ellas.

“Se da por supuesto que la vía natural para que las mujeres lleguen a un cargo político es la conquista de un hombre”, añade Gallego. Por tanto, en prensa a menudo se hace referencia a “sus encantos físicos, eróticos y seductores, pero no a su valía”. Y pone como ejemplo la portada de la revista Tiempo, protagonizada por Irene Montero: “Cómo conquistó a Pablo Iglesias”, se lee en el subtítulo, que también la compara con Yoko Ono.

¿El marido de?

Muy pocas veces hablamos de un hombre como del maridos de o la pareja de. Y cuando ocurre, como en el caso del “marido de Cospedal”, se trata siempre de excepciones. “En estos casos nunca se infiere que todos los hombres son así, cosa que ocurre en el caso de las mujeres”, dice Soleto.

De hecho, a menudo se usa esta fórmula como recurso satírico para poner de relieve el sexismo habitual. Un ejemplo: Business Woman Media tituló "Amal Alamuddin, abogada aclamada internacionalmente, se casa con un actor" para hablar de lo que para el resto de la prensa fue la boda de George Clooney.

La abogada Amal Alamuddin, acompañada de su marido, en el Festival de Cannes de 2016. Samir Hussein / Getty Images

Es más, Soleto recuerda que “para los hombres las relaciones afectivas suelen ser un valor, también en política”. Igual que los hijos: que un hombre tenga hijos se considera un factor positivo porque se asume que así será más responsable, mientras que se ve como una desventaja en el caso de las mujeres porque se espera que ellas se hagan cargo de su cuidado.

Responder con estereotipos

Soleto apunta que “hay muchos motivos para cuestionar la competencia de hombres y mujeres sin incurrir en estereotipos sexistas”, que es “es el recurso fácil”. Con un chascarrillo todo el mundo entiende lo que se está insinuando. En cambio, es más difícil cuestionar con datos la competencia de cualquier persona.

Soleto destaca que además las disculpas que se ofrecen en estos casos no suelen ser las adecuadas. Hernando ha asegurado que no es machista, una respuesta que, en opinión de Soleto “eleva a categoría de normalidad un comentario que es un obstáculo a la participación de las mujeres”. Es decir, si su comentario no es machista, no tiene nada de malo.

En opinión de Soleto, esta actitud es especialmente grave si tenemos en cuenta que "estos gestos ponen en duda el valor de la paridad, que es un elemento básico de representación”.

¿Rafael Hernando forma parte de la cuota masculina?

“De las mujeres siempre se sospecha que no valemos”, afirma Gallego. Las mujeres, explica, se ven obligadas a demostrar que no forman parte de una cuota, situación en la que no se ven los hombres. Incluso a Angela Merkel se la llamaba en sus inicios “la chica de Kohl”. Se la veía como una persona que estaba en su posición para cubrir cuotas: no solo era mujer, sino que también procedía de Alemania del Este.

Por ejemplo, si en un gobierno hay cinco ministros y cinco ministras, la sospecha recae sobre ellas. Los hombres nunca se ven obligados a justificar que son las cinco personas más preparadas para el puesto ni se dice de ellos que solo están ahí porque algún hombre tendrá que haber. “¿Nos preguntamos si están suficientemente preparados todos los hombres políticos? No, se da por supuesto. Tienen derecho a la mediocridad”. En cambio, “las mujeres siempre tienen que ser excepcionales”.

Y Ana Botella, ¿qué?

Algunos medios conservadores han sacado a relucir que Pablo Iglesias dijo en 2014 que Ana Botella era “esposa de, nombrada por, sin preparación…”. Lo cual no excusa a Hernando, sino que muestra que el sexismo no es exclusivo de este político y de su partido: “Se da en casi todas las filas”, apunta Soleto.

“Es un prejuicio compartido”, añade Gallego, que recuerda que esto es una muestra de lo que habitualmente se entiende por patriarcado, es decir, el sistema de relaciones sociales en el que se da por supuesto el dominio del hombre heterosexual, provocando discriminaciones que muchas veces pasan inadvertidas o se asumen como normales. Aunque no lo sean.

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