A algunos habitantes de la localidad estadounidense de Wasco estos días se han olvidado de las amenazas del ébola y el Estado Islámico. Lo que les tiene de verdad aterrorizados es una cuenta de Instagram. En ella aparece un payaso posando por las noches en las calles de su ciudad. Nada más hacerse eco del caso los medios, a este payaso le han salido imitadores en varias ciudades de California. Algunos ya han bautizado el fenómeno como clownpocalpyse.
No hay ninguna ley que prohiba hacerse fotos nocturnas disfrazado pero la policía de Bakersfied, una de las ciudades en las que ha aparecido uno de estos payasos nocturnos, ya ha advertido que va a arrestar a todos a los que se les ocurra salir con una nariz roja a la calle.
Para que todo esto parezca aún más a un cruce entre una película de los Cohen y una de David Lynch un medio local ha informado que detrás del payaso de Waco hay una pareja que está realizando un proyecto fotográfico. El hecho de que hayan pedido mantener el anonimato y que no publiquen una foto en su cuenta desde hace cuatro días probablemente se deba al temor a la reacción de una jauría humana.
No es la primera vez que se da el caso de que un payaso siembra el pánico. El año pasado en la ciudad inglesa de Northampton también se dio un caso similar al de Wasco. Entonces se descubrió que el payaso que aparecía en las calles con una actitud bastante inquietante había sido una gamberrada de un par de universitarios con ganas de juerga. En Argentina también se han producido avistamientos recientemente.
El miedo a los payasos está diagnosticado y tiene un nombre: coulrofobia. Este tipo de fobia puede desencadenar auténticos ataques de pánico a quienes la padecen. Basta con ver este vídeo en el que una mujer es tratada por un psicólogo para superar ese miedo para ver hasta dónde puede llegar este temor.
¿Cómo ha terminado una figura cómica convirtiéndose en un icono del terror? Seguramente una de las cosas que más inquietud produce de un payaso es la deshumanización. Quizás por ello Velázquez reivindicaba la humanidad de los bufones de la corte de Felipe IV al retratarlos con la misma solemnidad que a los monarcas.
Pero ha sido en las últimas décadas cuando la figura del payaso ha pasado de carácter cómico a personaje bastante inquietante. La culpa de todo esto la tiene la avalancha de películas, vídeos virales, cómics, novelas y obras de arte que explotan nuestra coulrofobia.
Ya en el primer cómic que se editó en Batman en 1941 aparecía el Joker. Este payaso psicópata ha logrado fascinar a los guionistas de los comics y el cine más que el propio Batman. En La broma asesina el guionista Alan Moore exprimió al máximo a este tortuoso personaje. Algo que también sucedía en una de las mejores películas de superhéroes de la historia, El caballero oscuro, en la que el payaso eclipsaba completamente al hombre murciélago.
It, la novela que Stephen King escribió en 1986, logró que algunos no hayan podido volver a pisar un circo, pues la presencia maligna de esta obra de terror adopta con frecuencia la forma de un payaso. Paradójicamente, con el paso de los años la adaptación al cine ha terminado provocando más risa que miedo.
El juguete con aspecto de Káiser en miniatura con la cara pintada como un payaso de Blade Runner demuestra lo cerca que puede estar la ternura de lo siniestro. Memorable la escena en la que J.F. Sebastian, su creador, se lo presenta a la replicante Daryl Hannah.
En la instalación La tortura del payaso podemos ver un vídeo en el que un personaje disfrazado como tal emite ruidos que es difícil saber si son lloros o carcajadas. Está claro que el artista Bruce Nauman pretendía con esta obra sobre todo torturar al espectador.
Y, por supuesto, en internet. Ronald McDonald ha protagonizado un número ilimitado de memes en internet, algunos de ellos verdaderamente siniestros. El más conocido probablemente sea el de Ronald levantándose de un McDonald's de México en plena noche. Aunque tampoco se quedan atrás aquellos en los que podemos ver el terrorífico aspecto que tenían las primeras versiones de esta mascota.