12 señales que indican que creciste en el extrarradio

El extrarradio es un concepto geográfico pero, también, un estado de ánimo. Al fin y al cabo, a no ser que vivas en el kilómetro cero, todos somos un poco de extrarradio: los hay que son de los barrios periféricos, de las ciudades periféricas o de las provincias periféricas. Incluso los españoles somos de la periferia de Europa.

Y ser de la periferia no es lo mismo que ser del CENTRO. Es algo que te marca, sobre todo, durante los años de la adolescencia, cuando descubres que hay algo más allá de tu barrio, un mundo lleno de posibilidades pero que para alcanzarlo -y ahí viene el drama- tienes que convertirte en un esclavo de los horarios de metro, cercanías y autobuses nocturnos.

El centro, la ciudad, la capital. Da igual si el tuyo era Madrid, Barcelona o Málaga. Los que han crecido en el extrarradio se distinguen porque han protagonizado todas y cada una de estas situaciones durante su adolescencia y su primera juventud

Los ensanches, el paseo marítimo de la periferia. EFE

1. Creciste yendo al centro solo un par de veces al año. En esos momentos aún no intuías que eso era centro, sino un lugar muy lejano al que ibas en Navidad para ver las luces, la decoración y Cortylandia. Si tenías suerte, te compraban una hamburguesa en un McDonalds, un lugar que tardó más tiempo en llegar a la periferia pero que, cuando llegaron, te sirvieron para pasar tardes enteras allí después de haber pedido solo un Big Mac.

2. No fuiste consciente de tu condición de periférico hasta que tenías al menos 10 años. Pudo ser durante una clase de geografía o cuándo preguntaste que por qué la Vuelta Ciclista no pasaba por tu ciudad. Pero es lo más parecido a la pérdida de la inocencia que recuerdas.

3. Ese descubrimiento te dejó un ligero complejo de inferioridad que se manifiesta cuando hablas con los habitantes del centro-centro. Para superarlo, decidiste mentir y decir que eres de la gran ciudad, aunque a veces remates "bueno, de aquí, de aquí no. Realmente soy de..."

4. Un centro comercial SÍ es un plan de salir. Fin de la discusión.

5. No lo niegues: has pasado más de un viernes en los recreativos. Y más de un sábado en la nave de un polígono industrial que alguien se empeñó en llamar discoteca. Seguro que se llamaba algo como Krisis, Vértigo o Kaos.

6. El día en el que el último amigo de tu pandilla cumplió 18 años os lanzásteis a la capital dispuestos a entrar a la discoteca mítica - cada ciudad tiene la suya - para celebrar que ya os podían pedir el DNI sin miedo a que os pillaran. 

7. Inexplicablemente, en algún momento de tu adolescencia has usado alguna de estas cosas: raya de ojos blanca, camisa Lonsdale, botas altas blancas o cazadora bomber con el forro naranja. Esperamos, sinceramente, que no fueran todas a la vez.

8. Durante esa época de tu vida, perder el autobús nocturno que te devolvía a tu casa era tu peor pesadilla. Sobre todo después de aquella noche que tuviste que esperar 50 minutos a las 4.00 de la madrugada con riesgo de congelación. Por eso tienes tatuado en la piel el horario de los búhos.

9. Como aprendiste que no siempre llegas al bus nocturno, has salido de casa más de un viernes con un completo kit de supervivencia en el bolso: cepillo de dientes, desodorante, ropa interior de recambio y un poco de colonia. Tus amigos, los que sí que vivían en el centro, te han acogido en su sofá muchas noches.

10. Con el paso del tiempo has desarrollado una especie de orgullo de extrarradio. Tienes una absurda rivalidad con los barrios/poblaciones vecinos por saber cuál tiene más habitantes - aunque os separen 200 -, por decidir quién ostenta el título de “capital del sur” (o del norte, o del oeste) y, sobre todo, por saber quién tiene los mejores chiringuitos y fuegos artificiales en las fiestas patronales. En el fondo sabes que os parecéis mucho, pero es algo que nunca aceptarás en voz alta.

11. La frase “pues yo tengo un primo que vive allí y no está mal, hay un parque muy bonito” es de las peores cosas que alguien puede decirte junto a cualquier alusión a la cantidad de rotondas que hay. Aunque, sin duda, la peor es “una vez estuve allí. Fui a Ikea”.

12. Cuando te mudaste, te fuiste a vivir al centro del centro del centro. Y te empeñaste en ir a todos los sitios andando, aunque las distancias fueran de kilómetros y eso supusiera llegar tarde tu destino más de una y de dos veces.