La intención es lo que cuenta, vale, pero al menos que se entienda. “Para que y porque mi amor por mi por ti lo siento”. Este mensaje de amor escrito sobre un muro de Quito (Ecuador) no se entendía nada. “Las paredes de nuestro barrio [La Floreta] están llenas de grafitis con faltas de ortografía. Veíamos los errores, los fotografiábamos y nos echábamos unas risas. Pero un día decidimos actuar y nos dijimos: ‘¿Qué carajo habrá querido decir este loco a su novia? Mira, te vamos a hacer un favor”, cuenta por teléfono uno los defensores de esta iniciativa. Y así nació Acción Ortográfica de Quito, un proyecto que acaba de dar el salto a Madrid dispuesto a intervenir quirúrgicamente –armados con pintura- las calles de la capital.
La brigada ecuatoriana de la Real Academia Española (RAE) está formada por tres amigos que tienen “entre 30 y 35 años”. Nos concedieron una única entrevista telefónica con la condición de no desvelar sus nombres. No por hacerse los interesantes, sino porque la ley ecuatoriana sanciona con penas de cárcel a quien pinte grafitis en la calle. “Sin embargo, pensándolo bien, acabar entre rejas es lo mejor que nos podría pasar. Igual así la gente se movilizaría y se preocuparía más por la escritura”.
Los tres trabajan. Uno es abogado ambientalista y los otros son diseñadores gráficos. Su método de actuación es simple: Cervezas. Observación. Corrección. Y foto. “Esto empezó como un chiste, como una burla, porque el grafiti es vandalismo y que alguien venga a poner orden a esta anarquía es medio irónico”. El primer chorretón de aerosol rojo sobre cemento ocurrió una madrugada del pasado noviembre. Y ya suman “unos quince”. El muro de la casa de Susana Puentes, de 75 años, fue su primera víctima. Esta señora contó al diario El Comercio de Ecuador que su pared siempre había sido grafiteada y que cuando apareció aquella primera frase con faltas de ortografía se molestó. Días después, actuó la brigada de la RAE y Puentes se dijo: “Lo voy a dejar. Me parece simpático, no sabía que estaban haciendo eso”. Y ahí sigue.
El gobierno de Ecuador ha elaborado una campaña de captación turística con el nombre del país en minúscula: “All you need is ecuador”. Y obviamente la cuadrilla ya se ha puesto manos a la obra para intervenir en este asunto de estado. Aunque sin adelantar cómo: “Lo verán en breve. Se han gastado miles de dólares en esto. Hemos llegado a un punto en el que se cuestiona el poner tildes, puntos, comas y mayúsculas. ¡Pues se ponen!”
Los muros virtuales de Facebook han hecho que este pequeño batallón de la RAE aterrice en España. “Nosotros ya lo hacíamos por nuestra cuenta y después de Navidades nos organizamos como Acción Ortográfica de Madrid”, cuenta por teléfono uno de sus representantes. La cuadrilla ecuatoriana y la madrileña todavía no se han puesto las caras. Según ha podido saber Verne, existe un interés por ambas partes en conocerse. De hecho, no se descarta realizar un Skype en cualquier momento.
El regimiento de la RAE en la capital de España lo forman tres hombres de “entre 37 y 47 años”. Al igual que sus colegas del otro lado del charco, prefieren guardar su nombre bajo llave. Dos de ellos tienen vinculación con la lengua: uno estudió Traducción e Interpretación y otro Filología Hispánica.
“Nosotros no tenemos un horario de actuación fija. De día o de noche, aunque la gente se nos quede mirando”. El barrio de Las Letras es un exponente de lo que está pasando con la ortografía, según asegura el portavoz. El Ayuntamiento de Madrid decidió incrustar en el suelo poemas del siglo de oro español con letras en bronce. Y con faltas. La brigada intervino con bisturí rojo y “en cualquier momento” comenzará a pegar adhesivos con su sello para dejar bien claro que sí, que son ellos. Por su parte, la ley madrileña dice que pintar grafitis está penado con multas de hasta 6.000 euros; salvo aquellos lugares que el Ayuntamiento ceda para su uso como algunos establecimientos del barrio de Malasaña.
Ahora, como si de un plan de actuación se tratara, Acción Ortográfica de Madrid quiere reclutar a más ciudadanos para su causa. “Estamos abiertos a todo el mundo. Nosotros queremos hacer lo que hizo Pablo Zulaica en México”.
Zulaica, de 33 años, trabaja desde hace 8 años en México DF. Allí observó que numerosas instituciones, tanto públicas como privadas, cometían errores de ortográficos con su publicidad y decidió intervenir creando la campaña Acentos Perdidos. “Desde entonces siempre llevo un rotulador encima”, subraya a través de su correo electrónico. Tanto Pablo Zulaica como las dos brigadas comparten la decadencia que vive actualmente la escritura fruto, quizá, de la rapidez de los tiempos que corren y de la falta de lectura.
Cuando Verne se puso en contacto con la brigada ecuatoriana esta fue su primera respuesta a través de su perfil de Facebook: “Nos hemos enterado con agrado de su interés por realizar una nota sobre nuestro compromiso por promover un uso correcto del lenguaje. Estamos a su disposición. PD: Recuerda que todas sus frases deben terminar con un signo de puntuación [emoticono de cara sonriente guiñando el ojo derecho]. Firmado: Acción Ortográfica de Quito”.
No se les escapa ni una [emoticono de cara sonriente guiñando el ojo derecho].