El estreno de una nueva versión de Poltergeist esta semana en cines nos hace recordar otro de los motivos por los que fue popular aquella mítica película de casas encantadas producida por Steven Spielberg en los ochenta. La muerte de Heather O'Rourke, la angelical niña protagonista, inmediatamente después del rodaje de la tercera entrega, desató todo tipo de especulaciones acerca de la posibilidad de que la saga estuviera maldita. Un rumor muy jugoso a nivel publicitario, pero que quizás conlleve más morbo que otra cosa. Porque ¿qué hay de cierto en las grandes producciones gafadas de Hollywood?
Poltergeist
La película: No sabemos por qué (bueno, sí lo sabemos: lo explica muy bien Stephen King en su imprescindible libro Danza macabra), pero a finales de los setenta y principios de los ochenta se pusieron de moda las películas de casas encantadas. Amityville y Poltergeist fueron las más populares: en esta, unos espíritus cabreados atacan a una apacible familia a través de electrodomésticos como la televisión.
Los ectoplasmas: Aunque mucha gente cree que todos los actores que participaron en Poltergeist están muertos, la cosa no va exactamente así: en realidad, solo cuatro de los actores de la trilogía murieron en los seis años que sucedieron al estreno de la película original. La más famosa de ellas es la niña Heather O'Rourke, que llegó a participar en dos secuelas y murió justo después del estreno de Poltergeist III, desatando los primeros rumores sobre la maldición, porque por qué no. Murió de una gripe agravada con complicaciones en la mesa de operaciones que la llevaron a un paro cardiaco. Poco después falleció uno de los actores secundarios más recordados de la trilogía, el veterano Julian Beck, de cáncer y con sesenta años. Más tarde, el nativo americano Will Sampson, también por complicaciones tras un transplante de riñón. Casualmente, Sampson había realizado un exorcismo para librar de todo tipo de malos augurios al rodaje de la segunda parte, donde él aparecia. Y finalmente, suponiendo que esto redondeara algo, Dominique Dunne, que interpretaba a la hermana mayor de Heather O'Rourke en la primera película: fue estrangulada por su novio. Saliendo de los muy poco estrictos límites de la maldición, en 2009 fue asesinado Lou Perryman, uno de los actores más veteranos de la primera entrega. Para reforzar la teoría conspiratoria espiritista se dijo que la primera película estaba maldita porque se habían usado restos humanos reales en el rodaje.
Durante un tiempo se habló en Hollywood de... ¡la maldición de Spielberg! Solo un año después del rodaje de Poltergeist, en 1983, la tragedia azotó otra película producida por él: en En los límites de la realidad, el actor Vic Morrow murió -junto a un par de niños actores- decapitado por las aspas de un helicóptero. Un par de detalles inquietantes: Morrow tenía un seguro de vida de cinco millones de dólares desde hacía un año porque había tenido la premonición de que moriría en un accidente de helicóptero; y uno de los artistas conceptuales se confundió al diseñar la escena en preproducción e hizo un boceto de rodaje erróneo en el que se veía el accidente que costó la vida a Morrow con todo detalle.
Los hechos: No hay que tener los niveles de escepticismo por las nubes para concluir que la casualidad ha tenido mucho que ver en todos estos trágicos sucesos. Hemos contado medio centenar de actores entre las tres películas de la serie: que cuatro de ellos mueran en un periodo de tiempo tan amplio como seis años es, sencillamente, ley de vida. De acuerdo: la pobre Dominique Dunne murió de forma violentísima y es extraño que una niña de la edad de Heather O'Rourke muriera en una mesa de operaciones, pero así es la vida. Que un hombre de sesenta años tenga cáncer o que uno de 54 padezca complicaciones tras una operación no tiene nada de extraño, por muchos exorcismos que hayan hecho.
Por otra parte, el empleo de cadáveres reales para ahorrar dinero es un rumor que ni tiene sentido en una producción de Steven Spielberg como esta (¿seguro que es más sencillo y barato rodar con muertos reales... a los que hay que tener aislados y en cámaras frigoríficas?) ni es la primera vez que se adjudica a una película: el propio Tobe Hooper, director de Poltergeist, ya tuvo que oir ese tipo de cosas a raíz de su debut en La Matanza de Texas; y el caso más popular del que se ha rumoreado eso mismo, Re-Animator, de acuerdo, se desarrolla en un depósito de cadáveres, pero sus efectos especiales son tan rudimentarios que la mayoría de las veces se percibe perfectamente que los muertos son muñecos.
En cuanto a la maldición de Spielberg... en 1982 dirigió E.T. El Extraterrestre, la película más taquillera de todos los tiempos durante un montón de años. Si eso es una maldición, ahí nos las den todas.
Superman
La película: Desde su creación como personaje de comic en 1938, el superhéroe por antonomasia ha protagonizado numerosas adaptaciones de sus aventuras. La primera que caló hondo en la cultura popular fue la serie Adventures of Superman en 1951 -aunque antes había habido un serial en cine y una famosísima serie de animación-. Sin embargo, la que impactó el subconsciente colectivo y marcó más de una infancia fue la versión de 1978.
Los ectoplasmas: Una de las maldiciones más populares de la historia del cine es la que ha aquejado a los distintos actores que se han acercado a las películas de Superman. Como en el caso de Poltergeist, ni han sido muchos ni ha sido en poco tiempo, pero la abundancia de destinos estrafalarios, decisiones trágicas y accidentes inexplicables ha abonado el terreno para los rumores y los cuchicheos.
El primer afectado fue George Reeves, el fondón Superman de los años cincuenta. Intervino en la película Superman and the Mole Men y en la serie Adventures of Superman. En 1959, Reeves fue encontrado muerto en su casa, aparentemente de un suicidio mediante un disparo en la cabeza. Nunca llegaron a saberse del todo los motivos, aunque siempre se sospechó que el actor estaba fuertemente deprimido por no conseguir huir del encasillamiento del papel que le había dado la fama. Determinadas pruebas (no había huellas de Reeves en la pistola) y las siempre jugosas teorías de la conspiración apuntan a un asesinato que nunca fue resuelto.
En 1995, el Superman que todos recordamos, Christopher Reeve (curiosa coincidencia en el apellido, ¿eh?), se cayó de un caballo y quedó paralizado de cuello para abajo, solucionando así los titulares de cientos de miles de periodistas sin chispa al poner en bandeja una buena cantidad de metáforas lacrimógenas. Su compañero de reparto en Superman III, Richard Pryor, murió de esclerosis múltiple. Margot Kidder, popular por interpretar a Lois Lane, padeció los estragos de la bipolaridad y conmocionó a Estados Unidos en 1996, cuando se la descubrió deambulando desorientada con un aspecto lamentable. Y, en fin, Marlon Brando pareció comerse a Marlon Brando y participó en el triste remake de La isla del dr. Moreau, que ya es maldición de por sí.
Los hechos: De acuerdo, buena parte de los actores que han dado vida a Superman han acabado malamente, con la salvedad de alguno ignoto de los primeros tiempos, el último -Henry Cavill- y el televisivo Dean Cain de Lois y Clark, pero el espacio de tiempo es tan amplio y la muerte de uno de ellos tan poco macabra (caerse de un caballo, bueno... ¡es por esto por lo que la gente no monta a caballo!) que las cuentas de la maldición no salen.
Además: ¿por qué? ¿Se usaron cadáveres reales en el rodaje de Superman? Se comenta que puede ser un caso extremo de mal karma: Jerry Siegel y Joe Shuster, legítimos creadores de Superman, fueron estafados por DC Comics, que se enriqueció durante décadas por culpa de los férreos contratos que se estilaban en la industria hace un siglo. Pero entonces, ¿por qué la maldición solo afectó a los actores de las películas mientras los gerifaltes de DC seguían llenándose los bolsillos?
La semilla del diablo
La película: Esta mítica película de horror satánico dirigida por Roman Polanski y protagonizada por Mia Farrow cuenta la historia de una embarazada que comienza a sospechar que entre sus vecinos están ocultando la verdad sobre el origen del niño. Aún hoy, su descenso en los abismos de la paranoia y la simbología esotérica sigue siendo aterradora.
Los ectoplasmas: Aunque no es la primera película con rumorología de maldiciones a cuestas (personalidades tocadas por Lo Oscuro ha habido desde los primeros días del cine: os recomendamos el divertidísimo volumen de cotilleos esotéricos hollywoodienses de Jesús Palacios Satán en Hollywood para descubrir los más notables), La semilla del diablo sí inaugura una racha de películas satánicas malditas que impactaron enormemente en el público de los años setenta. Desde ella, no hubo film de demonios o exorcismos que se librara de su inevitable tanda de rumores sobre fenómenos extraños, actores poseídos o generaciones de niños condenadas por el Maligno. En cualquier caso, y debido a los trágicos sucesos que rodearon a la película de forma lateral y no directa, este sigue siendo uno de los casos más jugosos e inexplicables.
La película tuvo un rodaje peliagudo: Farrow no era una actriz especialmente equilibrada, y las circunstancias no ayudaban. Frank Sinatra pidiéndole el divorcio de malas maneras, Polanski maltratándola psicológicamente para que eso se reflejara en pantalla y obligándola a comer hígado crudo cuando ella era vegetariana radical y declarada... la primera muerte que impactó al equipo fue la del responsable de la bada sonora, Kryzystof Komeda. No sería la única.
Un año y medio después del estreno de la película, la mujer de Polanski, Sharon Tate, fue atrozmente asesinada por un grupo de hippies tronados. Eran miembros de la Familia Manson, el grupo de seguidores del peligroso iluminado Charles Manson, y posiblemente iban tan arriba de todo que ni se dieron cuenta de que el anterior propietario de la casa, el productor musical Terry Melcher -y, se dice, auténtico objetivo de Manson-, ya no vivía allí. Los acólitos de Manson apuñalaron hasta la muerte a Tate, entonces embarazada, y a cuatro invitados que había en la casa. Polanski estaba por entonces en Londres y se libró de la masacre, aunque no se puede decir que su vida haya sido especialmente tranquila después, acusaciones de abuso de menores incluidas.
Si nos apetece dar un salto mortal con tirabuzón, Charles Manson lo pone fácil: Manson estaba obsesionado con el disco blanco de los Beatles, uno de los asesinos pintó las palabras “Helter Skelter” (título de uno de los temas más turbios y radicales del disco) en una de las paredes de la casa con la sangre de Sharon Tate, el tema Dear Prudence de los Beatles -también presente en el disco blanco- hace referencia casual a la hermana de Mia Farrow, Prudence... y la traca definitiva: John Lennon fue asesinado en la puerta del edificio Dakota, el apartamento donde viven los protagonistas de La semilla del diablo.
Los hechos: Todo parece ser casualidad pero, de nuevo, cómo resistirse a algo de folclórica conspiración. Aunque esta vez sí que puede haber motivos para cabrear a las Fuerzas Ocultas (¡frivolizar con Satán! ¡contratar a directores europeos!), lo cierto es que en el fondo, todo parece obedecer a una mala racha de Polanski. De acuerdo, el círculo de casualidades se estrecha con la inclusión de Manson, Tate y los Beatles en la ecuación, pero es que los ricachones del mundo del espectáculo se conocen todos entre sí, como en este caso era natural que si alguien era agredido el crimen acabara salpicando a varios. En cuanto a la muerte de John Lennon, bueno... a) ¿Cómo no le iban a gustar los Beatles a Charles Manson? ¡Por entonces los Beatles le gustaban a todo el mundo!; y b) La culpa de todo la tiene Yoko Ono.
La profecía
La película: Otra de las grandes del cine demoníaco de los setenta, que narra el advenimiento en formato niño inquietante del mismísimo Anticristo.
Los ectoplasmas: Otro de los casos más populares de cine satánico y maldito. Lo cierto es que en esta ocasión, la concatenación de casualidades durante un rodaje tumultuoso es ciertamente notable, y todo acaba con una muerte climática e inexplicable.
Allá va la avalancha: el hijo del protagonista Gregory Peck se suicidó unos días antes de comenzar el rodaje; durante el primer día varios miembros del equipo sufrieron un accidente automovilístico gravísimo, del que salieron ilesos; Gregory Peck, el productor Mace Neufeld y el guionista David Seltzer estuvieron a bordo de tres respectivos vuelos que, en distintos momentos, fueron alcanzados por rayos y a punto de estrellarse; un avión de alquiler que el equipo iba a usar para unos planos fue en el último momento cedido a otros clientes, que acabaron matándose en él en un accidente; varios animales relacionados con el rodaje (un león, varios perros) atacaron a sus cuidadores; y el hotel donde se alojaba el director fue bombardeado por el IRA.
Sin embargo, el accidente más escalofriante tuvo lugar después del estreno de La profecía: el director de efectos especiales, John Richardson, trabajaba en la película Un puente lejano cuando tuvo un accidente automovilístico en el que murió decapitado. ¿Recordáis cómo moría David Warner en La profecía? En efecto, decapitado por unos cristales: ese fue el último trabajo como diseñador de efectos de Richardson. Se dice que junto al lugar del accidente -que tuvo lugar un viernes, 13- se leía en un cartel cercano “Ommen: 66'6 km”. Se dice.
Los hechos: Los hechos son un escándalo. La profecía quizás sea la película que más hechos inexplicablemente nefastos (y alguno con un matiz muy siniestro) ha acumulado antes, durante y después de su rodaje. No tiene una fama tan notoria como otras porque, en cualquier caso, está claro que se trata de accidentes. Una inquietante propensión a los accidentes de avión. Pero accidentes al fin y al cabo, ¿no? ¿no?
El exorcista
La película: El gran éxito del cine satánico de los setenta. Desató toda una oleada de imitaciones y subproductos basados en su tremebunda historia de inocencia corrompida, profanación de objetos sagrados, vómitos de consistencia variada y sacerdotes rodando por escaleras.
Los ectoplasmas: Si una película sobre Satán lleva pareja su consiguiente ralea de rumores, maldiciones y amenazas para distintos miembros del equipo, cómo se iba a librar El Exorcista, aún hoy el ejemplo más importante del subgénero. Su historia, sin embargo, es mucho más comedida que la de esa feria de la mala suerte que fue La profecía o esa pirámide de circunstancias macabras que fue La semilla del diablo.
La historia más o menos oficial de la maldicion de El Exorcista adjudica nueve muertes a la película, más unos cuantos accidentes inexplicables, como pequeños incendios y fallos técnicos. El más famoso es el de Ellen Burstyn, la actriz que hace de madre de la chiquilla poseída y una mujer extremadamente supersticiosa, que en la famosa secuencia en la que vuela por los aires abofeteada por la endemoniada se lesionó la espalda. Para tranquilizar al equipo, y porque él era también un poco así, el director William Friedkin encargó un exorcismo real para el set de rodaje.
Dentro de la maldición de El exorcista muchos incluyen el infausto destino de Linda Blair, la niña poseída, que pasó por una etapa de tejemanejes juveniles con las drogas (andando los mismos pasos que unos años después recorrería Drew Barrymore, y donde nadie habló de maldición -bueno, sí, la maldición familiar de los Barrymore, aunque eso lo dejamos para otra ocasión-). Después de protagonizar unas cuantas películas horrendas se convirtió en un pequeño mito para devotos del cine basura. Ah, sí, y se dice que una católica radical abortó viendo la película.
Los hechos: Cabría pensar que en el rodaje de El Exorcista hubo algún accidente más de la media, pero las condiciones en las que se rodó fueron extremadamente duras para equipo y actores, que tuvieron que soportar maquillajes, efectos especiales y varios grados bajo cero (para generar ese vaho que sale de sus bocas durante el exorcismos), más la durísima presión psicológica que Friedkin ejercía sobre ellos para arrancar lo mejor de sus interpretaciones. ¿Lo de Linda Blair? Una más que sumar a la larga lista de juguetes rotos que abundan en Hollywood desde los principios del cine mudo. Hay quien lo llama maldición, nosotros lo llamamos show-business.
Lo que sí convendría añadir es que donde muchos ven la lógica de la maldición por andar jugando con temas diabólicos, también hay una teoría para explicar maldiciones por el lado contrario, es decir, cuando se rueda una película pía como La pasión de Cristo, la historia de Mel Gibson de los últimos días de la vida de Jesús. Se habló de maldiciones también aquí porque Jim Cazievel, el protagonista, fue alcanzado por un rayo durante el rodaje, y Jan Michelini, ayudante de dirección, sufrió el mismo destino (aunque salió ileso) en nada menos que dos ocasiones. ¿Qué posibilidades hay de que suceda eso, maldita sea?
El cuervo
La película: Los más jóvenes de la sala posiblemente la han olvidado, pero si rondas los treinta y bastantes, lo más posible es que la fiebre por El Cuervo te pillara de lleno: antes de Matrix puso de moda las gabardinas hasta los tobillos con una historia de venganzas de ultratumba con maquillaje gótico y protagonizada por Brandon Lee, hijo del mítico Bruce Lee.
Los ectoplasmas: Durante un tiempo se dijo que Brandon Lee había muerto a causa de un disparo de una bala real, pero ese tipo de elementos carecen de sentido por completo en un rodaje. Lo que mató a Brandon Lee fue un fragmento de una bala de fogueo que se había quedado atrapada en una de las pistolas especiales que se usaron en el rodaje. Es decir: una tragedia, pero perfectamente explicable bajo leyes naturales.
Lo que está claro es que El cuervo estaba gafada: el primer día de rodaje, un miembro del equipo tuvo que ser hospitalizado por electrocución y quemaduras en el 90% de su cuerpo; un conductor se atravesó una mano con un destornillador por accidente; un constructor de escenarios arrambló con un almacén, destruyéndolo, a bordo de un vehículo; y hubo que detener el rodaje porque una tormenta arrasó con todos los escenarios.
Todos estos problemas se sobredimensionaron a causa de la extraña muerte del padre del protagonista, Bruce Lee, fallecido por causas aún hoy no muy claras. Lo paradójico es que en su última e incompleta película, Juego con la muerte, Lee interpretaba a un actor que fallece cuando unos gangsters sustituyen una bala de fogueo por una real en una de sus películas. La rumorología estaba más que servida.
Los hechos: Se ha hablado, y no poco, de la misteriosa maldición de Bruce Lee, que afecta a toda su estirpe, pero como las explicaciones suelen tomar derroteros bastante disparatados y folclóricos (¡ninjas! ¡dioses chinos!), al final suele todo achacarse a una mala suerte generacional. No es descartable, en cualquier caso, la acción de las triadas: en Hong Kong la mafia controla con mano férrea la industria del entretenimiento y hasta hace no mucho era habitual que los actores tuvieran tratos con el crimen organizado. Una historia de pactos no resueltos o contratos incumplidos es una explicación más legítima, por extravagante que sea, para la muerte de Bruce Lee y su hijo, por encima de criaturas mitológicas clamando venganza desde el más allá.