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Un estereotipo es una visión exagerada y simplista acerca de un grupo de personas con el que se suelen querer justificar comportamientos y actitudes. La imagen que tenemos de estos prejuicios es negativa.
Pero los estereotipos también son víctimas de un prejuicio: aunque muy a menudo son injustos, también son atajos que usa nuestro cerebro para hacer predicciones y tomar decisiones.
¿Cuándo aciertan los prejuicios?
Daniel Kahneman explica en Pensar rápido, pensar despacio que nuestro cerebro cuenta con dos sistemas de pensamiento. El sistema 1 es intuitivo y muy rápido, mientras que el sistema 2 nos sirve para el razonamiento formal y las operaciones lógicas. Muy a menudo incluso tomamos una decisión basándonos en un sentimiento automático, como escribe Michael Shermer en The Believing Brain, y después entra en juego el sistema 2 para racionalizar esta decisión que en realidad hemos tomado de modo casi instintivo.
El sistema 1 es el que usamos en el caso de los prejuicios, ya que representa las categorías como normas y ejemplos prototípicos. Según Kahneman, recordamos “una representación de uno o más miembros ‘normales’ de cada una de estas categorías”. Y esto vale para los catalanes y los policías, por ejemplo, pero también para neveras y los gatos. Es una forma de procesar la información que es muy útil para razonamientos basados en pruebas y con una amplia muestra cotidiana, además de para reconocer, categorizar y recordar.
De hecho, el propio Kahneman explica que a veces es acertado fiarse de las primeras impresiones y de los estereotipos: a menudo aciertan más que el mero azar. Y pone como ejemplo que la gente que parece amigable suele ser amigable, que es más fácil que un atleta profesional alto y delgado juegue a baloncesto a que juegue a fútbol y que los jóvenes suelen conducir de forma más agresiva que los mayores.
Es fácil que acierten cuando se trata de decisiones rápidas sobre temas en los que tenemos mucha información y experiencia. Por ejemplo, en el caso de bomberos, que en medio de un incendio no tienen tiempo para meditar todas las posibles consecuencias de una decisión y se tienen que basar en sus intuiciones.
¿Cuándo se equivocan los prejuicios?
Por supuesto, si nos fiamos de los estereotipos, también nos equivocaremos a menudo, especialmente cuando hablamos de cuestiones socioculturales. Por ejemplo, cuando decimos que los habitantes de un país son de una forma determinada, no tenemos en cuenta que el grupo es demasiado amplio como para llegar a conclusiones de este tipo. Los estereotipos tampoco son útiles a la hora de hacer juicios a largo plazo o para tomar decisiones que pueden (y deben) ser meditadas.
De hecho y según un estudio, la mayoría de estereotipos sobre otras culturas se sostienen sin ninguna experiencia con personas de esas culturas, según un estudio llevado a cabo en Estados Unidos. Es decir, quien suelta muy convencido tópicos sobre los habitantes de un país o región, por norma general ni ha estado ni conoce a las personas de ese sitio. De hecho, cuando conocemos a alguien que no se ajusta al estereotipo, tendemos a tratarlo como una excepción. Aunque sea la única persona que conocemos de ese país.
Otro problema viene cuando no se tiene en cuenta la lógica estadística. Por poner un ejemplo adaptado de Kahneman: ¿es más probable que una joven estudiante española que ama la poesía se haya matriculado en Económicas o en Filología japonesa? Podemos estar tentados de contestar que Filología japonesa, siguiendo unos cuantos estereotipos que se nos vienen a la cabeza (queramos o no), pero la respuesta más probable es Económicas. Simplemente porque hay muchas más estudiantes de Económicas que de Filología japonesa.
El ejemplo nos da una pista acerca de lo que nos aconseja Kahneman cuando tenemos dudas: quedarnos con lo más básico.
También hemos de tener en cuenta el peligro que suponen nuestros sesgos cognitivos, que son los prejuicios que vienen de serie en nuestro cerebro. Por ejemplo, el sesgo de confirmación nos hace aceptar todas las pruebas que apoyan nuestras ideas y que nos mostremos escépticos con las contrarias. Y la correlación ilusoria nos hace asumir relación entre dos variables, haya datos que lo confirmen o no, lo cual ocurre a menudo en la relación entre raza y delincuencia, ya que sobreestimamos los comportamientos negativos de grupos pequeños.
Al fin y al cabo y por mucho que los prejuicios puedan sernos útiles en ocasiones, no podemos olvidar que la Kahneman recuerda que la norma social en contra de los estereotipos “ha sido muy beneficiosa a la hora de crear una sociedad más civilizada e igualitaria”. Merece la pena pagar los costes que tiene resistirnos a estas ideas preconcebidas. A no ser, claro, que seamos bomberos.