Un penpal es un amigo por correspondencia como los que se anunciaban antes en la revista Súper Pop. Dos desconocidos que estrechan lazos a través del intercambio de cartas, a veces hasta convertirse en una una amistad de años. En las versiones más románticas, la relación epistolar incluso puede terminar en boda, como la de la actriz Carey Mulligan y Marcus Mumford, el cantante de Mumford & Sons, que se conocieron de niños a través de un programa de penpal entre colegios del Reino Unido.
La web Penpal World registra más de 1.700.000 personas de todo el mundo buscando compañeros de misivas. La red se ha convertido en el vivero de esta comunidad por paradójico que resulta el medio. Las rede sociales han relanzado las amistades por correspondencia, en concreto Instagram y Pinterest. En ellas se mueven como pez en el agua las penpal más geeks, chicas especialistas en cartas bonitas.
Enviar correo postal a desconocidos de otros países se utiliza desde hace décadas en las academias de idiomas como una herramienta más para aprender otra lengua. El nuevo penpal mantiene el espíritu de fomentar las relaciones internacionales y el aprendizaje de idiomas. Aunque hay mayoría de cartas escritas en inglés, las combinaciones entre las distintas lenguas son tantas como los países que se encuentran en el mapa. Un ejemplo en castellano es Raquel @marionbcn, una chica española que vive con su marido en Estocolmo, experta en este mundillo: con sus cartas bonitas ha conseguido más de 6.000 seguidores en Instragram: “Empecé de pequeña carteándome con gente que conocía durante las vacaciones de verano. De adolescente, encontraba penpals en revistas de música españolas, y también internacionales, como Smash Hits; así practicaba inglés con las cartas”.
Los amantes de las cartas han seguido buscando compañeros epistolares a través de los friendship books, libritos de papel de pocas páginas, hechos a mano, que pasan de buzón a buzón. Quien recibe uno de ellos, apunta su dirección, una lista de intereses y se lo envía a otro miembro que quiera encontrar contactos. En la versión Slam de estos libros viajeros se incluyen preguntas para responder, y en la Decos, se van decorando, tipo scrapbooking (libros adornados con trozos de papel, hilos, flores secas). Cuando ya no queda espacio, el libros se envía de vuelta a la persona que lo empezó.
Aunque los friendship books continúan en circulación, ha sido en Instagram donde se ha producido el boom del denominado snail mail (más de 600 fotografías compartidas). El correo caracol es el que se envía por servicio postal tradicional, el lento, en contraste con el email instantáneo. El hashtag #snailmail empezó a utilizarse hace tres años, al mismo tiempo que la aparición los anuncios de penpals buscando compañeros de cartas en Instagram. Los hay de todas las edades, aunque quienes acumulan más seguidores suelen rondar los veintitantos, y en sus perfiles avisan de que ya no admiten más compañeros de cartas. Destacan las de @craftmakesmile, con 13K seguidores a los que escribe desde Estados Unidos; @arieturner, de Nueva Zelanda; @pooi_chin, desde Japón; @cloudydaysandletters, de Corea; y @bandarra_, catalana instalada en Finlandia. La gran mayoría son chicas, aunque también hay escritores masculinos como @Todd_rules, o @vaughan (un chico de Reino Unido con el que Raquel se cartea desde hace 18 años).
La estética artística de sus cartas, escritas en ocasiones con plumín, las convierten en objetos muy deseados. Para Raquel es importante que la carta tenga una presentación elaborada: “Un sobre especial, papel de carta hecho a mano con detalles personales donde haya colorido... ¡Algunas son realmente obras de arte! También es muy importante que se entienda”. Esa es otra de las condiciones, que la carta esté escrita a mano; una tradición que también parecía perdida. El penpal ayuda a recuperar el boli y el papel, de tal manera que se estrecha la relación con lo que se escribe y se recupera la personalidad que los teclados han difuminado.
Algunas de estas chicas que mantienen el ritual de comprar sellos e ir hasta el buzón todas las semanas añaden regalos dentro del sobre. Alba Sirope (@alva_novo), una chica catalana de 25 años licenciada en Historia del Arte y adicta al penpal desde hace un año, añade a las fotos de sus cartas en Instagram el hashtag #Swap (más de 500.000 publicaciones): “El swapping es el intercambio de cosas de papelería cuquis, regalos que envías a tus amigas. Pegatinas, bolis, washitape… Todo lo que sea del rollo kawaii”. Esa palabra, kawaii, significa mono en japonés, aunque, en realidad, ese tipo de productos de papelería que vuelven locas a las penpal swaps vienen de Corea. Hay papelerías cute stationary especializadas por toda la red, y en Madrid una con tienda física, Souffle, en la que Alba se abastece: “No tienen que ser cosas que cuesten mucho dinero, pero sí bonitas. Además, tienen otro valor porque sabes que han llegado desde lejos”. Por su cumpleaños, Alba recibió en el buzón cartas de sus amigas de Canadá y Japón llenas de cosas kawaii, y también otras hechas por ellas mismas: “Puedes diseñar sellos carvados, collares o figuras con bolitas, y mandarlas”. El Do It Yourself (Hazlo tú mismo) es otra de las máximas de las penpals.
¿Qué se cuentan los penpals?
Y más allá del manierismo dentro y fuera del sobre, ¿qué se cuentan las penpals en las cartas? Raquel asegura que para ella lo importante es el contenido. Actualmente se escribe con unas 40 personas: “Por lo menos con la mitad de ellas tengo relaciones muy longevas, de 20 o 15 años, y se han convertido en personas muy importantes en mi vida. Tres de ellas incluso asistieron a mi boda. El objetivo del carteo siempre es la comunicación, una carta es una conversación escrita, y si es aburrida no te va a invitar a escribir una respuesta”.
Sorprende la existencia de esta relación epistolar entre desconocidas del siglo XXI, en un tiempo en el que parecía que todas las necesidades de comunicación estaban resueltas con Internet. El email, Facebook, Skype y WhatsApp han obrado el milagro de acortar distancias con los que están fuera; la cercanía virtual ha mermado la necesidad de la proximidad física en forma de cartas. ¿O solo lo ha hecho en apariencia? A pesar de dedicarle tantas horas al snail mail, Raquel reconoce que no se cartea con su familia: “Me envío mensajes de texto o hablamos por teléfono, igual que con mis amigos de Barcelona. Los emails se me dan mal, siempre se me pasa contestarlos”. Anna @bandarra_ tampoco vive en su país de origen, y es otra de las españolas que más cartas envía y recibe. La función terapéutica de la carta parece innegable. Da igual de qué color que sea el sobre.