Este año se cumple el 150 aniversario de la publicación de Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll, una de las obras maestras de la literatura inglesa. Y aunque todos conocemos qué nos cuenta el libro a grandes rasgos, sobre todo debido a las múltiples adaptaciones de las que ha disfrutado, sigue siendo una obra relativamente desconocida.
El libro de Lewis Carroll tiene múltiples lecturas. Es, por supuesto, una aventura destinada a lectores infantiles, pero también un escalofriante reflejo de la conflictiva personalidad de su autor, una sátira de su época y una obra maestra del humor absurdo. Convertida ya en un icono pop, Alicia aún tiene mucho que enseñarnos y sus continuas mutaciones en forma de reediciones, adaptaciones, parodias e inspiración para otros artistas garantiza País de las Maravillas para rato.
Por si aún no te has dejado maravillar por el mundo sin sentido de Lewis Carroll, tenemos unos cuantos consejos para que no te quedes sin fiesta de no-cumpleaños. Esta es la guía para exploradores principiantes del País de las Maravillas.
-Déjate llevar. Pese a todo lo que leas (aquí mismo, sin ir más lejos), no está mal que no pierdas del todo la perspectiva. Alicia en el País de las Maravillas es un libro infantil. Uno extraordinario, como El mago de Oz o Matilda o La historia interminable, pero que tiene claro en todo momento a quién se dirige. Desde su mismo origen, de hecho: Lewis Carroll lo escribió para su amiga Alice Liddell, de diez años, y la función del texto era el de ser disfrutado exclusivamente por ella en su primera versión, Alice's Adventures Under Ground (que, por supuesto, ha sido editado también, incluso en versión facsímil, respetando la caligrafía e ilustraciones del autor). Por eso gran parte de la dinámica de la historia se estructura en base a lo que divierte a los niños: caer por toboganes sin fin, correr, esconderse, romper cosas, hacer preguntas.
Lo que pasa es que Carroll odiaba los libros con moraleja final destinados a niños, muy habituales en la Inglaterra victoriana, en los que se advertía a los pequeños lectores (a veces explícitamente) que debían obedecer a sus padres o respetar a sus hermanos. Por eso Alicia no tiene moraleja y transmite esa sensación de anarquía: no es que no sea un libro moral, es que no da leccioncitas desde un pedestal. Posiblemente sea una de las razones que le han permitido envejecer tan bien. Moraleja (nosotros no tenemos los reparos que tenía Carroll): Alicia en el País de las Maravillas es un libro infantil, pero eso no debería detenerte.
-Piérdete en los matices. Pero Alicia en el País de las Maravillas no es únicamente un libro infantil, claro. Por ejemplo, es un ejercicio de técnica literaria espectacular, lleno de juegos verbales y de significados múltiples que lo convierten en una pequeña maravilla para estudiosos de la lengua. También es una sátira de la sociedad de su tiempo, con nada veladas referencias a la realeza (aunque la reina Victoria llegó a recibir a Carroll para felicitarle por el libro, del que era fan) y a las clases altas de la Inglaterra de la época. Alicia en el País de las Maravillas critica a numerosos estamentos de la época y a su ansia por aparentar delante de los poderosos, y lo hace de forma muy inteligente: extrayendo el contexto social parecen todos una pandilla de tronados. Por ejemplo, el capítulo en el que los animales hacen una carrera en círculo para secarse al salir del lago y uno de ellos es nombrado ganador cuando se decide arbitrariamente detener la carrera (aunque todos reciben un premio) es una parodia de las caucus races, las elecciones internas de los partidos políticos de la época. Y la obsesión de personajes como la Oruga, el Sombrerero o el gato de Cheshire por obligar a Alicia a que se comporte de forma racional cuando todos ellos están como regaderas es una estupenda reflexión sobre... bueno, esencialmente sobre hacerse adulto y la vida que te espera allí.
En cualquier caso, como mejor funciona Alicia es como desbordante escaparate de imaginación sin freno. Aunque Carroll toma algunos elementos previos de géneros humorísticos establecidos (de la mítica publicación satírica Punch -donde muy a menudo se vestía a políticos y distintos estamentos sociales como animales- a la corriente literaria del non-sense inglés), básicamente inventa un nuevo género, y lo hace a base de amontonar absurdos. Los cambios de tamaño, personajes como los mencionados o el Dodo, la Falsa Tortuga, el Grifo, la Duquesa o la Morsa y el Carpintero (estos en la secuela, A través del espejo) son hipnóticos por su absoluta falta de asideros con la realidad. Carroll se zambulló en su subconsciente, contó lo que encontró allí y por el camino cosquilleó el nuestro con una obra que aún hoy resulta excitante por su elevadísimo nivel de disparate.
-Entiende por qué es una obra de culto. A lo largo de su historia, Alicia en el País de las Maravillas ha sido reivindicada por distintos colectivos ajenos a las corrientes dominantes de la cultura. Por ejemplo, los surrealistas vieron en la lógica narrativa de Alicia algo muy próximo a un sueño. Y con razón: los recursos de Carroll no tocan solo los temas de un sueño agitado -las persecuciones que no van a ningún sitio, esconderse de nada, cambios de tamaño, objetos y escenarios mutantes-, sino que a veces parece hacer guiños muy específicos al fascinante mundo de los sueños lúcidos y a la peculiar textura líquida de las pesadillas.
También en los sesenta la cultura de la psicodelia relacionó a Alicia con los viajes de LSD, algo que obviamente estaba muy lejos de las intenciones de Carroll, pero que resulta singularmente apropiado: de nuevo estamos en el mundo líquido de los sueños, uno que resulta poco fiable si se percibe con los sentidos tradicionales. Por no mencionar todo el tema de la ingestión de sustancias que hay en el primer tramo de la novela: come esto, bebe lo otro, cambia de tamaño... no es de extrañar que "La madriguera del conejo" se convirtiera en un sinónimo para los viajes psicodélicos y que Jefferson Airplane convirtiera las tropelías de Alicia en un himno de la era con White rabbit ("Una píldora te hace crecer, y otra te hace pequeña / Y las que te da tu madre no te hacen nada / Pregúntale a Alicia cuando mida diez pies de altura"). Una de las mejores definiciones del libro en ese aspecto la dio Tim Burton cuando presentaba su horrenda adaptación: "Alicia en el País de las Maravillas es como una droga pensada para niños"
El motivo esencial por el que Alicia se ha convertido en un icono de la contracultura a lo largo del siglo XX está claro: es un libro con un trasfondo siniestro indiscutible. No hay que olvidar que, por muy infantil que sea (y entroncando con que Hansel y Gretel y Caperucita Roja tampoco es que sean cuentos infantiles que ensalcen la alegría de vivir), al final es la historia de una niña que huye de un montón de locos que no atienden a razones y que quieren agredirla, algunos de forma muy sangrienta. Eso y determinados momentos de poesía oscura (Alicia está a punto de ahogarse en un mar creado por sus propias lágrimas de ira y frustración) y caos desconcertante en estado puro (la fiesta de no-cumpleaños podría pertenecer a una película de los Hermanos Marx -grandes fans, cómo no, del libro-). No hay que escarbar demasiado para encontrar los esqueletos en el armario del País de las Maravillas.
-Hazte con una buena edición. Si vas a empezar leyéndote Alicia en el País de las Maravillas en español, es imprescindible que atiendas a dos cosas. Por un lado, que la traducción sea buena y sepa reinterpretar y adaptar los continuos juegos de palabras del original. Por otro, que esté anotada, lo que es importante para aclarar los pasajes intraducibles (por ejemplo: la morsa -walrus- y el carpintero -carpenter- son en realidad la misma palabra a la que se ha aplicado un juego de transformación lógica de sus nombres inventado por Carroll y llamado syzygy-). Pero también para que vayas entendiendo el a veces localista contexto social del libro (otro ejemplo: ¿sabías que "Más loco que un sombrerero" era una expresión habitual en la Inglaterra victoriana porque los gases que aspiraban fabricando los sombreros les hacían perder el juicio?).
Te recomendamos tres ediciones. Por un lado, las imprescindibles de Alianza Editorial y Cátedra, extraordinariamente anotadas y con traducciones impepinables. Y luego está Alicia anotada, editado por Siruela, un tocho espectacular que incluye las dos novelas comentadas nada menos que por Martin Gardner, matemático, divulgador, mago y experto en Carroll. Prácticamente todas las Alicias anotadas posteriores (entre ellas las de Alianza y Cátedra) beben de aquí, y quizás no sea ideal para dar los primeros pasos, pero más adelante acabarás picando. Seguro.
-Documéntate sobre la época y el autor. Por supuesto, Alicia no es una de esas obras que necesites leer con una edición con miles de notas y con documentación externa. Mira el primer punto: esto es un libro de aventuras y con eso es suficiente para disfrutarlo. Pero si te informas sobre el autor y sus circunstancias sumarás capas de significado a un libro ya de por sí bastante simbólico.
Lewis Carroll era el seudónimo del reverendo Charles Lutwidge Dodgson, profesor de matemáticas en Oxford y diácono de la Iglesia Anglicana. Tímido y reservado, era un apasionado de la fotografía, los juegos matemáticos (sus libros de acertijos y problemas aritméticos son una delicia), la experimentación con el lenguaje, la fotografía (también fue un pionero en ese campo) y los niños. Adoraba a los niños y trabó una fuerte amistad con los hijos pequeños del deán, especialmente con Alice Liddell, de diez años, a la que en un día de picnic entretuvo improvisando la chiflada historia que luego se convertiría en Alicia en el País de las Maravillas. La imagen más famosa de la Alice real es una foto que le hizo Carroll en la que aparece disfrazada de mendigo. La foto tiene una atmósfera algo perturbadora, como la tienen muchas de las más de mil quinientas fotos de niños que hizo Carroll, todas con el permiso correspondiente de los padres (muchas de estas imágenes se han recuperado de manos de las familias de los niños, que las conservaban como recuerdos de la época). Bueno, ¿qué está pasando aquí? ¿Hemos llegado a la clave de por qué Alicia en el País de las Maravillas es tan peculiar?
No exactamente: en la Inglaterra victoriana se tenía una percepción muy particular de los niños, compartida por Carroll, como vehículos de inocencia absoluta e incorrompible, en contraposición a lo que era una sociedad adulta pecaminosa y corrupta. Las imágenes de niños desnudos o semidesnudos (Carroll hizo una treintena) eran habituales y no tenían las connotaciones actuales. Sin embargo...
En 1863 sucedió algo en la relación de Carroll con los Liddell que hizo que apenas volviera a ver a los cinco hijos de la familia. No se sabe qué pasó exactamente porque los herederos de Carroll arrancaron las páginas de esos años de su diario y ese secreto murió con Alice Liddell en 1934, cuando aún no se había empezado a cuestionar la personalidad de Lewis Carroll. Se cree que el autor comunicó a los padres de Alice que estaba enamorado de su hija y que quería casarse con ella ("de forma honorable y a través de los padres", según la teoría de Florence Becker Lennon en Victoria through the looking glass), algo que los padres de la niña no aceptaron al tener la criatura solo 11 años. A partir de ahí la relación de Carroll se enfrió aunque no se interrumpió, ya que Alice recibió como regalo el manuscrito de Alice's Adventures Under Ground en 1864.
Desde mediados del siglo XX, Alicia en el País de las Maravillas ha sido analizado no solo por sus valores literarios, sino también como psicoanálisis de la mente de Carroll. Y se ha dicho de todo, claro: que es una vía de escape para deseos prohibidos (volvemos a la idea de una niña perseguida y agredida por un montón de adultos, algo que a ella parece no importarle demasiado) y que hay una imaginería en el libro (Alicia cayendo por la madriguera, el cuello de Alicia estirado hasta lo indecible) que funciona como metáfora de cuestiones muy turbias. Aún hoy, es complicado llegar a alguna conclusión: hay una corriente de pensamiento reciente que afirma que proyectamos nuestros prejuicios e ideas contemporáneas sobre el autor, que en realidad tenía una vida romántica bastante convencional e incluso tirando a activa, como se ha ido demostrando con cartas y diarios. En cualquier caso, más capas de enigma sobre el significado de Alicia.
-Léelo en inglés. Si te gusta cuando lo leas en tu idioma materno, no es mala idea que luego lo intentes en la versión original. La sonoridad y ritmo de la versión original es intraducible, y aunque no seas completamente bilingüe, leer las parodias de las canciones infantiles y los nombres y réplicas de los personajes en versión original es muy recomendable. Para que te hagas una idea de qué te pierdes, acude a La caza del carabón, un tremendo poema narrativo que puedes encontrar en edición bilingüe a manos de Editorial Lumen y que es perfecta para hacerse una idea de los prodigios que el autor era capaz de conseguir con su idioma natal.
-Picotea en distintas ediciones. Muchas de las ediciones del libro que encontrarás (las tres que te hemos recomendado) están ilustradas por John Tenniel. Te resultarán familiares: en blanco y negro, caricaturescas y extrañamente poco apropiadas para un libro infantil, pese a su gran calidad. Desde su primera edición, con estas ilustraciones, Alicia en el País de las Maravillas ha sido reinterpretada millones de veces, en todos los idiomas del mundo, en todos los formatos posibles. Miles de artistas han ofrecido su visión de la obra de Carroll, desde las más convencionales ilustraciones estilo infantil a otras más experimentales. Dado el talante enigmático, imaginativo y abierto del texto, es un campo abonado para que los ilustradores se dejen llevar, y los resultados son interesantísimos en autores tan diversos entre sí como Ralph Steadman, Pat Andrea, Camille Rose García o Harry Rountree, entre muchísimos otros.
*Nota al margen: El autor tiene más de trescientas ediciones distintas en su colección de Alicias. Sirva este epígrafe como recomendación o como advertencia, según como se interprete.
-Mírate las películas. Como pasa con las distintas ediciones ilustradas del libro, las películas que lo han adaptado son interesantes para comprobar cómo distintos artistas han reinterpretado una obra que, francamente, cada lector imagina de una manera. Olvídate de la de Tim Burton: la mejor es la chifladura animada de Disney de 1951, tan icónica hoy día como el libro original, y que capta perfectamente el ambiente demencial del texto. Como demencial es Alice (1988), una pieza pesadillesca del animador surrealista Jan Svankmajer que reescribe muy a su manera las sugerencias oníricas del libro. Y si te gustan los adultos vestidos con trajes ridículos, busca las versiones de 1933, 1972 y 1985: cartón-piedra a mansalva, gigantes, cabezudos... Y luego, como extra, tienes el placer de revisar películas que han recibido inspiración no confesa del libro de Carroll y descubrirles nuevos matices desde ese prisma. Empieza por Dentro del laberinto, la de David Bowie.
-Y luego... La secuela. Es decir, Alicia a través del espejo. Publicada en 1871 y de nuevo ilustrada por John Tenniel, es un libro igual de imaginativo, pero algo menos caótico y más cerebral. El libro tiene la estructura de una partida de ajedrez (real, que se puede seguir en un tablero), y en él Alicia atraviesa un espejo para entrar en el mundo onírico. La nueva villana es también una reina, pero en vez de salir de la baraja pertenece al mundo ajedrecístico: es la Reina Roja. Muchísimo más complejo que la primera parte (la Reina Blanca, por ejemplo, es capaz de recordar el futuro), el libro tiene una buena cantidad de personajes y situaciones absolutamente icónicos, como los mastuerzos Tararí y Tarará, la mencionada historia de la Morsa y el Carpintero y el breve y merecidamente mítico poema épico-trabalingüístico del Jabberwocky, que en español se ha llamado, según la traducción, Fablistanón, Galimatazo, Guirigayero o Jerigóndor.