Lo que dicen los compradores en la apertura de Primark Gran Vía

Comentarios al azar escuchados en la cola y el interior del Primark inaugurado hoy en el centro de Madrid

Primark Gran Vía, visto desde dentro. Foto: Pablo Cuadra / Getty

-Disculpe, ¿cuándo es la apertura?
-Lo pone en el cartel que tiene justo enfrente.
-Ya, pero no lo leo... ¿A qué hora abren?
-En dos horas, a las 11.

El que se resiste a decir el horario de apertura es uno de los 15 encargados que en ese momento flanqueaban la entrada del nuevo Primark, ubicado en la Gran Vía madrileña. El miope soy yo. He venido a la inauguración para ver qué cuenta la gente en el evento.

Son las 9 de la mañana y el termómetro digital que se encuentra justo enfrente del nuevo macroestablecimiento ("¡más de 12.500 metros cuadrados!", no para de recordar un speaker desde dentro) marca 33 grados. Mentira cruel: en la calle hace un frío tremendo.

-"Con las manos tan heladas hasta cuesta disparar". Tranquilos todos: lo ha dicho un fótografo.
-"Me estoy congelando, por Dios, que dentro se esté calentito", reza un (futuro) cliente.
-"¡Venga, todos a moverse y a calentar, que si no luego os dan tirones comprando!", grita el speaker.

A pesar del frío, la gente comienza a llenar el laberinto de vallas, colocado al estilo de los parques de atracciones. "Aquí hay un pitote que te cagas", dice un técnico que habla por teléfono a escasos metros de mí. "Ahora te mando una foto que lo veas". La que haya enviado tiene que ser parecida a esta:

Gente esperando a las nueve y poco de la mañana. Faltaban dos horas para la apertura. Foto: Pablo Cantó

-"Somos los mejores inquilinos que podía tener", afirma un señor de la organización a una curiosa que se ha parado a charlar con él. Imagino que hablarán del propietario del edificio, Amancio Ortega. "De todos modos, nosotros lo alquilamos antes de que él lo comprara".
-"¡Seréis buenos pagadores!", Bromea la mujer.
-"Los mejores".

El mismo encargado que me ha facilitado la hora de apertura se acerca hacia una mujer con acreditación de staff:

-Perdona, no paran de preguntármelo, así que te pregunto, por si acaso: ¿regalan algo dentro?
-Sorry, in English.

El encargado repite en inglés la pregunta. La del staff sigue entenderlo. Lo siguiente transcurre en inglés:

-¿Pero cómo que regalar? ¿A los periodistas?
-No, no, a la gente.
-¡No! ¿Por qué íbamos a regalar cosas?

El encargado vuelve y habla con la señora que le ha preguntado, que tampoco entiende nada: "¿Ni un cheque regalo? ¿Y entonces por qué hay cola?".

Parece que hay cola porque hay verdaderos fans de Primark. Me toca esperar justo al lado de unos: trabajan en otra tienda de la cadena y han venido a la apertura del centro. "Ojalá y se pudiera entrar con nuestras acreditaciones", se lamentan, mientras comentan lo que pretenden comprar.

-¿Os vais a pillar la camiseta que me dijisteis con el escudo de Gryffindor [una de las casas del colegio Hogwarts, de Harry Potter]?
-Yo llevo idea...
-Probaosla antes, que yo me probé una el otro día y me quedaba el escudo en el sobaco.

A falta de 20 minutos para la apertura el frío comienza a desaparecer. No han subido las temperaturas sino la densidad de personas por metro cuadrado en la cola. "Bueno, vamos a empezar a meter los codos para colocarnos", dice alguien a mi alrededor. Parece que lo están haciendo todos menos yo: hace escasos segundos solo había dos personas entre la entrada y yo. Ahora, unas cinco.

"Ey, ¿quieres una Polaroid de recuerdo?". Foto de la foto: Pablo Cantó

Entre fotos Polaroid y algún regalito que otro lanzado por el speaker –bolsas de tela, pero oye, ¡al final si regalaban algo!– llega el momento de entrar. "5, 4, 3, 2, 1... ¡Adelante!"

Hago caso a los gurús de Primark que hay a mi alrededor. "Prioricemos: lo primero es llegar a los zapatos", escucho. Vale. Empiezo a subir pisos rodeado de empleados que ofrecen globos, caramelos y botellines de agua –¡siguen regalando cosas!– y personas que dicen "ooooh", "qué maravilla" y otras expresiones de alucine mucho menos políticamente correctas.

Los gurús acertaron. A pesar de que la entrada se está haciendo de forma escalonada (solo los más madrugadores hemos entrado a las 11:00, el resto lo irán haciendo paulatinamente) la zona de zapatería ya está llena. Parece un bingo: hay muchísima gente sentada chillando números. "¡El 38!" "¡El 42!". Antes de pedirme un gin tonic y cantar línea, decido moverme.

En varias plantas hay zonas de recarga ("recarga tu batería y la de tu teléfono", pone en el cartel) con adaptadores para distintos móviles. Están también llenos de gente probándose zapatos.

-"Joder, mamá, pero esto no te lo puedes poner todos los días, ¿eh?", refunfuña un caballero a su madre.Tendrá más de 60 años y se está probando unos zapatos con purpurina.
-"Estoy en el primár ese y no veas las movidas que tienen, hay una zona que parece una tienda de disfraces", dice un chico joven que habla por el teléfono.

La "zona que parece una tienda de disfraces", intuyo, es la de pijamas: los hay de Superman, oso, oso panda, minion, vaca... Cojo unos cuantos y marcho al probador. Allí, recuerdo una conversación que había oído en la cola al grupete de trabajadores de Primark:

-Oye, ¿os he dicho que han cogido a mi amigo al final para trabajar aquí?
-¡Qué guay! ¿Y dónde lo han puesto?
-En probadores...
-Joder, qué putada...
-Ya...

Ahora lo entiendo. Probadores es un poco caos. "Tenemos que organizarnos mejor, que todavía no tenemos la tienda llena y ya nos estamos liando", escucho desde la intimidad de un probador. "Pues es un rato vamos a alucinar". Temo por ellas. Salgo de nuevo a la calle y ahora la tienda ha dejado de recordarme a un bingo. Parece una discoteca: aparte de la música, las luces y la gente bebiendo botellines de agua a saco (porque los regalan), hay una cola tremenda y un montón de porteros.

-Lo siento, si sales no puedes volver a entrar.
-Pero es que hay una amiga fuera que...
-Pues lo siento, pero tu amiga tiene que hacer la cola

Después de escuchar eso mejor no pregunto si ponen sello. Salgo y me arrimo a un par de policías locales que charlan con una señora.

-Es que es la inauguración. Ahora mismo la cola sube por la calle Mesonero Romanos y gira por Horno de la Mata, pero hace un rato era peor.
-Es una locura, ¡esperar más media hora para entrar una tienda!
-Vuelva usted mañana, que seguro que no hay cola.
-Ya, pero es que esto es increíble. ¿Hacer cola para entrar a una tienda? Ni que regalaran algo...

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