José Castaño solo llevaba unos meses ejerciendo de maestro cuando al término de la Guerra Civil fue detenido y condenado a 30 años de cárcel en Murcia. Finalmente pudo salir en libertad dos años y medio más tarde, pero el régimen franquista le impidió que volviera a impartir clases.
Tras aquel paréntesis obligado de 36 años, José Castaño volvió a las aulas en 1975, el año en el que murió Franco. Y, a partir de entonces, para sacarse la espina de su inhabilitación forzosa, acudió diariamente a un colegio para dar clases hasta los 96 años, cuando tuvo que abandonarlo definitivamente por culpa de una caída.
Ahora, con 98 años, nos cuenta su historia, porque, según dice, "recordar casos como el mío nos ayudará a superar los odios y los rencores".
1. En la cárcel
En el año 1935, José Castaño comenzó los estudios de Magisterio en Murcia. Pero, como tantos otros proyectos vitales, la Guerra Civil se metió en medio. José Castaño luchó durante un tiempo en el frente de Teruel, aunque, según cuenta, nunca llegó a pegar un disparo, ya que le tocó ocuparse de las transmisiones.
De vuelta en Murcia siguió sus estudios para ser maestro y empezó a ejercer su trabajo, pero no duró muchos meses porque la policía franquista le detuvo. Lo sentenciaron por adhesión a la rebelión, al haber desempeñado cargos en la Federación Universitaria Escolar, un sindicato de estudiantes universitarios, y al haber militado en otras organizaciones afines a la República.
"Pero en realidad podían condenarte por cualquier cosa, ya que entonces no eran muy escrupulosos con las garantías judiciales", sostiene.
José Castaño corrió la misma suerte que muchos otros maestros republicanos. Su primera noche en la cárcel de Murcia, José Castaño compartió colchón, debido al hacinamiento, con otro maestro, Javier Paulino Torres, que también estaba preso. Y allí también estaba Fernando Piñuela Romero, que había sido alcalde de Murcia y maestro de José Castaño, y que murió fusilado en 1939.
Efectivamente, los maestros republicanos fueron muy perseguidos durante el régimen franquista, porque se les consideraba representantes de los ideales de la República y portadores de ideas peligrosas. En una circular, José María Pemán, presidente de la Comisión de Cultura y Enseñanza franquista, los llamó "envenenadores del alma popular".
Esto se tradujo en un proceso de depuración del profesorado que cobró muchas formas: algunos pudieron seguir ejerciendo, otros fueron separados de su cargo o trasladados a otra provincia e incluso algunos fueron fusilados, como el mencionado Piñuela Romero. En su tesis La Depuración del Magisterio Nacional, Morente Valero contabilizó hasta 60.000 maestros depurados.
Durante su estancia en la cárcel, José Castaño dio clases a reclusos analfabetos y organizó un curso de geografía. Serían sus últimas clases hasta el año 1975.
José Castaño recuerda perfectamente el momento en que le comunicaron su liberación: "Estaba en el patio de la cárcel leyendo La ilustre fregona, de Miguel de Cervantes. Entonces se acercó un guardia y me dijo que podía marcharme. Yo le dije que lo sentía, pero que no podía dejar a medias un libro de Cervantes", rememora ahora entre risas.
2. Después de la cárcel
Aunque ya en libertad, José Castaño arrastró una segunda condena: su pasado en prisión le inhabilitaba para ejercer como maestro y le afectó en otras facetas de su vida cotidiana.
Por ejemplo, recuerda cuando fue a solicitar su pasaporte para visitar a un hermano que vivía exiliado en Francia. Aunque al final se lo concedieron, tardaron muchísimo en gestionarlo. José Castaño comprendió la razón al leer lo que habían escrito en el reverso de su expediente: "Elemento rojo peligroso".
Otra de las situaciones a las que José Castaño tuvo que hacer frente fue a la de cruzarse a menudo con la persona que había firmado las denuncias que le condujeron a prisión.
Estos casos ilustran aquello que Dionisio Ridruejo denominó "una presión social indirecta e incruenta consistente en una particular sensación de entredicho", la cual sufrieron muchos republicanos durante el franquismo.
En los años siguientes José Castaño tuvo que ganarse la vida como cobrador de morosos, empleado de obras públicas, comercial, oficinista... Y así fue hasta que el régimen se relajó y José Castaño, a sus 58 años, pudo cumplir su sueño de ser maestro tras superar un curso de prácticas.
3. La vida como maestro
A José Castaño le tocó dar clases de Lengua, algo que nunca antes había hecho. Pero no le costó mucho trabajo porque, según dice, "cuando se toman las cosas con cariño es mucho más fácil superar los obstáculos".
La incorporación de José Castaño como maestro se produjo muy cerca de su edad de jubilación. Pero no quiso que su edad le separase del sueño que había perseguido durante tanto tiempo. Así que logró seguir dando clases como voluntario.
En el año 1991, por la petición de dos asociaciones de madres y padres de alumnos, pusieron su nombre a un instituto en el barrio murciano de San Antón. "Eso me hizo aún más ilusión que cuando el consejo de ministros me concedió la medalla al trabajo en 2007", confiesa.
Hace dos años, tras haber cumplido los 96, José Castaño dejó las clases tras una caída que sufrió, precisamente, cuando se dirigía a dar clases de apoyo al instituto que lleva su nombre.
En sus casi 40 años como maestro, lo que equivale prácticamente a una vida laboral, José Castaño ha tratado de llevar a la práctica aquellos valores que aprendió como estudiante de Magisterio en la República: "El Plan Profesional de la República ha sido el mejor plan de formación de maestros: no solo te enseñaban las materias, sino que te formaban en la mejor manera de transmitir los conocimientos a los alumnos". Como método de enseñanza, Castaño sigue defendiendo la necesidad de razonar con ellos antes que meter el conocimiento a presión.
Pese a haber abandonado las clases, y pese a tener sus movimientos limitados, José Castaño acudió hace menos de un mes a la misma cárcel en la que estuvo recluido tras su detención en 1939. Con su presencia quiso reclamar que la rehabilitación de la llamada Cárcel Vieja de Murcia incorporara un espacio para homenajear a los represaliados de la dictadura.
Sobre el 20-N, que este año conmemora los 40 años de la muerte de Franco, José Castaño dice no sentir ninguna alegría. "Nunca celebraré la muerte de nadie". En cambio, asegura que cada 20-N siente tristeza, porque se acuerda "de lo que podría haber sido España de no haber sido por el franquismo".