“Concienciar a la sociedad y ayudar a que las personas que viven en la calle no sean invisibles a los ojos de los demás.” “Que se sientan a gusto y relajados por un momento.” Estas son las intenciones de Ana, Cristina y Jonathan, tres jóvenes de 25 y 26 años que viven en Getafe y Valdemoro (Madrid) y que, inspirándose en el proyecto del peluquero australiano Nasir Sobhani (The Street Barber), cortan el pelo y cambian la imagen de personas que viven en las calles de Madrid.
Uncorteunahistoria surge de una conversación entre una peluquera, Ana, su amiga de toda la vida, Cristina, y el novio de esta, Jonathan. Ana, con experiencia previa en voluntariado (aunque sin relación con este tipo de acciones), tenía la idea de hacer algo semejante a lo de Sobhani, y Jonathan debía realizar un trabajo de fotografía social para sus clases de foto. Así fue como un trabajo para una asignatura pasó a convertirse en un pequeño proyecto real.
Su proyecto sigue la idea de más acciones similares - y con mucha repercusión mediática - que se han puesto en marcha en otras partes del mundo, como esta en Nueva York o la de 50 peluqueros que cortaron el pelo a 300 refugiados en Hamburgo. De hecho, ellos mismos creen que hay alguien más en Madrid que también lo está haciendo.
Para realizarlo, hablaron con el australiano, el cual les ofreció sus consejos sobre cómo acercarse a las personas sin hogar para proponerles el corte de pelo. También hablaron con el Samur Social para preguntar por los permisos que debían pedir al Ayuntamiento (de no hacerlo, la Policía podría multarlos por realizar esa actividad en la calle). Además, contactaron con una empresa de material y productos de peluquería que les cedió el material que necesitaban, explica Ana a Verne.
Desde hace poco más de un mes, los tres acuden los domingos a puntos de Madrid tan conocidos como la Gran Vía o Plaza de España, aunque también tienen intención de hacerlo en otros sitios de la periferia. En ocasiones, se han encontrado con otros voluntarios que se encargan de llevar a las personas sin hogar, comida caliente y ropa. Se acercan a ellos, les ofrecen un cambio de peinado y un café caliente. No todos se dejan: algunos alegan que el pelo largo les da calor y que ahora, en invierno, no quieren deshacerse de él. Otros se niegan al principio, desconfían, pero se animan cuando ven el resultado del compañero que sí se dejó. Además del corte del pelo, hablan con ellos e intentan saber sobre sus vidas y su situación anterior. No todos quieren hablar: “A veces les avergüenza o les produce dolor recordar lo que les llevó a vivir en la calle”, dice Ana.
Muchos de los casos que se encuentran distan bastante de la idea estereotipada de persona sin techo: “Hay mucha gente en la calle que son como tú y como yo, que con la crisis, se han visto en esta situación”, cuenta Cristina por teléfono. Un caso que les sorprendió fue el de Edu, que tuvo un trabajo y una vida bastante estable y que, con la crisis, además de determinadas circunstancias personales, todo se vino abajo. Su historia es una de las que han documentado en sus redes sociales.
Junto a las fotos con los cambios de imagen publican la historia de aquellos que han accedido a contarla. Hay veces que no quieren compartirla ni hacerse. “Casi más que el corte de pelo en sí, lo que agradecen es la compañía, la conversación, que alguien se preocupe por ellos durante un rato”, nos cuenta Ana por teléfono.
Ellos son los primeros que han cambiado su manera de pensar desde que empezaron en esto: todas las ideas preconcebidas con las que tenían al comienzo se han esfumado. A sus ojos, una persona que vive en la calle no volverá a ser invisible.
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