En 2015 comenzó a volverse popular en muros de Facebook y blogs un texto sobre una cadena llamada El árbol de los libros, con distintas variaciones, pero un mensaje similar a este:
Estoy buscando 6 personas de cualquier edad que quieran participar en un intercambio de libros. Lo único que hay que hacer es enviar un libro (no necesariamente nuevo, pero sí en buen estado), a una persona por correo. Como resultado recibiréis 36 libros de la temática que os interese (¡si, habéis leído bien, 36!). Comentad si estáis interesados para mandaros las instrucciones por privado. La idea está genial, ¡animaos, venga!
El texto admite múltiples variantes y también se difunde por grupos de WhatsApp o a través de foros como Forocoches. En todos los casos la clave es la misma: una cadena en la que tu regalo enviado a un desconocido vuelve a ti multiplicado por 36. ¿La explicación? Se trata de un sistema piramidal, basado en que para obtener el beneficio, los participantes deben “reclutar” a nuevos miembros, que a su vez reclutan a otros nuevos. Lo importante es saber que los sistemas piramidales siempre, siempre, siempre, terminan fallando.
Si alguien alza las cejas con suspicacia ante un sistema en el que el dinero se multiplica muy por encima de lo que ofrece cualquier banco pero no dudaría en participar en un sistema en el que lo que se multiplica son los libros, debería tener en cuenta que el funcionamiento de ambos es el mismo. Solo que en el caso de los libros que aquí nos ocupan no hay una persona en la cúspide de la pirámide quedándose con doscientos tomos, y sus creadores son en su inmensa mayoría personas bienintencionadas que no tienen el menor interés en timar a nadie. Creen de verdad en el método que han promovido y dedican gran parte de su tiempo a gestionar mensajes, comentarios y quejas del resto de los miembros de estas cadenas, sin recibir nada a cambio (como mucho, 36 libros).
Estas redes antes se administraban por correo postal y ahora lo hacen a través de Internet, organizándose en comunidades online muy activas. Al unirse a estos grupos ya no es necesario conocer a las seis personas a las que “reclutar”; pueden asignarlas los administradores de entre los nuevos miembros interesados en participar. “A mí me mandaron la carta por correo postal, me pareció algo muy interesante para hacer con mi niña, así que le di nombre a la iniciativa y creé el grupo de Facebook”, nos cuenta la creadora del grupo Edición peques El árbol de los niños, con más de 7000 miembros.
¿Pero cómo es en la práctica la progresión de estas cadenas en las que cada nuevo miembro debe enviar la carta a seis personas más, y estas a su vez a otras seis, y así hasta… cuándo? Averiguarlo es sencillo:
- Nivel 1: (que no da un libro a nadie o puede fingir que ya está dentro de una cadena y regalar un libro a alguien de su elección)
- Nivel 2: 6 personas
- Nivel 3: 36 personas
- Nivel 4: 216 personas
- Nivel 5: 1.296 personas
- Nivel 6: 7.776 personas
- Nivel 7: 46.656 personas
- Nivel 8: 279.936 personas
- Nivel 9: 1.679.616 personas
- Nivel 10: 10.077.696 personas
- Nivel 11: 60.466.176 personas
Es decir, si entramos en una cadena que está ya en su nivel 7 necesitaremos que 1.679.616 personas (no recibes los libros de tu siguiente nivel, sino los de dos niveles después) envíen cada una un libro para recibir 36. En sólo dos pasos más, para que los miembros del nivel 9 consigan sus libros, sesenta millones de personas deben participar en el sistema. Y en el nivel 14, el número de participantes necesarios –más de trece mil millones, 13.060.694.016- es superior a toda la población mundial. Si en vez de seis personas son 4 las reclutadas por cada nuevo miembro, la cifra de la población mundial tarda un poco más en alcanzarse, pero siempre se llega a ella. Por eso todos los sistemas de pirámide terminan fallando: necesitan para sostenerse un aporte de nuevos miembros que siempre acaba superando al número de habitantes del planeta.
En los primeros niveles la estructura funciona, pero cuanto más tiempo pasa desde que se crea la red, menores son las posibilidades de recibir lo prometido. Y si se consigue, será a costa de un montón de personas que no recibirán nada a cambio, algo que ocurrirá de forma inevitable. No se trata de que la gente no se implique lo suficiente y no cumpla con lo que ha prometido al meterse en un grupo, se trata de que la pirámide es errónea desde su propia concepción: cuando se colapsa -y, como acabamos de ver, están abocadas a ello desde su propia concepción- los que están en los niveles más bajos no reciben nada.
“Es un delito leve de estafa”, explica por teléfono a Verne Daniel Santos García, abogado especialista en delitos informáticos y fraudes por Internet. “Leve porque el coste de un libro raramente superará los 400 euros, pero delito igualmente. Si alguien denunciase, el juez procedería a investigar, y hay que recordar que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento”. Sucede que como los costes de emprender acciones legales son muy superiores al coste de un libro y de su envío, es improbable que ningún afectado llegue a denunciar jamás.
Este tipo de esquemas siguen y seguirán existiendo por mucho que se prevenga contra ellos porque son engañosamente efectivos, su simplicidad y a la vez su sofisticación no hacen fácil detectar al primer vistazo dónde está su fallo. En el caso del dinero, al fin y al cabo buena parte de la población no logra entender del todo cómo funcionan los depósitos bancarios ni las cuentas de ahorro en la que se nos da, a cambio de nuestro dinero, unos intereses estipulados y legales. ¿Por qué no entregarse entonces a uno que ofrece un interés asombrosamente alto? Así ocurrió con timos a gran escala como el citado de Bernard Madoff o las “células de la prosperidad” que actuaron en ciudades como Barcelona en 2007, que se hicieron populares en los círculos antisistema como una alternativa al capitalismo.
La persistencia de los esquemas piramidales habla de lo alienados que estamos con respecto al dinero, algo que manejamos a diario pero cuyo funcionamiento no logramos entender del todo jamás (el sistema financiero se ha encargado de ser opaco y harto complejo). Si en vez de dinero hablamos de libros lo que queda patente es nuestro desconocimiento de las matemáticas.
Si queremos participar en alguna cadena relacionada con libros, puede ser una buena opción apuntarse a iniciativas que favorezcan el intercambio, pero uno real, es decir, dar un libro y recibir otro a cambio, como por ejemplo los que existen para reciclar libros escolares en torno a los colegios o el clásico bookcrossing. Si lo que se busca es animar a la lectura a niños y adultos, las eternas bibliotecas, los clubes de lectura o los retos online son una buena forma de empezar, y sin gastos de envío de ningún tipo.
Si en vez de libros se tratase de dinero, los gritos de ira de los miembros de la cadena que no han recibido nada se oirían mucho más fuertes. Pero la clave es que, precisamente, no se trata de dinero. Son libros. Objetos a los que dotamos de mucho más que de su valor monetario y que consideramos buenos por definición. Les atribuimos incluso la capacidad de transformar el mundo, están cargados de un hondo significado positivo y logran despertar nuestra mejor parte. La avaricia de poseer literatura no es la misma que la de conseguir dinero.
Por supuesto que hay mucha gente a la que no le compensa participar en un tema así a cambio de nada y otros indignados con justicia porque no han recibido lo que se les prometió. Pero también hay muchos otros que se resignan porque piensan que al fin y al cabo, ¿qué han perdido? Como mucho, le han enviado un libro a un desconocido sin recibir nada a cambio, y es difícil sentirse mal tras hacer algo así.
Los 36 libros no le han llegado ni a la creadora de un grupo de 7.000
R. P.
¿Han comenzado ya a fallar estas redes de "regala un libro y recibe 36"? A juzgar por los comentarios en los grupos de Facebook, sí. La propia creadora del grupo más numeroso de España ha enviado 3 libros y recibido 17. Lo que ocurre es que mucha gente, con recibir diez libros, o incluso dos, está satisfecha.
“Conocí la iniciativa a través de una página de Facebook de literatura infantil respetuosa de España”, explica la creadora del grupo de Argentina. “Alguien hizo un comentario al respecto, invitando a unirse a este juego y explicando la metodología. Quise participar pero me dijeron que no podía por las distancias y los costos de envío, y me dijeron que si en mi país no existía, iniciase uno. El primero de septiembre de 2015 creé el grupo cerrado de Facebook”. Hoy, sus miembros superan los 30.000.
Al ser grupos tan numerosos, gestionarlos se convierte en una tarea compleja. Han acabado por pedir controles de envío, es decir, que cuando una persona asegura haber enviado un libro, lo certifique con una fotografía del resguardo de correos o de la mensajería. En el argentino también han cambiado el número de personas a las que cada nuevo miembro debe enviar la carta de seis a cuatro, con lo que los ejemplares que se reciben son 16 y no 36.
La creadora del grupo de Argentina no está de acuerdo con los fallos inevitables de los sistemas en pirámide: "En cuanto al sistema piramidal, al principio no me di cuenta de lo difícil que se volvía. Después me dije a mí misma que todos los días alguien se convertía en madre, así que la disponibilidad de personas no debía ser un problema. El mayor problema era que haya siempre alguien dispuesto a administrar el árbol". La creadora del de España opina lo mismo: "Siempre van a seguir naciendo niños, los padres de esos niños pueden estar interesados". Pero el sistema siempre acaba fallando.
El primer timo piramidal del que tenemos constancia histórica fue creado nada menos que por Baldomera Larra, la hija del poeta romántico y suicida Mariano José de Larra. En pleno siglo XIX ideó un negocio en el que prometía multiplicar por dos los ahorros de todo el que confiara en su gestión, y así lo consiguió al principio, hasta que el sistema quebró en 1876 y ella huyó de España llevándose todo el dinero que pudo. Los enormes intereses ofrecidos al comienzo de su actuación salían de forma exclusiva de las aportaciones de nuevos clientes. En el momento en el que los clientes dejaban de llegar o no lo hacían a la velocidad requerida, dejó de pagar sus jugosos réditos y todo el entramado se desmoronó.
El timo piramidal demostró ser uno de los inventos españoles de mayor éxito y proyección internacional, popularizándose en su variedad de 'esquema Ponzi' y estando detrás de nombres tan populares en las últimas décadas como Gescartera, Afinsa, Forum Filatélico o el caso de Bernard Madoff.