Se acercan las vacaciones y muchos se ponen en plan gafe y se temen lo peor: ¿me pondré enfermo en cuanto salga de la oficina? ¿Me pasaré tres semanas en cama, con fiebre y sin poder moverme? ¿Solo saldré del hotel para ir a la farmacia?
Este miedo se acentúa con las historias de terror acerca de contagios en aviones, resfriados por culpa de los aires acondicionados e incluso de la llamada “enfermedad del ocio”, un término acuñado por el doctor Ad Vingerhoets: nuestro cuerpo respondería al cambio brusco de actividad con una sensación de agotamiento, migrañas, dolor muscular, náuseas e incluso gripe.
Sin embargo, estos temores son (parcialmente) infundados. El doctor Fernando Pérez Escanilla, responsable del área de Salud Pública de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia, explica a Verne que durante las vacaciones de verano las enfermedades disminuyen y las consultas médicas descienden (las totales, ya que se incrementan en las zonas de vacaciones).
Es más, Pérez Escanilla recuerda que “las vacaciones son fundamentales y vienen muy bien para la salud, aunque solo sea por el llamado ‘cambio de aires’”. Son importantísimas para recuperarse, descansar e incluso desahogarse, explica.
¿Qué nos puede pasar durante las vacaciones?
Esto no quita que haya dolencias propias de las semanas de descanso: nos vamos a un medio al que no estamos acostumbrados y puede haber cierta inadaptación incluso aunque este nuevo medio no sea hostil. Los hábitos, el clima y la comida son diferentes, y en ocasiones puede costar acostumbrarse.
Para evitar problemas, Pérez Escanilla recomienda planificar bien las vacaciones y prepararse para las actividades que tengamos previstas, evitando los riesgos innecesarios. Por ejemplo, en verano comemos y bebemos más, olvidando que la moderación suele ser recomendable. Y muchos también se dedican a pasatiempos a los que no están tan acostumbrados como creen, como el alpinismo o el submarinismo.
Si hablamos de vacaciones de playa, hay que tener cuidado con las quemaduras, la deshidratación y el exceso de calor, además de tomar las prevenciones necesarias ante las picaduras de mosquitos (aire acondicionado, repelente y, cuando haga falta, vacunas).
¿Existe la “enfermedad del ocio”?
En cuanto a esta afección, Pérez Escanilla recuerda que se da en menor medida que el resto de dolencias veraniegas. Sí es cierto que quienes trabajan demasiado y sufren estrés tienen niveles elevados de catecolaminas, unos neurotransmisores entre los que se encuentra la adrenalina, que estimula el sistema inmunológico. Cuando dejamos de trabajar, también descienden los niveles de estos neurotransmisores. No solo se trata de que nuestras defensas estén más débiles: “Cuando uno baja el nivel de actividad, no se sabe cómo puede responder el organismo. Este descenso puede provocar un estado de ánimo depresivo”.
Esto pasa sobre todo en las vacaciones de verano, ya que en fin de semana y otros periodos de descanso “el cambio no es tan brusco. No se desconecta tanto”.
Es decir, el problema no son las vacaciones, sino el trabajo y el estrés. Para reducirlo, Pérez Escanilla recuerda que hemos de planificar nuestra jornada laboral de modo que dispongamos de “periodos de blanqueo, de segmentos de ocio”. Si uno no está acostumbrado, tiene que obligarse y ponerse “pequeños hitos”, aunque solo sea un café a media mañana.
El propio Vingerhoets explicaba en una entrevista publicada en The Guardian que las personas que habían dejado de pasar por esta dolencia cada año lo habían logrado trabajando menos o haciéndolo con otra actitud.
Estando ya a finales de julio y para evitar este bajón tan brusco al llegar las vacaciones, el doctor Pérez Escanilla subraya la necesidad de “desconectar progresivamente del trabajo” e ir cerrando tareas. Esto no significa terminarlas del todo, ya que un sprint final podría ser contraproducente, "sino que puede ser simplemente anotar cómo y cuándo retomar esa tarea al volver de vacaciones”.
En conclusión, la “enfermedad del ocio” debería llamarse más bien “la enfermedad del trabajo”. Se caracteriza por agotar al empleado y elevar sus niveles de catecolaminas hasta el punto de que no puede estar tranquilo ni en agosto. Se cura descansando y apagando el móvil.