Hay historias que se hacen virales en Linkedin. No son muchas, pero las hay. Como esta que compartía hace un mes Anubhav Krishna:
Un tipo miró mi Corvette el otro día y se preguntó cuánta gente podría alimentarse por el precio de ese coche. Le contesté que no estaba seguro. Había alimentado a muchas familias de Kentucky que lo fabricaron, a los que hicieron las ruedas, a los que se encargaron de los componentes, a los trabajadores de la mina de cobre de la que se extrajo el cobre para los cables y a los que fabricaron los camiones que transportaron este cobre. Esa es la diferencia entre el capitalismo y la mentalidad de las prestaciones sociales. Cuando compras algo, pones dinero en los bolsillos de la gente y dignificas sus habilidades.
Desde entonces suma más de 310.000 me gusta y va camino de los 18.000 comentarios. Pero la historia no es suya: la publicó en octubre y en Facebook el empresario estadounidense Tom Nicholson. En primera persona, hablando de “su” Corvette (de hecho, hay más fotos). Ahí superó el medio millón de reacciones y los 50.000 comentarios. Además, se ha compartido más de 260.000 veces.
En su post, Nicholson añade que “cuando le das a alguien algo a cambio de nada, le robas su dignidad y su autoestima. El capitalismo consiste en dar libremente tu dinero a cambio de algo de valor. El socialismo se basa en quitarte tu dinero en contra de tu voluntad y hacerte tragar algo que nunca pediste”.
La historia tiene ecos de La riqueza de las naciones, el clásico de Adam Smith en el que se puede leer que "no es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés".
De hecho, está gustando especialmente a quienes consideran que la mejor forma de que todo el mundo disfrute del bienestar económico es dejar que opere la mano invisible del mercado. Es decir, lo que verdaderamente ayuda a las familias es que haya consumo y se creen empresas y puestos de trabajo. No hay que ayudar a nadie, basta con dejar que todo el mundo se ayude a sí mismo.
Pero también hay que decir que esta fábula tiene algunos agujeros. Por ejemplo, Nicholson podría haber comprado un coche más barato. Así habría contribuido del mismo modo a los sueldos de los empleados de la empresa fabricante y podría haber aprovechado el dinero sobrante para ayudar a más gente, incluso aunque fuera comprando más y no con los donativos que sugería su vecino.
Por no hablar de que, sin impuestos, General Motors no podría haber fabricado el Corvette, como explica el filósofo Peter Singer, citado por The Guardian, en un texto que parece escrito expresamente para responder a este viral. Sin estas tasas no existiría “un sistema legal que protege los derechos de los mineros, la propiedad privada de los terrenos, la divisa nacional, el sistema de transportes, la producción de energía, una mano de obra formada, la protección de patentes, la resolución judicial de disputas, la defensa nacional y la protección de las rutas de comercio”.
El Estado no solo “nos roba” el dinero para dedicarlo a cosas sin importancia, como la sanidad o las prestaciones por desempleo, sino también para que podamos disfrutar de nuestros deportivos.
¿Y cuánto cuestan tus zapatos?
De todas formas y antes de echarle en cara a alguien que se compre un deportivo, no está de más preguntarnos si necesitamos unos zapatos nuevos. Se trata del dilema de la niña que se está ahogando, también de Peter Singer.
Imagina que te encuentras a una niña que ha caído en un estanque. Sabes que podrías rescatarla fácilmente, pero llevas unos zapatos muy caros y no quieres que se estropeen, así que decides seguir tu camino. Al fin y al cabo, mucha gente pasa por ahí y seguro que alguien verá a la niña antes de que se ahogue.
Obviamente, esta decisión es injustificable: la vida de una niña vale mucho más que unos zapatos nuevos. En tal caso, escribe Singer, “¿hay alguna diferencia si la niña está lejos, quizás en otro país, pero del mismo modo en peligro de morir, y puedes también salvarla, sin un gran coste y ningún peligro para ti?”. Es decir, ¿por qué no donamos lo que nos cuesta una camisa, una cena en un restaurante, un concierto o un Corvette?
No es lo mismo un deportivo que unos zapatos. Por eso Singer cree que deberíamos donar según nuestros ingresos: al menos un 1% si cobramos menos de 50.000 dólares al año, pero más de un 14% si nuestros ingresos superan el millón. Y eso sin perjuicio de lo que deba hacer el Estado.
En su web, The Life You Can Change, recuerda que con una donación de 3 dólares se puede comprar una cama tratada con insecticida para proteger de la malaria y con 35 dólares, una operación de cataratas. Hay incluso una calculadora para conocer la utilidad de cada donativo a las organizaciones que aparecen en su web y que están seleccionadas de acuerdo a su impacto y eficiencia.
Si eso no nos convence, incluso podemos donar por egoísmo y seguir así las doctrinas de Adam Smith: Singer cita estudios que muestran que “las personas generosas son habitualmente más felices y están más satisfechas con sus vidas que aquellos que no dan”.
Quizás después de todo eso sobre para un deportivo. Pero aun así, esta decisión es difícilmente justificable. Según Singer, alguien que compra un artículo de lujo está diciendo: “Soy extraordinariamente ignorante o simplemente egoísta”, al preferir “gastar mi dinero en algo que solo llevo por aparentar”.