Cuando el suizo Tim Steiner pasea por Zúrich o viaja en avión, nadie sabe que es una obra de arte en movimiento. Toda su espalda está cubierta por un colorista tatuaje concebido por el artista belga Wim Delvoye. De momento, Tim posa en museos y galerías como si de un cuadro se tratara; tras su muerte, enmarcarán esa parte de su piel, que pasará a ser propiedad del coleccionista privado que ha pagado 150.000 euros por ella.
Si Steiner no es considerado un individuo más que luce un tatuaje es porque alguien ha pagado por ello. Delvoye, el excéntrico artista detrás de la idea, concibe este lienzo humano para cuestionar hasta qué punto el dinero define qué es arte. Opina que la inmensa mayoría de los visitantes del Museo del Louvre de París acuden al lugar para ver La Mona Lisa y comprar macarons. "La gente que va a ver una obra de Matisse o Picasso no lo hace por admirar su talento, sino por el hecho de estar expuesta", dice Delvoye a Verne desde su estudio en Bélgica.
La provocación del belga encontró en Tim Steiner al soporte perfecto: "Lo elegí a él porque ya tenía tatuajes; no era virgen en eso de tomar una decisión para toda la vida. Tenía que decorar con tinta toda la espalda y convertirse en un lienzo hasta la muerte. Además, tiene un cuerpo bonito y le entusiasma el proyecto".
Steiner se convirtió en lienzo humano para Delvoye entre 2006 y 2008 ©Wim Delvoye
De hecho, es el modelo quien lleva ahora el peso de esta curiosa propuesta. Tim Steiner tiene que participar por contrato en al menos tres exposiciones al año en cualquier parte del mundo. "Yo ya pasé la página para dedicarme a otras cosas. Él ha dejado su trabajo y su única ocupación es este proyecto. Cuando le surgen más exposiciones de las que tiene firmadas, las galerías contactan con él directamente sin contar conmigo", cuenta el belga.
El artista probó antes la idea con animales. Durante años tatuó motivos banales, como tribales o dibujos animados, en el lomo de cerdos. Cuidaba de ellos en granjas artísticas situadas en China hasta que morían de forma natural. Luego se creaba un lienzo con esa parte de su cuerpo y los vendía como parte de una colección. En ocasiones es él mismo el encargado de hacer los tatuajes y
Delvoye habla con asombrosa naturalidad de esta obra: "Elegí a un hombre porque cada vez se me hacía más complicado llevarlo a cabo con cerdos. Cada país tiene sus normativas. A Tim no tengo que vacunarlo y se puede subir a un avión él solo". Todo suena muy práctico para ser arte. "Es que una de las reflexiones que han surgido de todo este lío es el modo tan curioso en que el arte se funde con lo pragmático", comenta.
Fotografía tomada en una "granja artística" de Delvoye situada en Pekín (China) ©Wim Delvoye
En otra de sus propuestas, Delvoye ha empleado Rayos X para radiografiar escenas de sexo explícito, lo que para muchos es un uso injustificado de una tecnología nociva para la salud. "La sociedad tiene un enorme tabú con las cosas que considera entretenimiento. Puedes enviar a un cerdo al matadero para comer, pero no puedes recurrir a él para algo que no se considere necesario, aunque su destino sea mucho más apacible", dice el artista, que se declara vegetariano.
Y la conversación gira hacia las corridas de toros. "La gente, especialmente lo más jóvenes, deciden protestar desde sus iPads. Los animales no les importan tanto, pero protestar por ello es algo que queda bien en Facebook o Instagram. Lo hacen por sentirse validados; algo que, por cierto, también hacemos los creadores".
¿Tiene derecho la sociedad a exigir ética a los artistas? "Lo único que sé es que se nos solicita que seamos más éticos que a los políticos o a los hombres de negocios", responde. "El arte está hecho para romper tabús. Pero siento que cada vez que desaparece uno, surgen otros dos en nombre de la libertad y lo políticamente correcto".
Aunque no lo parezca, Wim Delvoye asegura haber puesto límites en el pasado a sus pulsiones creativas. Aprovecha para contar una anécdota que insiste en hacer pasar por verdad, aunque no haya pruebas que lo demuestren. Se recrea en el relato: "Una vez me planteé utilizar a un perro con un cráneo similar al de un humano para practicarle todas las operaciones de cirugía estética necesarias hasta que se pareciera a mí. Encontré a un médico dispuesto a hacerlo. Me dio incluso presupuesto y me sorprendió que no era muy caro, unos 30.000 euros. Alguna galería rechazó la idea, pero encontré a un comisario artístico que estaba al cien por cien de mi lado. Me asustó que tanta gente estuviera dispuesta a ayudarme", admite.
FE DE ERRORES
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