Fuimos muchos quienes sufrimos el llamado efecto Tetris. Jugábamos tanto que imaginábamos los bloques al cerrar los ojos para intentar dormir.
Adam Alter menciona esta ilusión, que no es exclusiva de este videojuego, en su libro Irresistible, en el que explica cómo la tecnología aprovecha nuestras debilidades para captar nuestra atención durante el máximo tiempo posible. Este profesor de psicología y marketing de la Universidad de Nueva York habla en su libro de Instagram, de Facebook, de las tiendas online y de World of Warcraft, pero también dedica unas páginas a Tetris.
¿Por qué este juego en apariencia tan sencillo resulta tan adictivo? ¿Por qué es posible que estés pensando en buscar una versión online para echar una partidilla a pesar de que tiene más de 30 años? ¿Por qué estoy casi seguro de que estás pensando en su música?
1. Es fácil de aprender. La mecánica del juego es sencilla y en seguida entendemos que hay que girar las piezas para ir completando líneas. No hay personajes complejos, combinaciones extrañas de botones ni acertijos imposibles de resolver. Solo hay ladrillos de distintas formas. Aprendes jugando y sin necesidad de leer instrucciones. Esto también ocurre con otros videojuegos, como los de Mario, de los que también habla Alter.
2. El juego evoluciona contigo. Tetris es muy fácil al principio, pero se hace más difícil a medida que progresamos. Las piezas caen cada vez más rápido y tenemos menos tiempo para reaccionar. Es decir, el juego sigue siendo divertido incluso aunque ya lo dominemos.
Que se lo digan a su creador, Alexey Pajitnov. En 1984, Pajitnov trabajaba en la Academia de Ciencias de Rusia, en Moscú, donde tenía tiempo para desarrollar proyectos paralelos. Según explica Alter, Pajitnov “trabajó en Tetris durante más tiempo de lo que tenía previsto porque no podía dejar de jugar a Tetris”. Su mejor amigo, Vladimir Pokhilko, lo instaló en el laboratorio del Instituto Médico de Moscú: “Todo el mundo dejó de trabajar, así que lo borré de todos los ordenadores”. No tardaron en hacerse con otra copia.
3. Ni demasiado fácil, ni demasiado difícil. Esta evolución gradual se hace de tal modo que el nivel del juego queda justo por encima del alcance de nuestras habilidades de ese momento. Es decir, en lo que el psicólogo Lev Vygotsky, experto en aprendizaje infantil, llamaba “la zona de desarrollo próximo”.
Así no solo se aprende, sino que disfrutamos del proceso. De hecho, a menudo nos vemos inmersos en la experiencia hasta el punto de perder la noción del tiempo, en lo que el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi llama “flow” o fluir, y que se ve a menudo en gente que practica deporte, en artistas y, también, en gente que está jugando.
Para disfrutar de esta sensación, escribe Alter, el reto no puede ser demasiado difícil, lo que provocaría ansiedad, ni demasiado fácil, ya que nos aburriríamos.
4. El bucle lúdico. Tetris también propicia los bucles lúdicos, que se dan “siempre que disfrutamos el breve placer de resolver un elemento de un juego y cuando aparece otra pieza incompleta”.
En el caso de Tetris, se da cuando eliminamos una (¡o cuatro!) líneas, que parpadean antes de que caiga el siguiente ladrillo. Este bucle lúdico no solo explica que nos enganchen los videojuegos: también las máquinas tragaperras y las redes sociales, por poner más ejemplos. Vamos de aplicación en aplicación en el móvil buscando pequeñas recompensas en forma de tuits, likes y nuevas fotos en Instagram.
5. El juego es infinito. No acaba. Nunca. No hay un último jefe al que vecer. Y eso hace que lo importante sea el proceso. Alter cita al diseñador de videojuegos Bennett Foddy, que explica que algunos creadores están en contra de este formato de juego sin fin, “porque aprovecha una debilidad de la estructura motivacional de la gente: que no será capaz de parar”.
A veces es peor, recuerda Alter. Como ocurre con los juegos que te obligan a parar… A no ser que pagues para seguir, como Candy Crush.
6. Tú también evolucionas con el juego. Richard Haier, de la Universidad de California, usó Tetris en 1991 en un estudio que demostró que nuestro cerebro mejora la resolución de tareas difíciles con la práctica.
Los participantes en el experimento acudieron al laboratorio a jugar 45 minutos diarios, cinco días a la semana durante ocho semanas. Después de eso se registró un incremento en el grosor y la actividad de la corteza cereral. “Básicamente -apunta Scientific American- el cerebro usó más energía en ese tiempo de entrenamiento e incrementó su grosor, lo que supone más conexiones neuronales tras este entrenamiento”.
El de Haier no es el único estudio sobre Tetris. Otro de 2009 halló mejoras en las áreas del cerebro dedicadas a la atención y al razonamiento. Por supuesto, también hay que mencionar que no es el único videojuego que ayuda a mejorar nuestras capacidades cognitivas.
7. Da la impresión de que estamos construyendo algo. Muchos juegos consisten en matar zombis, lo que no tiene nada de malo. ¿Cuál sería la alternativa? ¿Dejar que los zombis ganen? En Tetris, “tu esfuerzo produce una torre placentera de ladrillos coloreados”, escribe Alter, a pesar de que la versión de la primera Game Boy era en blanco y negro. Esta sensación de estar creando algo con trabajo y esfuerzo “es una razón importante” detrás de hábitos que “de otro modo perderían su atractivo en el tiempo”.
A eso se le añade otro detalle importante, que explica Pajitnov, el creador del juego, en el libro de Alter: “El caos viene hacia ti en forma de piezas al azar y tu trabajo es ponerlas en orden. Pero en cuanto construyes la línea perfecta, desaparece. Todo lo que permanece es lo que has fracasado en completar”.
No queda ni rastro de tus logros, pero sí ves ante ti todos tus errores. Cualquiera que haya jugado un poco al juego sabe lo irritante que eso resulta y cómo a veces lo que más nos motiva es la necesidad de corregir esos errores. ¿Es un poco como la vida? No, hombre, no. Tampoco nos pasemos.