¿Y si en el futuro el trabajo, tal y como lo entendemos, no formara parte de nuestra vida?

"Se nos ha inducido a vivir una relación con el trabajo similar a la que tenemos con la religión"

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Los Supersónicos ('The Jetsons', en su título original) eran como 'Los picapiedra' del futuro
Los Supersónicos ('The Jetsons', en su título original) eran como 'Los picapiedra' del futuro.

A estas alturas ya pocos ponen en dudan que en España tenemos horarios muy raros, en especial en el aspecto laboral. Tener un trabajo nos proporciona estabilidad, al tiempo que nos roba libertad a la hora de gestionar nuestro tiempo. Esa contradicción abre el debate sobre si es una fuente de felicidad o infelicidad. La inestabilidad económica y la llamada cuarta revolución industrial, que sustiturá el esfuerzo humano por máquinas, puede obligarnos a repensar nuestro yo profesional. La filósofa, feminista y autora de repercusión internacional Nina Power (Reino Unido,1978) analiza para Verne si, en tiempos en los que el futuro laboral resulta poco prometedor, deberíamos buscar alternativas.

¿Y si dentro de poco el trabajo, tal y como lo entendemos, no formara parte de nuestras vidas? "Work isn't working" (El trabajo no funciona) es un lema que pronuncia a menudo Power para definir la situación actual. La británica acaba de analizar el presente y futuro de la relación entre trabajo, ocio y felicidad en A Manual on Work and Happiness, un seminario internacional celebrado en Pergine (Italia) organizado por Artemrede.

Nina Power

La felicidad ha sido devorada por el capitalismo, proclama en sus escritos, en los que defiende que se nos ha hecho entender la calidad de vida como un cúmulo de posesiones materiales, que obtenemos a partir del trabajo. Por eso, en sus intervenciones públicas, plantea la posibilidad de ser felices ante nuevas formas de empleo o la ausencia de él.

"Las nuevas generaciones son las que menos conformes están con una existencia laboral hecha de horarios imposibles y sueldos miserables. El capitalismo nos ha vendido que lo contrario del trabajo es la vagancia; pero los más jóvenes ya no se tragan esa idea. Tampoco se creen que debamos sentirnos felices porque nuestras largas jornadas de trabajo nos hagan más productivos", cuenta Power a Verne a través del teléfono.

Se refiere a la generación millennial, a la que considera la clave del cambio: son aquellos nacidos entre 1981 y 1994 y que forman la parte de la sociedad que, según Manpower Group, constituirá en 2020 el 35% de la fuerza laboral mundial.

Pero, ¿trabajar nos hace felices?

Colaboradora habitual de The Guardian, en uno de sus artículos para el diario Power cuenta cómo la Lotería Nacional en Reino Unido acertó a la hora de lanzar un premio en forma de sueldo anual, en vez de otorgar un gran cantidad en metálico. Es un sistema que también funciona en España y que sus creadores explicaron como "la forma de liberarse de todas las cosas irritantes del día a día". Se plantea si el trabajo es, acaso, no solo una de esas cosas irritantes sino la mayor de todas ellas.

La filósofa defiende que, en muchos países, "se nos ha inducido a vivir una relación con el trabajo similar a la que tenemos con la religión". Es decir, con una elevada carga moral: "Incluso aquellos que desarrollan su vocación profesional lo viven como si respondiera a una llamada, algo que solemos relacionar con la fe".

En una sociedad cada vez más aconfesional, esta supuesta simbiosis entre trabajo y felicidad que se nos ha vendido de connotaciones casi místicas ya no tiene sentido; menos todavía para el sector femenino de la población, asegura la autora del ensayo La mujer unidimensional.

El ámbito profesional resulta para la mujer un recuerdo constante de desigualdad, así que ¿podría ser también un equivalente de la infelicidad?, le preguntamos. "La incorporación de la mujer al mundo laboral es un fenómeno histórico reciente. Con él, la mujer intentaba zafarse de la trampa social que a menudo resultaba su propio hogar o incluso del abuso doméstico. En este tiempo, se ha demostrado que no ha sido una emancipación real y que, en muchos casos, esa deseada libertad se ha convertido en una doble carga".

Menos hygge y más autogestión

Con sus ideas, Power no nos está animando a abrazar una vida ociosa; sino a buscar nuevas formas de ser autosuficientes en el aspecto laboral. El cineasta Apostolos Karakasis, quien ha intercambiado opiniones con la británica en, rodó en 2015 el documental Next Stop: Utopia. En él mostraba cómo un grupo de asalariados griegos toman el control de la arruinada fábrica en cadena en la que trabajan. Al autogestionarse y desempeñar labores muy distintas de las que estaban acostumbrados, compreden que ellos, y no solo el sistema, debe adaptarse a los nuevos tiempos.

Los trabajadores griegos que ocuparon una fábrica en bancarrota / Next Stop: Utopia (2015)

"Hasta ahora se nos ha inculcado la obligación de generar algo que sea útil para una empresa o un jefe, aunque deberíamos recordar que se han hecho cosas muy negativas en nombre de la productividad", argumenta la británica, profesora de Filosofía en el Royal College of Art de Londres.

Por ejemplo, una de las posibilidades que se plantean para un futuro próximo es que las máquinas ocupen buena parte de los trabajos que ahora desarrollamos los humanos. "En ese caso, sería una oportunidad para prestar más atención a profesiones cercanas al cuidado humano; aquellas de las que no puede encargarse la inteligencia artificial. Son trabajos relacionados con el cuidado de bebés, ancianos o enfermos y que, en la actualidad, son los peores pagados y los que permanecen más ocultos en cuanto a reconocimiento social", destaca.

En los últimos tiempos, la ONU ha intentado medir el concepto abstracto de felicidad, con listas anuales sobre los países más felices del mundo. Entre sus parámetros a medir, se encuentra el trabajo. En este contexto han surgido propuestas como el hygge, una filosofía de vida exportada desde Dinamarca que asegura el bienestar en 12 cómodos pasos.

Al otro lado del teléfono, Power resopla para expresar lo que opina de este término. "Es una idea muy mona, pero puro márketing. Asume que vivimos en una sociedad podrida y sugiere como respuesta un gesto muy pequeño en comparación con todo lo que queda por hacer. No puede haber una verdadera revolución social si no nos sentimos enfadados antes y el hygge representa justo lo contrario", defiende.

Con respecto a un cambio de actitud, Power se muestra esperanzada, teniendo en cuenta que los resultados electorales demuestran que no han sido los jóvenes quienes han votado el Brexit ni a Donald Trump. "No creen que el trabajo, tal y como está planteado, sea una fuente de felicidad. Gracias a ellos, resulta muy interesante observar lo que está por venir en un futuro cercano".

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