A cualquiera le parecerá una exageración que lleve más de seis meses buscando piso para vivir sola. Yo también lo pensaría, si no fuera porque lo he experimentado, como cuento día a día en este diario sobre la odisea de encontrar piso. Una vez conseguidos unos ingresos fijos mensuales, nunca llegué a imaginar que esto pasaría. Pero en este medio año me ha dado tiempo a pasar por situaciones que reconocerá cualquiera que se haya querido independizar en una ciudad como Madrid con un presupuesto ajustado. Como estas:
1. Llamar un par de horas después de que pongan el anuncio y que te digan que ya está alquilado, porque esto es Los Juegos del Hambre y, el que no corre, vuela. A base de ver desaparecer anuncios en un abrir y cerrar de ojos, ahora vivo pendiente de las alertas del correo todo el rato y cuando voy por la calle miro cada portal en busca de un “se alquila”.
2. Ver un anuncio de un piso que te gusta mucho, tenerlo casi todo a favor para quedártelo (precio, zona, requisitos) y cuando por fin llega la visita, sin que nadie te lo haya levantado antes, comprobar que era un espejismo y, en realidad, el piso está destrozado. En las fotos estaba perfecto: te han vuelto a hacer perder tiempo y te llevas un buen cabreo -gratis, eso sí- cortesía del arrendador.
3. Encontrarme a gente que no tiene ninguna vergüenza a poner en alquiler espacios más parecidos a un zulo que a un sitio habitable y, por si fuera poco, a precio de oro. Eso sí, con un exquisito uso de los eufemismos. Ya sabes: coqueto, mejor ver.
4. Esto me ha pasado un par de veces: cuando vas de camino a ver un piso, el casero te escribe para decirte que ya no hace falta que te acerques. Se lo acaba de quedar alguien que consiguió la cita primero. Y esto le pasa a muchos que no pueden salir del trabajo hasta tarde.
5. Llegar a recibir cada vez menos alertas de pisos que se ajusten al presupuesto que he limitado. Por menos de 500 euros solo hay 25 pisos (de 8.283) de al menos 40m2 en todo Madrid capital. Por menos de 600 euros, 162. Repito: en toda la ciudad de Madrid.
6. Tener ojo para los timos: si el piso es enorme, está decorado como si saliera del catálogo de IKEA, es céntrico y tiene un precio sorprendentemente bajo, ahí hay gato encerrado seguro. Ten cuidado, especialmente si es de alguien que no te puede enseñar el piso justo en estos momentos y te pide una señal para reservarlo. Son los timos del alquiler.
7. Ver otro anuncio, enamorarte del piso y ver que está donde Cristo perdió la alpargata (esto es, a 20 minutos del metro, por ejemplo) y/o en una calle por la que no te gustaría pasar sola a las doce de la noche (si no sabes de lo que te hablo, echa un ojo a esto).
8. Visitar uno que es prácticamente a la medida de lo que buscas y enfadarte porque lo gestiona una inmobiliaria que, para un alquiler de 500 euros, pide un desembolso previo de más de 2.000. Una parte de ellos irrecuperable porque son los honorarios de la agencia que, por cierto, tú no has contratado: solo les has llamado porque no queda más remedio (el arrendador es quien los contrató para que gestionen el piso), pero tú lo has encontrado de manera autónoma en Idealista, Fotocasa o a través de un cartel en el portal. Y, encima, te piden como requisito enseñar tus movimientos bancarios. Y por ahí no paso.
Este último motivo es el que más me cabrea y por el que creo que me está costando más todavía encontrar piso: he dejado pasar unos cuantos sitios (el último hace una semana, sigo llorando) que eran todo lo que buscaba. No quiero ceder y enseñarle a una inmobiliaria y a mi futuro casero algo tan privado como mis movimientos bancarios ni pagar por unos honorarios de algo que no he contratado, aunque quizás a este paso acabe pasando por el aro.
Entiendo que otras personas cedan. Yo juego con la carta de que tengo un sitio donde vivir, la casa de mis padres, sin una fecha límite en la que me quedaría en la calle. De no ser así ya hubiera aceptado todo lo que me pidieran, como si tuviera que apalabrar a mi primogénito (que a este paso...).
Cuando lo hablo con otras personas en situación similar -veinteañeros con sueldo fijo que en teoría nos debería de dar para vivir- , creemos que no pedimos tanto.
¿Pido tanto? Me vale con un mínimo de 40m2 y una habitación, que esté cerca del Metro (con cerca me refiero a muy cerca: a menos de 5 minutos) y que esté en buenas condiciones (sin humedades, pintura estropeada, electrodomésticos o muebles básicos en mal estado). Si está amueblado, mejor, pero de eso también me podría ocupar yo (salón y habitación solamente, claro, no electrodomésticos, por ejemplo). También es cierto que no puedo meterme en un 5º sin ascensor porque habrá días que mi asma no me permita subir cinco pisos a patita.
No quiero inmobiliarias de por medio. No tengo mascota ni coche, que son dos temas complicados a la hora de buscar. Y lo busco en Puente de Vallecas, dentro de una zona que abarca cuatro paradas de metro y se supone que es uno de los barrios más económicos para buscar alquiler, además de estar bien comunicado con el centro (es línea directa con Atocha y Sol) y para ir a trabajar no me supone un problemón de pérdida de tiempo (media hora ida y media vuelta con un par de transbordos en metro o bus, pero librándome de tener que añadir un cercanías a la travesía). También tengo alertas para la zona de Pacífico (una parada más allá de Puente de Vallecas, distrito Retiro) porque me gusta soñar. El centro ni me lo planteo porque eso ya no es soñar, es un viaje astral.
En realidad no llevo sólo seis meses. A comienzos del verano de 2016 pasado ya empecé a mirar sin tomármelo muy en serio porque no me imaginaba lo que iba a unos meses después. Entonces, hace sólo año y pico, el panorama era distinto y había pisos más asequibles: recuerdo ver un piso con todo lo que pido a unos 450 euros. No duró mucho, pero ahí estaba. Si lo anunciaran ahora, calculo que pedirían unos 550-600 como mínimo. De pocas cosas me arrepiento más que de no haber llamado en el mismo momento en el que lo vi. Pero entonces ese era el precio más o menos normal, podías encontrar bastantes cosas en el barrio si ponías el límite en 500 euros.
Cuando en febrero-marzo me puse en serio (mi sueldo mejoró ligeramente y me permitía vivir de forma más holgada) ya vi que las cosas estaban cambiando. En la primera semana, cuando aún no había activado las alertas en el correo, encontré uno que ahora me parece hasta un chollo pero que en ese momento me resultaba una burrada de dinero: ya estaba en el límite (por encima) de ese tercio de sueldo que recomiendan gastar como máximo en un alquiler y, además, tenía que amueblarlo. “Ya te saldrá algo mejor”, me decían. Ahora mataría por volverlo a encontrar.
Así estoy viendo cómo todo sube de manera acelerada: empecé queriendo pagar como máximo 500-525 euros -una de las razones por las que opté quedarme en uno de los barrios más baratos- y ahora estoy dispuesta hasta los 600, sin cambiar la ubicación de búsqueda, aunque suponga más de lo que me debería permitir y tener que recortar en otros gastos o sacrificar un porcentaje que debería ser para ahorrar. Si tuviera un presupuesto más ajustado no tendría otro remedio más que compartir (de hecho, conozco a gente que vivía sola y ha empezado a compartir porque ya no podía afrontar solo un alquiler). Pero con mi sueldo y después de años sin cobrar o con sueldos precarios, considero que con 28 años me puedo permitir el ahora aparente lujo de vivir sola en un piso pequeño, porque 40m2 tampoco es un palacete. Si fuera mileurista no lo podría hacer. Y si cobrara el salario mínimo interprofesional, muchísimo menos.
A veces me siento culpable: ¿estaré pidiendo demasiado? ¿Soy demasiado exigente? Lo que sé es que no estoy sola: somos legión los que buscamos un piso decente a un precio razonable y, no solo no lo encontramos, sino que nos topamos con todo tipo de desastres y abusos. Mientras tanto me tocará seguir escuchando, como a tantos, aquello de: ¿pero todavía no has encontrado nada?