Jackie y su amigo

Los animales se merecen acabar en familias que sepan que también son una responsabilidad

Hoy me gustaría contar una experiencia personal. Cerca de donde vive una amiga mía, en un pueblito tipo ciudad dormitorio a las afueras de la ciudad, había una casa abandonada. La casa se caía a trozos, pero tenía dueños. Y también inquilinos: dos perritos que anteriormente habían pertenecido a los susodichos dueños. Al primero de ellos, que se llamaba Jackie, lo dejaron ahí porque ladraba mucho. Su amigo, del que nunca llegué a conocer el nombre, había pertenecido a la hija de los propietarios, pero se cansó de él y se lo dió a sus padres, que lo llevaron a la finca junto a Jackie. Tiempo después la chica se compró un yorkshire que, por lo visto, lleva consigo a todas partes.

Hace cosa de un mes y medio, los dueños llevaron a los dos perritos a la perrera municipal porque habían vendido la finca y los cánidos no podían quedarse ahí. Servidora se entera y se propone sacar de ahí a los dos animales. Ahí empieza una saga de dimes y diretes porque al haber venido ambos del mismo dueño, el jefe de servicio de la perrera no se fía y piensa que esto es todo un sainete que hemos montado para que le hagan la puesta a punto gratis a los perros, ya que la normativa municipal obliga a entregar los animales a los adoptantes con vacuna antirrábica, con el chip y castrados.

Voy varias veces por la tarde al centro a intentar convencer a esa gente de que yo no tengo nada que ver con los dueños pero me dicen que sin el beneplácito del jefe de servicio no pueden darme a los perros. Uno de los empleados sugiere que la única posibilidad pasa porque vaya por la mañana a hablar en persona con el jefe de servicio, que está en las instalaciones los miércoles y los viernes de nueve de la mañana a 10 de la mañana y de 11 de la mañana a 12. De 10 a 11 no porque sale a hacer unas gestiones. Me imagino que gestiones periódicas y urgentes. Todo esto me lo cuenta subiendo un poquito la voz porque los perros ladran como demonios en los cheniles y mientras ambos vemos pasar la rata más grande y lustrosa que he visto en mi vida. “Les ponemos veneno, pero no hay manera”, me comenta. Cuando consigo hablar con el jefe de servicio, me dice que puedo llevarme a los perros siempre que firme un documento diciendo que los perros eran míos y que me comprometo a hacerme cargo de todos los gastos correspondientes a la vacuna y el chip. Si no no había perros, así que digo que sí.

“Vuelva usted mañana”, básicamente

La tarde en la que finalmente fui a llevarme a los perros llovió. Cuando llegué había una señora que había ido a dejar ahí a su perro. Decía que no podía hacerse cargo de él. El perrito estaba atado en la puerta mientras ella rellenaba los papeles, absolutamente aterrorizado e intentando escaparse. Al rato vino un funcionario a quitarle el arnés con el que venía y le puso una cuerda. Cuando vinieron a atenderme a mí, me dijeron que solo podía llevarme a uno de los dos perros a por los que venía. Habían realizado los análisis y Jackie tenía leishmania y, según la normativa, eso eliminaba la posibilidad de adopción. Nunca iba a poder salir de ahí. Fuimos hasta el chenil y separamos a los dos perros. Me metí en el coche con el perro y los ojos como dos pelotas de tenis por el esfuerzo de no llorar delante del amigo que había tenido la gentileza de acompañarme a la perrera.

Según un estudio de la Fundación Affinity, en 2016 fueron abandonados más de 137.000 perros y gatos. La mayoría de ellos durante el segundo trimestre y en gran medida debido a la gran cantidad de camadas indeseadas. Según el Análisis y caracterización del sector de los animales de compañía realizado por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente en 2015, solo el 32,3% de los perros están esterilizados. El motivo principal que se da es que a los dueños no les parece “natural”.

La gente que no esteriliza a sus animales no ha visto 'La dama y el vagabundo'.

En esta época del año, es habitual que las familias se decidan a regalar un animal de compañía. Sobre todo porque son bonitos, suaves, te quieren mucho y distraen a los niños aunque sea un rato. Pero la pura verdad es que los animales se merecen acabar en familias que sepan que también son una responsabilidad y que dejarlos tirados no solo es incívico e inmoral. Es inhumano.

Como no todos son finales tristes, os diré que el amigo de Jackie está mucho más feliz y que una familia se ha interesado por él para darle una casa donde esta vez lo quieran para siempre. Y que ahora sí tiene nombre: Chan.

Gracias a T. M. J. y E. por ayudarme a lo largo de todo este asunto.