Hacía siete meses que Petr venía viajando a dedo desde la República Checa cuando nos conocimos en Camboya. Jamás olvidaré que incluso allí, perdidos entre las épicas ruinas de Angkor Wat, todo su entusiasmo viajero lo acaparaba el recuerdo de Irán. Solo un año más tarde, otra amiga polaca mencionaba que había recorrido sola el país durante un mes sin encontrar más que amabilidad. Y encima, el verano pasado, dos amigos que venían de cruzar desde Turquía a China por tierra volvían también enamorados de Persia.
¿Eran imaginaciones mías o Irán, jugador titular de la sección de malas noticias del telediario, se estaba convirtiendo en destino turístico de moda?
Irán había cruzado alguna vez mi horizonte de planes viajeros, pero estar forzada por ley a cubrirme el pelo, la prohibición de la homosexualidad, la prohibición del rock, la prohibición hasta del baile… Nada acababa de convencerme. Solo los relatos en primera persona de otros viajeros me fueron despertando la curiosidad, hasta que cierta noche de invierno me vi comprando un billete a Teherán.
¿Es seguro viajar por Irán?
Sí, fue ver en la televisión las noticias sobre las protestas de finales de diciembre y plantearme cancelar todo. Sin embargo mis contactos en el país aseguraban que por más que los iraníes están hartos del paro, de las subidas de precios de la gasolina y de la carne, de que los presupuestos nacionales se desvíen a Siria… La violencia era muy localizada. Incluso con censura, todo el mundo seguía las noticias por los canales internaciones y las redes sociales se mantenían activas gracias a las VPN.
Así, un 5 de enero volé sola a Teherán. Y me alegra decir que el país casi entero me ha dado una impresión de seguridad muy alta, incluso haciendo autostop por parajes desérticos, incluso aceptando invitaciones para alojarme con desconocidos.
Viajar para contarlo
Si antes de llegar a Irán los medios de comunicación habían jugado el papel del NO, en las tres semanas de viaje siguientes las redes sociales han jugado el del SÍ. Hablo en concreto de dos redes censuradas en Irán: Twitter y Couchsurfing (una red para alojarse y acoger viajeros gratis).
El primer día de viaje, con el móvil atascado por los "ey-estás-bien-ya-me-dices", me tomé una foto y empecé a tuitear sobre mi día a día: los deliciosos purés de verduras, el sutil desafío en el vestir de muchas jóvenes, la segregación por sexos para sentarse hasta en el autobús, la presencia en cada casa de buenas dosis de vodka casero por más que el alcohol esté prohibido, la incomodidad de que un hombre que te acaban de presentar no te pueda dar la mano en público…
Después de una semana recorriendo el norte y centro de Irán, acepté la invitación de un ingeniero en pleno servicio militar para acampar una noche en el desierto cerca de Yazd; tras pasar una noche al borde de la congelación y volver a conectarme a la red, descubrí con estupefacción que tenía unos mil cuatrocientos seguidores más de golpe.
¿Quién era toda esa gente que me felicitaba y me pedía consejos sobre viajar a Irán? En línea con la noche surrealista que acababa de vivir, pasé las siguientes siete horas de viaje en bus hacia el sur respondiendo preguntas y actualizando.
Desde ese día, mi viaje ha tenido un nuevo objetivo pero también mucha más responsabilidad. Me empecé a preguntar: ¿estoy dando la información más adecuada sobre Irán? ¿Sirve mi experiencia de viajera solitaria como modelo para más chicas? ¿Cuándo hablé de aquel hombre iraní que se había convertido en secreto al zoroastrismo di información suficiente como para meterle en problemas?
En la tercera semana de vacaciones, rumbo al sur para explorar el golfo Pérsico, se me hizo evidente que contar las vacaciones estaba influyendo en cómo vivía el viaje; mucho más desde que Verne me contactó para proponerme escribir este mismo artículo. No he podido evitar sentirme como una periodista novata infiltrada en el día a día iraní. La noche en que me vi aceptando la propuesta de un italoiraní para salir a tomar algo, ¿no fue también para comprobar cómo funciona el mercado negro del alcohol en Persia? Mientras recorríamos las callejuelas de un mal barrio siguiendo a nuestro distribuidor en moto, me pregunté: "¿Estoy viviendo para contarlo?".
Durmiendo con desconocidos
En 2014 el couchsufer Stephan Orth pasó un mes viajando por Irán y conociendo desde dominatrix teheraníes hasta productores de vino; el libro que escribió a la vuelta se convirtió en un superventas. Tanta curiosidad por Irán, ¿no vendrá de que todos sospechamos que los medios nos están contando una versión poco fiable del país?
Mi anfitrión en Shiraz, que fue también lo fue de Orth, me dijo: “Irán es el paraíso de Couchsurfing”. Tras alojarme con un ingeniero parado que me recogió en el aeropuerto a las dos de la mañana, un empresario turístico en un pueblo desértico que movilizó a toda su familia para evitarme hacer autostop, una familia de vendedores de alfombras armenia que se preocupó de conseguir brandy para que pudiera probar una especialidad local… No puedo estar más de acuerdo.
En mi opinión, muchos iraníes, incapaces de conseguir visas para viajar ni trabajar en el extranjero, está deseando explicar qué le ha pasado a un país que en los setenta era una potencia mundial y hoy vive en aislamiento: desde el profesor que me abordó en el tren para darme explicaciones sobre las protestas, hasta el jubilado que se explayaba sobre por qué odiaba que su nieta aprendiera mejor árabe que inglés en la escuela.
Tus próximas vacaciones serán en Irán
Mi viaje estilo siglo XXI por Irán toca a su fin y aún siento que me quedan muchas preguntas de seguidores por responder. Con algo de suerte, más gente podrá experimentar el país en primera persona muy pronto.
Tal vez aún te extrañe, pero Irán se está convirtiendo en un destino turístico masivo y va a estar en tu lista de destinos de vacaciones muy pronto. Hasta entonces, nos quedarán las redes.