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El vídeo que muestra lo que nos puede hacer sentir la cocina

Los aromas y sabores pueden evocar todo tipo de emociones

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Ni con las fotos de su familia, ni con sus libros, ni con su cámara. La persona mayor que protagoniza el vídeo que abre este artículo no conecta con sus recuerdos, le enseñe lo que le enseñe su hijo. Sin embargo, sí logra recordar cuando este le prepara una sopa con la receta de su madre. Y es que el sabor y los aromas tienen mucho poder para evocar emociones.

La sopa de tu madre, la tortilla de patatas de tu padre o las croquetas de tu abuela no aparecen en una lista de las más ricas de tu ciudad, pero para ti son lo mejor del mundo. La razón está en que esos sabores te traen recuerdos felices.

Una de las mejores representaciones de la capacidad del sabor para evocar emociones es la película de Disney Ratatouille (ojo, que vienen spoilers). El crítico culinario que parecía imposible de contentar se enamora del plato elaborado por la rata. Seguro que estaba exquisito, pero ese no es el motivo por el que disfruta tanto del plato de verduras. La razón es que le recuerda a su infancia. A principios del siglo XX, el escritor francés Marcel Proust hablaba de esa misma sensación con su famosa magdalena mojada en té, que le recordaba a la casa de su tía.

El corto de Teka que encabeza este artículo - Donde se cocina la vida - muestra esas emociones que pueden despertarse al visitar la cocina y estar rodeado de olores y sabores. El vídeo se ha rodado en formato cine, tiene dos minutos de duración y suma más de 330.000 visualizaciones en menos de una semana.

La ciencia del sabor y de las emociones

Hay estudios científicos que confirman la relación entre los recuerdos, las emociones y los sentidos. Antes de explicar la relación entre esas tres patas, cabe destacar que el sabor es resultado del trabajo de varios de nuestros sentidos. No solo participa el gusto con ayuda del olfato, como muchos piensan. Según el estudio Percepción multisensorial del sabor del psicólogo de la Universidad de Oxford Charles Spence (Reino Unido), el sabor es la experiencia más multisensorial de todas las que vivimos. Para disfrutar el gazpacho que hacen tus tíos, participan tus cinco sentidos en mayor o menor medida.

Muchos científicos llevan años señalando la relación entre las partes del cerebro que almacenan nuestros recuerdos o activan nuestras emociones y las que procesan algunos de esos sentidos. El caso más destacado es el del olfato, el segundo sentido más importante en la composición del sabor después del gusto.

El bulbo olfativo es la estructura neuronal con la que procesamos los olores. Está muy conectado con la amígdala cerebral, el área del cerebro que procesa y almacena las emociones, y el hipocampo, una parte clave para la memoria. Según varios estudios, la conexión entre estos elementos del cerebro es más fuerte que con otros sentidos.

En el estudio La evidencia de neuroimágenes de la potencia emocional de la memoria evocada por el olor, liderado por la doctora Rachel Herz de la Universidad de Brown (Estados Unidos), se demostró que un perfume asociado a un recuerdo positivo provoca una mayor actividad cerebral que un olor al azar.

El olor, y por tanto también el sabor, tiene una capacidad fortísima para evocar emociones. La comida es el mejor ejemplo, pero ¿el olor de la crema solar no te recuerda a una tarde en la playa? Además, los recuerdos relacionados con olores son más resistentes que los basados en otros sentidos: las imágenes se desvanecen de nuestra memoria mucho antes que los olores. En el estudio Recuerdo de los olores del pasado, liderado por el neurólogo de la Universidad de Northwestern (EE UU) Jay A. Gottfried, se indica que personas que sufren amnesia son capaces de recordar olores relacionados con su infancia.

Otras razones por las que nos gustan tanto algunos sabores

Más allá de los recuerdos que nos evoca la sopa de nuestra madre, hay otros motivos por los que nos gusta tanto. Solo por estar acostumbrados a esa sopa, nos parece mejor. De primeras, nos cuesta aceptar las cosas a las que no estamos acostumbrados, sobre todo cuando tenemos una imagen mental muy definida de cómo deben ser.

Un buen ejemplo es el cocido, que no se sirve igual en toda España: a las personas acostumbradas a tomarlo separado, les parece una aberración comer garbanzos, caldo y carne a la vez. Si tu padre siempre hace la tortilla de patatas con cebolla, es normal que te parezca mejor que la que no lleva. Para ti, la tortilla de patatas auténtica es la que lleva cebolla.

Además, las personas tenemos una tendencia natural a idealizar el pasado. Según explica el neurólogo y psiquiatra Alan R. Hirsch en su estudio Nostalgia: un entendimiento neuropsiquiátrico, recordamos el pasado como una amalgama de muchos recuerdos diferentes. En ese proceso, solemos filtrar las emociones negativas. De aquí que esa sopa, esa tortilla y esas croquetas te hagan tan feliz, más allá de que, evidentemente, están buenísimas.

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