Me tocó un billete gratis de Interrail y visité sola cuatro países

Me ha encantado visitar tantas ciudades, pero, sobre todo, conocer a tanta gente distinta

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Cedida por Nerea
Cedida por Nerea

Cuando recibí la invitación al Interrail en mi correo electrónico, ya no me la esperaba.

Como otros 100.000 jóvenes europeos de 18 años, había rellenado un cuestionario en la web del Portal Europeo de la Juventud para conseguir uno de los 15.000 billetes que sorteaban.

Las preguntas del cuestionario eran variadas: que si cuándo se celebrarían las siguientes elecciones al Parlamento Europeo, que si cuáles eran las Capitales Europeas de la Cultura en 2018... Pueden sonar complicadas, pero podías usar internet para buscar las respuestas.

En su primer email tras el cuestionario, me comunicaron que no estaba entre las afortunadas, lo que me dejaba en lista de espera. Yo seguí con mi verano: me iría de viaje con unos amigos, recibiría a una amiga unos días en mi casa y disfrutaría de las fiestas de Elgoibar, mi ciudad.

Fue precisamente durante las fiestas cuando la gente de la Comisión Europea se puso otra vez en contacto conmigo para decirme que algunas personas se habían desapuntado del viaje y que me había llegado el turno.

Sin dudarlo, dije que sí. Mis amigos me perdonaron que anulara nuestros planes juntos: el viaje era una oportunidad estupenda para conocer Europa y se alegraron mucho por mí.

El billete de Interrail que se sorteaba permitía cruzar entre uno y cuatro países europeos durante un máximo de un mes. Yo me decanté por Francia, Bélgica, Holanda y Alemania, donde pasé doce días memorables.

Además de las preguntas sobre instituciones europeas, al rellenar el cuestionario para el sorteo preguntaban si viajarías con amigos o sola. Soy de las personas que disfrutan mucho con amigos, pero también estando sola, por lo que escogí la segunda opción.

Que las mujeres viajen solas se percibe como algo inseguro y problemático. Pero, después de mi viaje, animaría a todas las chicas a que lo hicieran si es su voluntad. Porque, hoy en día, con todas las redes sociales y los recursos que nos ofrece internet, deberíamos revisar nuestro concepto sobre viajar solas.

Efectivamente, por un lado, fui contando mis movimientos a través de mis redes sociales, donde mis amigos me recomendaban o desaconsejaban ciertos lugares. Y, por otro, a través de las redes sociales del Portal Europeo de la Juventud, quedé con gente de otros países que también había conseguido uno de los billetes que se sorteaban.

Además de visitar ciudades hermosas, como París, Gante, Ámsterdam o Múnich, lugares que nunca había pisado, creo que lo mejor de la experiencia fue conocer a tantas personas de lugares distintos. En este sentido, puedo decir que empecé mi viaje sola, pero que lo acabé tremendamente acompañada.

Echo la vista atrás y pienso en una madre y en su hija búlgaras que conocí durante el viaje. La madre había sido una gran viajera, que había conocido incluso el Kilimanjaro, y ahora trataba de inculcar el mismo espíritu en su hija viajando juntas por Europa. O en esas chicas inglesas que me trasladaron su preocupación por el Brexit y su impotencia porque, por haber tenido 17 años entonces, no pudieron participar en el referéndum. O esa pareja de señores irlandeses que conocí en un bar y que acabaron invitándome a cenar tras una charla encantadora sobre su vida en una granja, entre otras muchas cosas.

A estas alturas del relato, por el entusiasmo de mis palabras, es fácil adivinar que animo a todas las personas de 18 años a que se apunten al programa, que este otoño abrirá una nueva convocatoria.

Y, ya que estamos, por si son afortunados en el sorteo, haré cuatro recomendaciones prácticas:

  • La primera es que siempre lleven consigo una batería portátil para el móvil. El uso de redes sociales, como ya he dicho, aporta muchas cosas buenas. El único precio es que tenemos que asegurarnos de que la batería siempre esté a punto.
  • La segunda es que dejen cierto margen a la improvisación. Durante mi visita a Múnich, por ejemplo, me tropecé con el Jardín Inglés, un parque gigantesco en el que me sentí cómoda de inmediato. Decidí explorarlo y me encontré con que estaba lleno de sorpresas, como la de encontrarse surfistas en el río Eisbach.
  • La tercera es que te apuntes a algún free tour. El presupuesto de una viajera de 18 años, como podéis imaginar, no es muy holgado (en mi vida había comido tanta comida rápida). Por eso, en muchos casos, la única manera de disfrutar de visitas guiadas son estos paseos en los que, al final, tú misma acabas fijando el precio pagando la voluntad.
  • Durante el Interrail se pasa mucho tiempo en los trenes, y de ahí viene mi cuarto consejo: llévate una almohadilla inflable para descansar en los trayectos. Yo no lo hice, pese a la insistencia de mi madre, y casi me cuesta una luxación de cuello.

El viaje de vuelta, desde Karlsruhe a Elgoibar, me llevó unas doce horas. Pero tantas horas no me quitaron las ganas de más. A las pocas horas de haber llegado a Barcelona, que es donde estudio Administración y Dirección de Empresas, quedé a través de las redes sociales del Portal Europeo con dos polacas y una alemana que estaban de visita en la ciudad durante su Interrail. Nos pasamos horas hablando de sus respectivos países y del mío.

Ahora no solo sé que el 26 de mayo de 2019 se celebrarán las elecciones al Parlamento Europeo, o que Leeuwarden-Friesland y La Valeta son las Capitales Europeas de la Cultura en 2018. También he creado lazos con personas de Alemania, de Polonia, de Bélgica, de Bulgaria, de Inglaterra, y de muchos otros lugares. Creo que estas redes, tejidas en apenas unas semanas, harán que, a partir de ahora, me interese por el destino de sus respectivos países y los problemas que afectan a Europa.

Este ha sido uno de los efectos secundarios, quizás el más importante, de mi Interrail. Otro efecto secundario es que ahora no puedo parar de planificar mis próximos viajes.

Este texto ha sido redactado por Álvaro Llorca a partir de entrevistas con Nerea Martínez.

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