“Yo siempre digo lo mismo: para mí ha sido fructífero, si tengo que decir algo va a ser positivo. Es cierto que cuando eres pequeño te vienen muchísimas preguntas y muchas incertidumbres, porque la manera de educar difiere mucho y hay aspectos culturales que no alcanzas a comprender”. Quien habla es Fátima J., nacida en Almería hace 23 años, de madre española y de padre marroquí.
Los hijos de los inmigrantes nacidos en España no han padecido el duelo de la migración, pero viven a caballo entre dos culturas. Pertenecen a una generación de nuevos españoles, niños que han nacido y crecido en España, y cuyos padres proceden mayoritariamente de países del sur.
Niños que ya son compañeros de clase, de universidad y de trabajo y que cuentan con identidades mixtas que les permiten gozar de las ventajas de mantener vínculos con la cultura de sus padres, conseguir posicionarse con firmeza en la sociedad receptora y conocer las lenguas de ambos países, según el informe Crecer en España, la integración de los hijos de inmigrantes, publicado en 2014 por la Fundación La Caixa.
Dos de cada diez nacidos en España tienen un progenitor extranjero
Fátima J., graduada en Criminología en la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla), explica que ha tenido presentes dos formas de pensar muy distintas que le han abierto la mente y han hecho de ella una persona tolerante. En ella conviven dos formas de tomarse la vida y cuenta que en Marruecos, que visita en vacaciones, ha aprendido que “la hospitalidad es muy grande”. “Siempre eres bienvenido a una casa. En España es raro, porque tienes que tener cita para comer en casa de algún familiar; en Marruecos las puertas están abiertas a cualquier hora del día”.
En 2005 no estaba claro si la inmigración se asentaría en el país o si se trataría de un proceso con retorno. En España, hay cuatro millones de personas extranjeras empadronadas (el 10% de la población) y los datos del Instituto Nacional de Estadística demuestran que la nueva generación de españoles es la más diversa hasta la fecha.
Un análisis realizado por Verne sobre los nacimientos, adquisiciones de nacionalidad y población refleja que de los casi cinco millones de nacimientos que se han producido en la última década, dos de cada diez (1.150.629) procedían de al menos un progenitor extranjero, según los datos del INE desde 2007 hasta 2017.
Los datos indican que los padres migrantes de la última década procedían principalmente de Marruecos (26%, aproximadamente), Rumania (12%), Ecuador (6%) y China (4%), según los datos disponibles (2006-2016). Una cifra acorde a la población extranjera mayoritaria en el país. En las manos de estos niños también está la transformación del panorama de la sociedad española. (Si no ves bien el gráfico que viene a continuación, pincha aquí para acceder a la versión completa del artículo).
En Iker E., estudiante de electrónica en una FP Superior, también conviven dos culturas que comparten el idioma: la española y la ecuatoriana. Gracias a sus padres se ha mantenido vinculado al país del que emigraron en los años 90. “Creo que allí son muy familiares, en casa se ayudan un montón y eso se transmite”, ensalza. A este adolescente nacido en el año 2000 le encanta la comida del país de sus padres, aunque lamenta que la cocinen en pocas ocasiones porque aquí “los productos típicos son muy caros”. “Pero luego como tortilla de patatas, paella o cocido y me gusta también un montón; tenemos un montón de suerte de probar platos de diferentes culturas”, relata entusiasmado.
El Estudio Longitudinal de la Segunda Generación de La Caixa, llevado a cabo durante 10 años y para el que los investigadores entrevistaron a más de 7.000 personas, refleja que en los hijos de inmigrantes “las autoidentidades son variables blandas”. Se tratan de identidades que pueden cambiar según los contextos en que se hallan sus portadores y también con el tiempo, “especialmente en la adolescencia”.
Desde la Universidad de Barcelona, la Doctora en Lengua y Civilización Española y Latinoamericana, Nathalie Hadj Handrim, la denominó la identidad mutante en la que “los hijos de inmigrantes seleccionan los valores que de cada cultura merecen ser conservados”.
Mónika Sosa, de 28 años, nacida en La Habana y con doble nacionalidad, se muestra orgullosa de su herencia cultural: “Mis abuelos maternos eran españoles y emigraron a Cuba, ahí echaron raíces y nació mi madre”, recuerda. Cuando tenía cuatro años, se mudó junto a sus padres a Mazarrón (Murcia) y, aunque no era en el mismo país, de puertas para adentro ha seguido creciendo en una familia cubana.
“Nunca tuve el sentimiento de alguien que emigra”, relata la joven. “Al mismo tiempo me siento de Cuba, me he criado escuchando salsa, Juan Gabriel, Marc Anthony y a mi padre hablando de la dictadura comunista. Tengo esa doble herencia”, afirma esta joven que estudia un máster en lengua francesa aplicada en La Sorbona (París). De los escritores cubanos, se queda con Leonardo Padura.
Aunque hayan nacido en España, no todos tienen la nacionalidad
No todos los niños con ascendencia extranjera que nacen en España obtienen la nacionalidad española, ya que depende de la situación legal de sus padres. Si ninguno de los dos tiene la nacionalidad española, los niños adquieren la de sus progenitores (excepto en casos de apatricidio). En términos legales, es lo que se conoce como el derecho a obtener la nacionalidad por ascendencia (ius sanguinis) en oposición a la nacionalidad determinada por el lugar de nacimiento (ius solis). Para ser reconocidos sobre el papel como españoles, uno de los dos padres debe tener nacionalidad española o los hijos deben acumular un año de residencia legal y continuada en el país, según dicta el Código Civil.
Este cambio legal lo hizo Fátima A., nacida en Madrid, cuando creció. Sus padres, ambos de origen marroquí, esperaron hasta acumular 10 años de residencia para solicitar el carnet de identidad, según exige la ley, a excepción de latinoamericanos y refugiados que deben esperar dos años. En 2013, tras varios trámites burocráticos, toda su familia consiguió jurar la nacionalidad y obtener el DNI.
“Mis padres querían que tuviera la nacionalidad española para que no haya diferencias y se nos trate igual”, explica la joven madrileña de 20 años. “Luego te das cuenta de que, aunque tengas la nacionalidad, sigues siendo una persona racializada”, lamenta en referencia a la discriminación que ha sufrido en su vida por el origen de sus padres y por llevar velo.
Adrián N., nacido en Madrid, dice no guardar relación con el país de origen de sus abuelos paternos, Guinea Ecuatorial, y es que su padre ya nació en España. Este joven de 18 años sigue a youtubers como The Grefg o canales tecnológicos como Pro Gadget Review. En la actualidad, cursa la carrera Ingeniería Electrónica y juega en el equipo juvenil del Rayo Vallecano.
Para el sociólogo argelino Abdelmalek Sayad, que estudió la situación de los hijos de inmigrantes argelinos en Francia en los años 90, existen dos realidades que mantienen a estos niños en dos mundos: la administrativa y la social.
“Existe, por una parte, una realidad administrativa que adjudica una nacionalidad [...] y, por otra parte, una realidad social que, más allá de la dimensión jurídica, sigue manteniendo a estos niños entre dos naciones y dos nacionalidades y entre dos sociedades [...] productos y víctimas de una misma historia”, dijo en su obra La double absence. Des illusions de l’émigré aux souffrances de l’immigré (La doble ausencia. De las ilusiones del emigrante a los sufrimientos del inmigrante).
Si nos fijamos en los datos del INE, entre 2013 y 2017 (únicos años disponibles) hubo 108.074 hijos de inmigrantes que consiguieron la nacionalidad y que antes contaban con la marroquí (46.700), ecuatoriana (8.556), boliviana (5.818) y nigeriana (4.318), entre otras. Ahora estas personas en las estadísticas ya figuran como españoles. Puedes consultar los datos aquí (si no ves bien el gráfico, pincha aquí para acceder a la versión completa del artículo):
La investigadora Rosa Aparicio, del Instituto de Investigación de la Fundación José Ortega y Gasset y coautora del Estudio Longitudinal de la Segunda Generación de Migrantes, indica que, últimamente, muchos marroquíes están adquiriendo la nacionalidad española. Precisamente, es ahora cuando pueden hacerlo, tras haber acumulado 10 años de residencia legal y continuada en España. Los datos disponibles del INE muestran que el pico de inmigración marroquí se produjo en el año 2008, cuando llegaron más de 70.000 personas, y que la cifra del año pasado, de 39.000 personas, volvió a repuntar y alcanzó valores parecidos al flujo de migración de 2009.
Así, muchas de las personas que figuran en el censo como extranjeras, en unos años, podrían pasar a figurar como españolas si finalmente solicitan la nacionalidad. En datos del censo, cuatro millones de personas (10%) figuran como extranjeras (frente a 42 millones españolas) y la mayor parte son de Marruecos y Rumania.
Un porcentaje de extranjeros que ha ido creciendo en las últimas décadas y que en el año 2001 se situaba en un 3,85%, según el informe La inserción de los adolescentes latinoamericanos en España: algunas claves, del Ministerio de Trabajo y Asuntos sociales.
Películas, cuentos y obras de teatro, herramientas para forjar la identidad
Desde que nació en 1995 hasta ahora, Kinue Tsubata no se ha despegado de su herencia japonesa. Tanto su padre, de la ciudad de Nagaoka (a hora y media de la capital, Tokio), como su madre, de Alicante, le han transmitido valores como la puntualidad, la perseverancia o el hecho de ser detallista.
“Creo que me siento más española seguramente por vivir y criarme en España, pero también me siento identificada con valores japoneses”, explica desde Londres, donde se encuentra estudiando un máster en Administración Internacional especializada en Japón en la SOSA (School of Oriental and African Studies) de la universidad londinense. “Estoy en contacto con la cultura japonesa y para no perder el idioma veo series y películas en japonés”, y da fe de ello enumerando películas como El Castillo Ambulante o el Viaje de Chihiro de los estudios de animación japonesa Ghibli.
Desde pequeña ha tratado de buscar referentes por su cuenta porque “en la tele o en todos los dibujos había gente blanca”, evidencia. “Me llamaban la atención películas como Mulán o tenía una barbie japonesa con un kimono”, rememora. Ahora siempre que puede participa en eventos culturales de su comunidad y en fiestas o comidas de la tierra de su padre.
Para madres de niños de afrodescendientes, como Sara Plaza o Kenia Ramos, los niños de esta segunda generación necesitan que existan referentes con los que sentirse identificados. “Tanto en los espacios mediáticos como institucionales”, reclama Plaza, madre de un niño de dos años con ascendencia senegalesa. “Todo lo que le llega es de un entorno con imágenes de blancos y, además, el típico de niña rubia y con los ojos azules”, específica Ramos, madre de una niña de siete años.
Para forjar la identidad de sus pequeños ambas buscan referentes en la comida, los cuentos y los juguetes. “Me costó mucho, porque no hay información”, reconoce Ramos, y lamenta que haya muchos más libros en inglés que en español, como Little leaders: bold women in black history (Pequeños líderes: mujeres valientes en la historia negra) o Kirikú and the sorceress (Kirikú y la bruja).
En la compañía teatral The Cross Border Project, nacida en Nueva York y asentada en España, tratan de cubrir ese vacío a través de la obra Fiesta, fiesta, fiesta, donde se cuenta la historia de siete adolescentes cursando tercero de la ESO, de padres extranjeros y nacidos en España. En la obra aparecen temas como el uso del velo, los problemas intergeneracionales entre padres e hijos y los propios miedos y sueños de los adolescentes. “Lo que está pasando en el aula es lo que está pasando en toda España” a ojos de la dramaturga Lucia Miranda, quien ideó el guion basado en historias y conversaciones reales. “Es el gran tema identitario del país y de Europa y no el de los nacionalismos”. “Creo que es un tema que no está en las mesas de café, personas muy cercanas a mí hablan de España [de una forma] profundamente obsoleta: España ya no es blanca ni es católica, España es muy diversa”.
"Lo peor es que aquí no eres de aquí y allí no eres de allí"
Cinco testimonios, cinco historias diferentes: jóvenes y padres de niños nacidos en España nos hablan de racismo, integración e identidad. Pincha sobre la imagen para leer sus historias:
Metodología
Este análisis parte de los datos del Instituto Nacional de Estadística y el Ministerio de Educación sobre el padrón, los nacimientos y el número de alumnos matriculados.
Hemos considerado hijo de inmigrante a aquel nacido que tiene al menos un progenitor extranjero, de acuerdo con la definición más extendida en el ámbito académico y acordado con la investigadora Rosa Aparicio.
Además, se utiliza indistintamente la palabra inmigrante y extranjera. Somos conscientes de que la carga política se diluye cuando solo se utiliza extranjero. Sin embargo, no se realiza esta diferencia ya que los datos recabados y en conversaciones con expertos la mayor parte de la población de fuera de España procede de países del sur (73%) y el 27% restante de países del norte como Alemania, Finlandia o Reino Unido.
El análisis de alumnos matriculados parte de datos del Ministerio de Educación para estudios no universitarios de los años 2010 a 2017. Sólo se incluyen los datos para Educación Infantil, Primaria, Secundaria, FP básica, media, superior y Bachiller. No se analiza en concreto a los hijos de inmigrantes que ya tienen la nacionalidad porque figuran directamente como españoles.
El análisis se considera extrapolable ya que para la investigadora Rosa Aparicio, el nivel económico del que parten es diferente al de los hijos con progenitores únicamente españoles. Así también lo indica la OCDE “Los distintos niveles socioeconómicos explican más de una quinta parte de la diferencia entre los estudiantes inmigrantes y los nativos en las probabilidades de adquirir las habilidades básicas, en promedio en los países de la OCDE y de la Unión Europea”.
Para datos poblacionales, se utilizan los provisionales de 2018, el baremo de edad para incluirlos en un grupo o en otro es el siguiente: niños de 0 a 19 años, jóvenes de 19 a 30 años, adultos de 30 a 69 años, ancianos 69 años y más. No es posible analizar nacionalidades minoritarias (que figuran como “Resto de “) por secreto estadístico, según indican desde INE. Además, se trata a Oceanía como un país más puesto que no existen datos desagregados de los datos estadísticos.
En el texto no se aportan apellidos de los jóvenes por petición de todos ellos.