Todos sabemos que cada noche de Reyes se representa una comedia feliz orquestada por las familias y ayudada por los medios para mantener la ilusión y la inocencia de los niños. Conocida la trastienda de esa noche, podemos revelar también otra realidad: Sus Majestades de oriente son los padres... del teatro, y lo son porque el primer texto teatral escrito en castellano trata sobre los reyes y los tiene como personajes principales.
Ese texto es el llamado Auto de los Reyes Magos, un texto corto escrito posiblemente en el siglo XII en la ciudad de Toledo. El texto, que se puede consultar aquí, tiene un argumento propio de la época del año en que se representaba: los tres reyes, de manera independiente, monologan porque han visto una estrella desconocida, deciden seguir la señal, que interpretan como una prueba del nacimiento del Mesías, se encuentran en ese camino y visitan al malvado rey Herodes que, sorprendido al saber que hay un nuevo monarca que no es él, llama a sus consejeros, los sabios judíos, que pelean entre ellos por no tener ningún dato sobre las señales divinas que han visto los magos. Ahí se interrumpe la obra según se nos ha copiado en el manuscrito, pero seguramente el teatro terminaría con la llegada de los reyes al portal y la adoración del niño.
Lejos de ser simplista o ingenua, la obra tiene un gran instinto dramático; por ejemplo, los Reyes Magos tienen ella personalidades diferenciadas. Si para nosotros hoy los tres monarcas son una especie de bloque homogéneo con contrastes solo físicos (color de la piel y color de la barba), el anónimo escritor del Auto los representó con caracteres distintos: Baltasar es el más descreído de los tres personajes, a quien más le cuesta lanzarse a seguir la estrella; Melchor hace de culto, es quien mejor sabe interpretar las señales astrológicas; Gaspar es el más lanzado y decidido, el hombre de acción. Curiosamente, en el Auto los reyes no son llamados ni reyes ni magos sino estrelleros (steleros, en castellano antiguo), o sea, astrólogos. Sí aparecen ya llamados como Melchor, Baltasar y Gaspar (escrito “Caspar”), según era común desde el siglo VI, pero aún no eran identificados con un arquetipo físico diferenciado, ya que la triple representación racial de los reyes como un europeo (Melchor), un asiático (Gaspar) y un africano (Baltasar) no estaba arraigada aún en en el siglo XII.
Paradójicamente, unos personajes como los de los Reyes, ligados a los niños, son también para la cultura hispánica los que representan la infancia de un género como el del teatro medieval. Seguramente, este Auto se representaría en algún lugar dentro de las iglesias o en emplazamientos similares donde se simularían los escenarios de la peregrinación de los magos y del palacio de Herodes. Se llama Auto de los Reyes Magos pensando en una derivación de la palabra acto (igual que hablamos de autos sacramentales) pero no son descabellados los nombres de Misterio de los Reyes Magos o Representación de los Reyes Magos que también se han propuesto para esta obra.
El Auto fue copiado al final de un manuscrito latino y fue descubierto en el siglo XVIII por un cura en la catedral de Toledo, aunque ahora se conserva en la Biblioteca Nacional de España. Sale de ella, metafóricamente, cada vez que se representa de forma profesional o entre aficionados; por ejemplo, cada año en el pueblo de Vianos (Albacete). Lo habitual en tales casos es actualizar la lengua del texto, aunque sea mínimamente, ya que el Auto nos presenta las dificultades de lectura propias de una obra del siglo XII: en sus 147 versos hay rimas extrañas, palabras que necesitan explicación filológica y algunas interpretaciones que pueden discutirse, pero pese a ello, es un texto teatralmente buenísimo. La frase más destacada de la obra es la que dicen los Reyes Magos como pacto para saber si el nacido es o no un dios. Baltasar señala: “Oro, mirra i acenso [incienso] a él ofreceremos; si fure rey de terra, el oro querá; si fure omne mortal, la mira tomará; si rey celestrial, estos dos dexará, tomará el encenso que le pertenecerá”.
No conocemos la identidad del autor, pero se ha hipotetizado, por su lengua, que pudiera ser alguien de origen francés (gascón) instalado en esa ciudad. Fuera quien fuera, nos dejó un texto fundamental en la cultura hispánica. Si los alemanes dicen tener enterrados a los Reyes Magos en un sarcófago triple dentro la catedral de Colonia, los españoles los tenemos exhumados en un texto. Los verdaderos reyes, con todo, son los pequeños protagonistas de cada 6 de enero por la mañana: los reyes magos son los niños.