Carla López Rodríguez casi ha perdido la cuenta de las veces que se ha mudado. Esta gallega de 34 años empezó a moverse por varias ciudades de España tras licenciarse en Comunicación Audiovisual en Pontevedra. Primero estuvo en Tenerife durante un año, luego pasó dos en Alicante, formándose en el campo de la publicidad, y más tarde saltó a Málaga para hacer un máster. Al final, la posibilidad de hacer una estancia en una universidad extranjera la llevó a Viena. Allí conoció a su pareja y se mudó de forma definitiva en febrero de 2017, resume a Verne por teléfono.
Ha sido la vez que más le ha costado encontrarse a gusto en un lugar ajeno. "¿Cómo iba a sentirme como en casa si al principio no sabía ni pronunciar el nombre de mi calle?", comenta. Ahora que controla el idioma, no descarta trasladarse junto a su pareja a otra ciudad germanoparlante en un futuro cercano.
Su falta de destino fijo es cada vez más común entre los menores de 35. Las nuevas generaciones se mudan mucho más a menudo que lo que lo hicieron sus padres y abuelos. "Es otro de los aspectos del fenómeno que Marshall McLuhan predijo en los sesenta acuñando el término aldea global [las consecuencias socioculturales de la comunicación, inmediata y mundial, de todo tipo de información]. Cada vez se encuentran más oportunidades en lugares ajenos al hogar y eso crea hijos de tercera cultura", explica por correo electrónico el psicólogo Richard Jefferson, especializado en asesoría a expatriados que pasa consulta en Londres.
El término tercera cultura se aplica en este caso a personas a las que la vida les ha empujado a ser tan cosmopolitas que han terminado por no pertenecer a un país en concreto. Su tierra está donde están ellos. Son de todos y de ningún lado. "Es sin duda una experiencia complicada y muy solitaria el no poder disfrutar de una identidad nacional o de un sentimiento completo de pertenencia, pero es una situación que va a ir en aumento en los próximos 50 años", predice Jefferson.
En 2017 el número de españoles en el extranjero batió un récord desde 2009. Y en 2018 la cifra aumentó todavía más: 2,5 millones de personas, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). El número de ciudadanos de la Unión Europea en edad de trabajar que viven en un país de la UE que no es el suyo también ha aumentado con respecto a 10 años antes, apunta la Oficina Europea de Estadística (Eurostat).
Estos son algunos consejos para sentirse lo más en casa posible cuando te mudas a otra ciudad o localidad que ofrecen personas que han lidiado con esta situación.
1. Pasea sin rumbo fijo
"Lo que más me agobiaba al principio era ponerme enferma y no saber manejarme en Viena", recuerda Carla López Rodríguez. Caminar (o ir en bici si el lugar es grande) es la única forma de empezar a orientarse en todos los sentidos.
Si dispones de tiempo libre al principio, antes de estar atado a una jornada laboral, hacer turismo intenso y callejear ayuda a que el lugar deje de intimidarte. A Carla le funcionó. "Cogía el mapa, me hacía un bocadillo y me iba a ver monumentos o visitar museos. Me obligaba a pedir a la gente que me ayudara a encontrar una calle o un bar que quería conocer. No hay que tener miedo a preguntar, así ganas confianza en tu nuevo entorno".
Puedes completar tu inmersión cultural exprés tragándote series, películas, novelas que traten o estén ambientadas en el nuevo lugar en el que vives, aunque salir de casa es la clave.
2. Encuentra sustitutos lo antes posible
Para Jefferson, el caminar es una forma de calmar nuestro instinto animal, actuar como un gato merodeando por su nueva casa. Pero también es un modo de seguir haciendo las cosas que te hacen sentir bien.
"Es la mejor forma de descubrir cómo tu nuevo barrio puede apoyarte. Cuando te mudas, dejas atrás toda una red de apoyo que va más allá de tus seres queridos. Puede que hayas dejado la clase de yoga que te hacía sentir bien, o el gimnasio, o tus tiendas favoritas, o un parque relajante, o una iglesia... Encuentra su sustituto lo antes posible", recomienda el psicólogo.
Scarlett Johansson, perdida en su nueva ciudad en Lost in Translation, de Sofia Coppola
3. Recurre al TripAdvisor social
Puedes conocer a gente nueva si compartes piso o en tu lugar de trabajo, pero una forma rápida de encontrar a gente es a través de los amigos de amigos (o conocidos de conocidos). Si buscamos recomendaciones sobre lugares que visitar, ¿por qué no sobre gente que conocer en tu nuevo destino?
María S., de 20 años, cambió Almería por Madrid con 17, cuando empezó la universidad. La falta de conexiones sociales le hizo más complicada su adaptación. "Solo conocía al que en ese entonces era mi pareja. Aunque tenía claro que quería mudarme, la adaptación fue muy dura y no llegué a estar completamente cómoda hasta después de un año, por lo menos".
Tras su experiencia, María recomienda vencer la timidez. "Lo mejor es no tener miedo de hablar con los demás. Porque al final siempre conoces a alguien con el que conectas. Es muy fácil decirlo y más difícil hacerlo, pero esa es la única forma de no estar solo. Es importante formarse una rutina que te haga estar unido de alguna forma a ese nuevo lugar", recomienda.
"La siguiente frase es muy común entre los recién emigrados: Yo no quiero juntarme con españoles, porque quiero aprender bien el idioma. Desde mi experiencia, es un planteamiento erróneo", comentaba en su momento en Verne Celia Arroyo, psicóloga de duelo migratorio.
"Los compatriotas en el extranjero pueden ayudarnos en los momentos complicados y ahorrarnos mucho tiempo en la realización de trámites engorrosos. Por no hablar de la importancia de expresar las emociones en el idioma materno, así que, si está pensando en marcharse al extranjero, nada más llegar póngase en contacto con la comunidad española", decía Arroyo.
4. Busca actividades que te ayuden a conocer gente
"Hay que buscar grupos de actividades que te gusten y estudiar bien el idioma (si estás en el extranjero), que vean que te interesas por sus costumbres... A las personas les gusta ver que alguien de fuera quiere conocer su cultura. Eso abre puertas sin duda", comenta a Verne Amparo de Gata.
Debido a su profesión, esta actriz de 38 años ha tenido más sencillo esto de conocer gente haciendo algo que te apasiona. De su Almería natal, pasó a vivir a Granada y Barcelona. Luego, ha estado en Bélgica, Alemania, Estados Unidos y, de momento, ha parado en Brasil.
En la obra de teatro Camiño do mar, lleva meses recreando en lugares como el Instituto Cervantes de Río de Janeiro las vivencias de los emigrados españoles en Brasil. En muchos aspectos, son similares a las suyas. "La paciencia también es un importante aliado para vivir en otro lugar. Paciencia, respeto y apertura para ser entendido y entender", dice.
5. Decora con objetos del pasado
"Tardé un año y medio en estar cómoda en Viena. Entre otras cosas, porque hice una mudanza por pasos. Iba a Galicia con la maleta casi vacía y regresaba llena de cosas de mi habitación", recuerda Carla López Rodríguez.
No hace falta replicar la decoración de toda la casa que tenías en tu lugar de origen, aunque ayuda tener algún detalle que te haga sentir cómodo. "Ahora, cuando veo las fotos que me traje, a veces sonrío y a veces echo alguna lágrima", dice la gallega.
6. Sé honesto/a con tus sentimientos
No finjas ser feliz ni te fuerces a serlo, porque este proceso lleva su tiempo, recomienda Jefferson. "Los seis primeros meses pueden ser duros hasta para el más experimentado en cambiar de ciudad. La felicidad y la emoción de conocer un sitio nuevo pueden dar lugar a la soledad y la tristeza. No hay que esconder ni avergonzarse de esos bajones, solo tener presente que son parte del proceso de adaptación".
Con el paso del tiempo, encontrarás un nuevo hogar y, a lo mejor, incluso llegues a valorar más tu lugar de origen, como le ocurrió a María S. "En estos años he aprendido a valorar Almería. Cuando me mudé a Madrid, mi ciudad no me gustaba, así que pensé que nunca la echaría de menos. Pero ahora puedo decir que extraño su esencia, muy diferente de la esencia madrileña. Cuando vuelvo, disfruto mucho más sus calles y cada día descubro algo nuevo".