Magdalena Martín, la teleoperadora granadina que fue la última "chica del cable"

Fue la encargada de la última llamada manual en España, en 1988

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Magdalena Martín López atiende a la llamada de Verne a través del teléfono móvil de su hija, María Ángeles. Aunque ahora le pasan las llamadas, hace tiempo era ella la que tenía esa función. La granadina, que reside en el pequeño municipio de Polopos (Granada), fue durante ocho años y medio la teleoperadora encargada de conectar a la gente a través de una centralita instalada en su propia casa. Coincidiendo con el final de una de sus series, Las chicas del cable, Netflix ha rescatado en un vídeo la historia de esta trabajadora, la última teleoperadora.

El 19 de diciembre de 1988 se produjo un hecho que atrajo la atención de toda España: Magdalena fue la encargada de realizar la última llamada manual del país. Y no fue una cualquiera. El ministro de Transportes y Comunicaciones de entonces, José Barrionuevo, viajó a Polopos para materializar el comienzo de las llamadas automáticas a través de una conversación telefónica con el presidente del Gobierno, Felipe González. “Por la mañana abrí la puerta y estaba todo lleno de gente y cámaras. Me puse nerviosa perdida”, cuenta Magdalena Martín, ahora jubilada y con 73 años, en una conversación telefónica desde su casa de Polopos.

Además de recordar cómo pintaron y blanquearon todo el pueblo para la ocasión, Magdalena cuenta que “había una chica vigilando que todo saliese bien” por si los nervios le jugaban una mala pasada. Pero la presión no impidió que todo sucediese según lo previsto, aunque tuvieron que cambiar el guion por un compromiso con el que no contaban: “El presidente estaba en una audiencia y tuvimos que esperar”, explica. Para hacer más amena la espera, y mientras todo el pueblo se reunía en la plaza, ella sacó y cortó “jamón para el ministro y los periodistas que estaban allí”. Cuando todo terminó, su puesto de trabajo había quedado oficialmente obsoleto. Se llevaron la silla, la centralita en la que llevaba años trabajando e incluso un bloc de notas en el que apuntaba todas las conferencias, recuerda en el vídeo, que mezcla imágenes de archivo con la actualidad.

Imágenes del 19 de diciembre de 1988

Magdalena nació en un cortijo en el término municipal de Albuñol. Cuando se casó, a los 30 años, ella y su marido decidieron trasladarse al pequeño pueblo de él, Polopos. Su suegro, Baldomero Rodríguez, era el encargado de la centralita en esos momentos. “Al principio trabajaba en ella mi cuñada, que era la que estaba soltera, y yo alguna vez la ayudaba poniéndome al teléfono. Aunque al principio me parecía complicado, cuando ella se casó me puse con ello y era mucho más sencillo de lo que creía”, explica. Durante más de ocho años fue la teleoperadora del pueblo. La hemeroteca de EL PAÍS guarda la crónica desde Polopos de esa última llamada. Y también un perfil de la teleoperadora, publicado días después, en el que recoge que, cuando se anunció el cese de la actividad, ella declaró que se sentía “como si se hubiera muerto un familiar".

En el vídeo Magdalena Martín recibe, sentada frente a un cuadro telefónico réplica de los antiguos, una llamada de la actriz Blanca Suárez, que interpreta el papel de Lidia en la serie. “Me dijeron que iba a recibir una última llamada pero yo no pensaba que sería ella, fue una grandísima sorpresa que una actriz tan famosa me hablase. Fue muy emotivo, no sabía si llorar o reír”, explica.

Las chicas del cable fue la primera serie española producida Netflix y ahora estrena su quinta y última temporada. La trama arranca en el Madrid de 1928 y cuenta la historia de un grupo de jóvenes que entran a trabajar en la compañía nacional de teléfonos. La antigua telefonista asegura que no conocía la serie y que ahora su hija se la opone algunas noches. Aunque “es bastante distinta” a su vida cuando era teleoperadora.

La operadora granadina en su puesto de trabajo.

“Las protagonistas se han ido a la capital y cuentan historias de que se enamoran. Yo estaba en el pueblo, conectada las 24 horas y siempre pendiente del teléfono”, explica Magdalena a Verne. Ella, además, no tenía más contacto con otras compañeras del oficio que “tener un rato de charleta después de pasar los servicios del día”. Con su trabajo, y según cuenta ahora al teléfono, se “espabiló mucho” a la vez que ofrecía una doble ayuda: a los habitantes de su pueblo y a la economía familiar. Su sueldo, de 43.000 pesetas (unos 258 euros aproximadamente), permitió sacar a sus tres hijos adelante junto con el salario de su marido, conductor de autobús.

Después de aquella última llamada, cuando la prensa y el ministro regresaron a sus casas, Polopos volvió a ser un pueblo más, casi olvidado. En un reportaje de Canal Sur en 1989 con motivo de las elecciones europeas, la cadena contaba que el pueblo no contaba con algunos servicios básicos y el entonces alcalde reclamaba una cabina telefónica. Magdalena Martín era una de las entrevistadas y recordaba que se había quedado sin trabajo. “Desde entonces me quedé al cuidado de mis hijos, el más pequeño tenía tres años cuando dejé de ser teleoperadora. Lo que sí que hice es instalar en una habitación un botiquín para la gente del pueblo, porque aquí no hay farmacias, y les proporcionaba medicinas”, explica la granadina. Aún así, muchos vecinos acudían directamente a su casa para pedirle que les ayudara a llamar por teléfono.

La teleoperadora sostiene que ahora, sin embargo, está muy alejada del mundo de los smartphones. “Nunca he querido móvil. Y mucho menos ahora que a donde quieras que vayas ves que la gente está todo el día enganchada”, cuenta Magdalena Martín entre risas. En el confinamiento sí que ha hecho alguna videoconferencia, pero siempre con ayuda de su hija y a través del dispositivo de esta. “Me lo pone para ver a mis nietos y me encanta, pero yo sigo diciendo que mi único teléfono es el fijo”.

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