En la ya muy lejana era de los videoclubs, a menudo se arrinconaba el cine de autor en estanterías diferentes a las de otros géneros o secciones más reconocibles como drama, comedia musical o, por supuesto, el cine de terror, que normalmente era un espacio en donde cualquier director que entraba debía abandonar toda esperanza de que se le reconociese una voz propia. Por ejemplo, si bien Polanski y Bergman tienen momentos espeluznantes en su filmografía, sus películas estaban invariablemente en las estanterías de autor. Mientras, otros directores especializados en terror se encontraban con las puertas a esta categoría cerradas.
Afortunadamente, se ha producido cierto deshielo en estas categorías rígidas, en parte porque hemos aprendido a entender que la teoría del autor en el cine no entiende de géneros o de etiquetas. En este artículo analizamos algunos de los nombres más importantes tradicionalmente asociados al género que reina en Halloween para encontrar ingredientes que nunca faltan en sus películas, cuáles son las marcas de la casa que, más o menos, se han mantenido estables a lo largo de toda su obra, desde detalles temáticos a pequeños guiños recurrentes que han ido sembrando desde sus inicios y que se han convertido en una especie de firma.
Mike Flanagan: casas embrujadas, Stephen King y espejos ocultos
El cine de Mike Flanagan circula alrededor del terror sobrenatural, los fantasmas y las posesiones. La obra de Stephen King marca todo su estilo, además de haber adaptado varias de sus obras. Tras continuar El resplandor (1980) con éxito en su Doctor Sueño (2019), su nombre resuena más que nunca por sus series en Netflix. La maldición de Hill House resume muy bien muchas de sus fijaciones, ya que la mayor parte de su cine se ambienta, al menos parcialmente, en casas que dejan de ser un espacio seguro y que acompañan al horror de la familia rota, con ecos comunes como el trauma, los mellizos, la exploración de la pérdida y también personajes con un don psíquico. En sus apariciones suelen ser comunes los ojos brillantes, las bocas deformes o las caras sin rasgos, pero si hay un elemento común en casi todas sus películas es el espejo maldito de su película Oculus (2013), que hace sus cameos escondido hasta en el hotel Overlook.
Ari Aster: geometría triangular y cabezas aplastadas
La obra de Ari Aster ha entrado fuerte entre lo mejor del cine de terror reciente con solo dos películas. Tanto Hereditary (2018) como Midsommar (2019) dejan clara su influencia del cine europeo, llenas de simbolismo y pavor sostenido que sofoca lentamente cualquier esperanza para sus personajes. En ambas pueden apreciarse claramente los toques personales de su estilo, como los primeros planos frontales, muy expresivos y a veces acompañados de gritos mudos heredados del cine de Stanley Kubrick, y elementos estéticos que se repiten, como miembros de sectas de todas las edades completamente desnudos, gritos agónicos de familiares rotos por el duelo, estructuras triangulares y una especial predilección por la muerte relacionada con el trauma encefálico.
George A. Romero: zombies, actores afroamericanos y sátira social
El creador del zombie moderno tal y como lo conocemos tiene, en al menos más de media docena de películas, a un muerto viviente pululando por ahí. Sin embargo, no es tanto algo recurrente sino parte de una misma obra, en la que usa a sus criaturas para hablar de lo que realmente sí es una constante en su filmografía: los problemas socioeconómicos asociados a las deficiencias del neoliberalismo y la incapacidad del ser humano para ponerse de acuerdo, temas recurrentes que, aunque a diferentes escalas, se encuentran siempre dentro de la sátira. Por supuesto, hay una gran presencia de gore y sangre, elaborados por los mejores artistas del maquillaje. En su etapa más productiva, Tom Savini era parte de su marca personal, a la que se puede añadir la elección de actores negros en papeles protagonistas o importantes desde su primera película.
Jennifer Kent: el colapso de la madre ideal
Con solo dos películas en su haber, la directora australiana Jennifer Kent ha dejado claro que sus relatos de la maternidad no concuerdan con la idea tradicional que asocia el papel de la mujer como una figura infranqueable, iluminada por la perfección cuando se trata de criar a los hijos. Con Babadook (2014) puso patas arriba el cine de terror, llevando hasta el final su metáfora de la depresión con una madre que crea a un monstruo en su cabeza para codificar el daño que le hace a su hijo. En The Nightingale (2018) la mujer que pierde a su bebé se transforma en otra persona, a través de la venganza y el salvajismo. En ambas también hay oscuras secuencias de pesadilla como exorcismo de la sobrecarga en la vida real.
Sam Raimi: dibujos animados vivientes y Bruce Cambell
Sam Raimi es uno de los grandes nombres del terror gracias a Posesión Infernal (1981) y el resto del universo Evil Dead, y más tarde se hizo célebre también por dirigir la primera trilogía de Spider-Man. Lo que deja claro su cine es que es un gran fan de los cómics y eso se nota en su estilo de dirección, siempre frenético, con humor de porrazo al estilo de los Tres Chiflados, para lo que convierte a la cámara en un personaje, inyectando lógica de dibujo animado a la mayoría de sus obras a través de planos inclinados, cortes rápidos y movimientos violentos. En sus películas de terror hay sangre a raudales, pero hay otros guiños que deja como una firma de autor, desde la presencia recurrente de los relojes (hasta Spider-Man lucha contra Doc Ock en una torre de reloj) y la presencia de su amigo, el actor Bruce Cambell, en un cameo en todas sus películas, que también tienen siempre una aparición escondida del coche Oldsmobile Delta 88 de la primera Evil Dead.
John Carpenter: personajes encerrados, sintetizadores y fuente Albertus
Puede que John Carpenter sea el gran director de cine de terror moderno, y sus temas y obsesiones habituales sean dignos de los extensos estudios que hay sobre su obra, pero hay algunos puntos en común en la mayoría de sus películas fácilmente identificables. Los personajes atrapados y rodeados por amenazas de todo tipo están en sus mejores películas, desde La Cosa (1982) a El príncipe de las tinieblas (1987). También fuertes personajes masculinos, antihéroes cansados que podrían protagonizar cualquier viejo western. Además, Carpenter fue un pionero en el uso de sintetizadores para crear partituras musicales en el cine de terror, que se convirtió en su firma personal hasta sus últimas obras, que siempre llevan un "John Carpenter's" antes del título, para reivindicar su autoría que escribe invariablemente con la fuente Albertus. Suele poner apellidos a protagonistas según sus películas favoritas o sus amigos, también usando seudónimos de sus ídolos para maquillar su participación simultánea en el guion o la edición de sus trabajos.
David Lynch: carreteras perdidas y actuaciones musicales
El estilo de horror surrealista de David Lynch es bien conocido entre los amantes de la serie Twin Peaks y de su cine, por lo que su tono irreal, sus tramas desconectadas y sus personajes que se desdoblan son bastante familiares. Hay, sin embargo, algunos detalles más concretos que marcan su lenguaje cinematográfico, como los flashes eléctricos o su particular técnica de transición de una escena a otra, con fundidos que superponen una imagen de película sobre otra. Lynch colabora frecuentemente con el músico Angelo Badalamenti, cuyas partituras resultan inconfundibles y delatan al instante a Lynch. Tampoco es difícil encontrarse con coches viajando por carreteras vacías por la noche en sus películas o series, y siempre encontramos alguna actuación musical extraña de misteriosas mujeres cantando, en algún teatro o el escenario de algún antro o bar de carretera.
David Cronenberg: nueva carne y sexo anómalo
David Cronenberg se considera el padre del horror corporal o "body horror", un subgénero del terror que suele mostrar deterioro o funcionamiento anormal del cuerpo hasta niveles de modelar la carne y anatomía en algo nuevo. En La mosca (1986), un hombre y una mosca se trasformaban en algo que no había existido hasta el momento, y en Videodrome (1983), la nueva carne se proclama como toda una filosofía. En todas sus películas también hay algún aspecto psicológico que sirve de marco a las cosas raras que suceden y al menos uno de sus personajes principales suele ser anormal, por habilidades especiales o la fascinación por algo oscuro. El sexo anómalo se cuela en todas sus películas, ya sea por parásitos venéreos, heridas con forma de vagina o apéndices fálicos. La mayoría de sus películas cuentan con una partitura compuesta por Howard Shore.
James Wan: sustos y muñecos malditos
El creador de películas como Saw (2004), Insidious (2010) o la saga nacida a partir de Expediente Warren (2013) tiene un estilo muy reconocible: fotografía fría, juego con la oscuridad y un virtuosismo poco común en el cine de terror para orquestar escenas con sustos y apariciones. Más allá de un estilo reapropiado por muchos otros autores e imitadores, el cineasta tiene una fijación concreta con los muñecos terroríficos. Podemos encontrar a Jigsaw en su triciclo en su debut, que continúa con otras marionetas malditas en el resto de su filmografía de terror, como las de Silencio desde el Mal (2007) hasta la aparición de Annabelle, la muñeca con su propia saga que ha hecho cameos hasta en Aquaman (2018).