...A lo grande
Al final decides que harás como Willy Fogg y viajarás como un señor, así que viajas en primera y te alojas en hoteles de cinco estrellas. Para meterte más en el papel, lees la novela de Verne y compruebas con consternación que Willy Fogg se llama Phileas Fogg, que Rigodón se llama Picaporte y que no sale Tico por ningún lado. Decepcionante.
Pero vaya si disfrutas el viaje: comes en las mejores barras de sushi de Tokio, vas de compras por la quinta avenida de Nueva York, alquilas un yate en la Costa Esmeralda, haces submarinismo en Bora Bora y sobrevuelas por el Cañón del Colorado en helicóptero, dos días después de haber perdido varias decenas de miles de dólares en Las Vegas.
Regresas a casa un año más tarde, completamente arruinado y con el colesterol por las nubes. Eres incapaz de volver a acostumbrarte a ir en metro y a que nadie te haga un bocadillo a las tres de la mañana cuando te despiertas con hambre. Movido por la nostalgia, alquilas una suite de un hotel de tu ciudad, solo por los viejos tiempos y aunque en realidad apenas hace dos semanas que volviste.
Como no tienes dinero para pagarla, huyes y te alojas en otro hotel, táctica que repites varias veces hasta que la policía te pilla y acabas en la cárcel. “Este es la peor habitación en la que he estado nunca”, le dices a tu compañero de celda en cuanto te enteras de que en Alcalá-Meco ni siquiera tienen carta de almohadas.
¿Estás contento con este final? Vuelve a comenzar si crees que puede irte mejor con el Gordo.