El ruido de los cláxones y motores del tráfico dominan el ambiente de la capital mexicana, pero si prestas atención podrás detectar otros sonidos igual de cotidianos. El canto de la niña de los fierros viejos, el anuncio de los tamales calientitos o el grito del gaaaas, que parece nunca terminar, también forman parte de la sinfonía chilanga.
Ciudad de México - 28 Junio 2017
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El mayor chirrido de México. El del carrito de los camotes. Con aspecto de trenecito de latón y un hornillo que mantiene caliente los camotes (batatas), tiene una chimenea que expulsa vapor con un sonido agrietacristales.
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El sonido que aparece en cada calle a todas horas. La voz de una niña/mujer ofreciendo comprar colchones, tambores, refrigeradores o algo de fierro viejo es parte del día a día en la ciudad.
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Es como un lamento, como el quejido de un alma en pena. Pero no: esa pesada voz gutural que suena como un ahhhhhh o un aaaaaaas significa, en realidad, que el vendedor del gas ya ha llegado a la puerta de su edificio.
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De noche los tamaleros salen con una bici llena de ollas en la parte delantera, como E.T. a punto de volar. La grabación (“Hay tamales/oaxaqueños/tamales calientitos”) es de una ternura machacona que induce a estados melancólicos.
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Sin piedad, de larga duración, el repiqueteo de campana de los hombres del camión de la basura, mezclado a veces con la música que llevan a todo volumen, podría llevar al propio Dalai Lama a perder los estribos.
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Las terrazas de los restaurantes suelen recibir la visita de la trompeta triste. Carnes, pescados, licores se ven acompañados durante instantes inacabables por trompeteros que te obligan a paladear los rincones más desafinados del alma.
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Por las calles del Centro Histórico, en los parques se distingue su sonido. Un vals, las mañanitas, una ranchera que se tocan con cilindros a veces demasiado agudos. En medio de una bulliciosa calle, los organillos logran sobresalir mientras el uniformado caqui da vuelta a la manivela.
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Cuando el hambre es mucha, pero es muy temprano (o muy tarde) para un tamal calientito, llega la camioneta salvadora ofreciendo patas gordas, menudencias de pollo o un elote; y todo, a la puerta de casa.
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El servicio a domicilio llevado a otro nivel. La parte trasera de una pick-up hace la vez de puesto de mercado que lleva hasta su casa u oficina con un grito frenético guayabas, aguacates, fresas o cualquier fruta de temporada por solo 10 pesos la bolsa.