"Si pensaste al morir que ibas a ser bien recordada, no te equivocaste, Marga. Acaso te recordaremos pocos, pero nuestro recuerdo te será fiel y firme. No te olvidaremos, no te olvidaré nunca". Juan Ramón Jiménez.
Marga, la joven que el escritor recordó en un poema recogido en Españoles de tres mundos, se disparó un tiro en la sien a los 24 años. Justo después de entregarle una carpeta amarilla y decirle: "No lo leas ahora". Lo que se escondía entre esas tapas es el diario de esta precoz escultora e ilustradora. Una confesión de amor por Juan Ramón Jiménez que se acaba de publicar y sobre la que puedes leer en este artículo de El País. Las confesiones figuraban en un diario que desapareció en 1939, cuando tres asaltantes —Félix Ros, Carlos Martínez Barbeito y Carlos Sentís— robaron la casa de Juan Ramón Jiménez mientras estaba en el exilio.
Pero, ¿quién era esa mujer que con 13 años dibujaba con maestría barroca y a los 15 esculpía con la misma facilidad y técnica que un consagrado a la piedra durante años?
- Marga Gil Roësset nació en Las Rozas, a las afueras de Madrid, en 1908, bajo amenaza de desahucio. Su madre Margot desoyó al médico y se empeñó en sacarla adelante. No solo alargó la vida de su segunda hija hasta que ya no pudo decidir su destino, también le inculcó la pasión por las artes. Ana Serrano, experta en su obra y comisaria de una exposición dedicada a Marga Gil en el Círculo de Bellas Artes en el año 2000, es además autora de un blog donde se disecciona de manera exhaustiva el legado de esta artista. O lo que queda de él porque en su afán destructor intentó acabar con cualquier atisbo de su patrimonio horas antes de suicidarse.
- Era una artista precoz: Con 13 años Marga ilustraba los cuentos de su hermana mayor Consuelo por orden de su madre y con la promesa de conseguir la merienda. Con estas tretas, Margot Roësset consiguió que sus hijas quedaran atrapadas en la escultura y la escritura. "Son ilustraciones fascinantes, como hechas a pluma con algo de color; parecían más grabados que dibujos, pero grabados de Doré o de Piranesi", escribió Ana Serrano en el catálogo que acompañaba a la muestra.
Toda la obra que queda de Marga Gil son 26 figuras, que en realidad son 16, porque 10 son réplicas. "Son como fantasmas, grandes, duras, fuertes, de granito, vanguardistas... un crítico varón diría que viriles", apuntó la experta. Sus padres, antes de poner cualquier adjetivo, decidieron llevar a su hija de 15 años al taller del maestro Victorio Macho, precursor de la escultura contemporánea española, para que terminara de encaminar esas manos. "Macho no quiso adulterar con tácticas de manual el sofisticado talento de una damita con ramalazos de genialidad sin amarre", escribió Antonio Lucas en un delicioso perfil en El Mundo. Gil siempre fue autodidacta.
- ¿Inspiró a El principito?: En 1933 se publicó un libro de canciones con texto en francés y español de su hermana Consuelo, música de su cuñado José Mª Franco, y tres ilustraciones suyas. "Una de las cuales, 11 años anterior a las de El principito de Saint-Exupèry, es tan parecida a las de este cuento que todo el mundo que la ve se supone que le imitó. ¿Conoció Saint-Exupèry las ilustraciones de Marga? Es más que probable que sí", asegura Serrano en su blog.
- El amor prohibido: "... Qué sé yo por qué te quiero tanto ... vamos ... sí sé ... comprendo muy bien que se quiera así ... pero ... querría no quererte tanto ... aunque mi única razón de ser ... es esa... y también mi única razón de no ser ... ... En amor ... no cabe una intervención razonada... quieres o no quieres".
Estas líneas pertenecen a uno de los pasajes que días antes de que aparecieran los diarios de Marga Gil, El Cultural, suplemento especializado de El Mundo, publicó del libro editado por la Fundación Lara. La pasión de la escultora por el escritor se desató en un recital de ópera en 1932. Él tenía 51 años y estaba casado con Zenobia Camprubí a quién Gil había regalado un cuento cuando era una niña en condición de admiradora de la traductora de Tagore. Desde aquel día Marga Gil tuvo que lidiar con los arrestos de un amor no correspondido y los embistes de una mente superdotada. "Dormía poco, abandonaba el comer. Café, té, vida abreviada. No le importaba seguramente vivir. Una estoica", escribió Juan Ramón Jiménez en un análisis desafortunado de la situación de una mente genial que ya no respondía a la creatividad artística con la medida de los cánones.
El escritor Benjamín Prado versionó en un poema este final trágico con la mirada más precisa del espectador, contraria al del protagonista. Extraemos estos versos:
Estamos en el año 1932 y Marga se enamora de Juan Ramón Jiménez. Es una chica oscura. Hay un túnel que une su corazón y el ruido de los bosques. Un día entra en la casa. Un día escribe ya nada me separa de ti, salvo la muerte. Luego, todo se termina. Casi podemos verlo: 28 de julio; el cielo es muy azul; puede que unas palomas se escapen del jardín al oírse el disparo.
- La tumba de Marga Gil: "En Las Rozas (en el chalet de su tío Eugenio de esta localidad es donde murió), en el cementerio antiguo, no se sabe dónde, pues una bomba de nuestra última guerra cayó allí y destruyó únicamente su lápida, como si el azar quisiera ayudarla a borrar todo vestigio de ella misma, reposa junto a sus padres Marga Gil Roësset, que dejó de vivir por su propio deseo el 28 de julio de 1932", escribió Ana Serrano.