Los campos de golf más extraños (y peligrosos) del mundo

En algunos campos, los jugadores se enfrentan a caimanes, tiburones, temperaturas extremas e incluso minas

Un caimán en el Pines Golf Club Myakka en Englewood (Florida)

En octubre del 2009, un hombre de 77 años fue a disfrutar de su deporte favorito al Ocean Creek Golf Course, en Carolina del Sur. En un momento, se agachó a recoger la pelota cuando un caimán de tres metros se abalanzó sobre él y lo empujó hasta una pequeña charca. Allí, el animal le pegó un bocado y le arrancó un brazo. La noticia, difundida por una agencia de prensa en esos días, decía: “Los trabajadores de Control de Pistas de la Fauna Salvaje mataron al caimán y recogieron el brazo del hombre”.

Dougie Thomson tuvo más suerte cuatro años después, aunque acabó con 200 puntadas que cerraron su cuerpo: en noviembre del año 2013, mientras trataba de sacar la bola de un bunker en el Iberostar Cancun Golf Course, un cocodrilo de cuatro metros le sacudió la pierna. Mientras, los amigos del jugador comenzaron a empotrar, una y otra vez, el cochecito sobre el animal.

En principio, los riesgos de practicar este deporte –285.000 personas en España; casi el doble que hace quince años– son nulos: un tobillo retorcido por aquí, un pelotazo por allá, una insolación en agosto. Pero en la órbita de este inofensivo juego existen campos donde echar la mañana puede suponer un riesgo o, al menos, hacer del golf una actividad algo extraña.

En el North Star Golf Course, en Fairbanks, es la cancha situada más al norte de todo el continente americano. Y en la tarjeta que a uno le dan para anotar sus golpes, aparecen unos recuadros para marcar –también– los animales que corretean entre las calles: alces, marmotas, zorros, ardillas... Y osos. Saber que la fauna acecha, rodando el lugar del juego, no deja de ser un motivo para andar con ciertas precauciones.

La tarjeta del club North Star Golf Course incluye una sección para marcar los animales que hayas visto, incluyendo osos, águilas, zorros, coyotes y "nuevas especies"

Algo más inquietante resulta jugar en el Golf Amazon Course, el sueño materializado de Michael Collis en el ombligo de la selva amazónica: este grandullón jubilado se las arregló para buscar socios y, sobre una superficie de diez hectáreas en Iquitos, Perú, instalar el único campo de golf del Amazonas. Las pirañas de las charcas –un empleado metió la pierna allí y uno de los peces le llevó media pantorrilla–, los caimanes que se reproducen en cuevas, las tarántulas como una mano de grandes y las víboras, son suficiente pretexto para que, junto a la bolsa de palos y bolas que te dan en este horno al aire libre, te adjunten un machete para combatir las fobias y una caña de pescar para llevarse la cena a casa.

Para jugar a golf en el Amazonas, necesitas un machete

Otros campos alrededor del planeta no se salvan de la invasión de la fauna; o, mejor, la construcción de campos de golf han perturbado la existencia de la fauna en ciertos ecosistemas: en el Pines Golf Club Myakka en Englewood (Florida), un caimán de cuatro metros tiene atemorizado a los golfistas que rondan el hoyo siete. El animal se ha dejado ver más de una vez, pero la última fue el pasado mes de marzo. En la página de Facebook del club de golf sometieron a votación el nombre del caimán. Y, entre los más nombrados –Goliath, Viral y Myakka Mike–, finalmente los socios eligieron el primero.

Sí, Goliath se está comiendo una tortuga.

El Skukuza Golf Course de Sudáfrica se ha cobrado alguna víctima mortal. El diciembre pasado, de noche y en el llamado Lake Panic, un cocodrilo de cuatro metros empujó al joven Jacques van der Sandt al agua y allí acabó con él. Al igual que en Florida, éste no es el único campo de golf en el que jugar al golf sea un deporte de riesgo debido a las mandíbulas de cocodrilos. En Limpopo, el Legend Golf & Safari Resort es el surrealismo llevado al cielo: al llamado hoyo 19, cuya salida se sitúa a 400 metros sobre el resto del campo de juego, se llega en helicóptero. Y este par tres de 360 metros –el par 3 más largo del mundo– se resiste a los récords: nadie ha logrado hacerlo de un golpe, como el azar sí provee, de vez en cuando, de tal hazaña en la mayoría de los pares tres del mundo.

En realidad, han existido muchos intentos de realizar lo imposible en cuanto al golf se refiere, aunque muchas de esas locura han sido exhibiciones: el legendario Arnold Palmer lanzó la pelota desde la Torre Eiffel a una distancia de 366 metros; Seve Ballesteros elevó la pelota 22 metros para introducir la bola al Estadio Santiago Bernabeú desde la Castellana; y, por poner un ejemplo más, cinco jugadores profesionales, ente ellos Lee Westwood, dieron sus golpes desde el balcón del piso 22 del Royal Bridge Suite, en Dubai, a un green montado en mitad del mar.

La aventura, otras veces, no proviene de la fauna, si no del propio medio. Jugar al golf en el Death Valley, California, el lugar oficialmente más tórrido del planeta, es posible a pesar de su superficie de sal petrificada e irregular. Y el Devil's Golf Course, el lugar perfecto para que te dé una insolación aunque los 18 hoyos hundidos en la mayor depresión de América quede prohibido en verano, quizá porque a más de 55 grados resulte fiable uno de los lemas del campo: “Solamente el diablo podría jugar al golf en esta superficie áspera”.

El Devil's Golf Course, en California

Pero cuando una pasión echa raíces, ni el calor, ni las bestias, ni el frío impide que se inventen las más delirantes adaptaciones. De ahí que todos los inviernos, sobre la masa helada que cubre Groenlandia, se juega el campeonato mundial de golf sobre hielo, cerca de Uummannaq. Una práctica que también se extiende por los países nórdicos y tiene una expresión más snob en torneos específicos de una modalidad que se ha dado por llamar –claro…– snow golf.

En Groenlandia también se juega a golf

Entre quienes prefieren coleccionar récords, hay uno imbatible: jugar al golf en el Tristan de Acunha Golf Club. Claro que uno podrá acertar con la bola si no llega a esta isla clavada en mitad del océano Atlántico mareado. Porque el único modo de llegar al campo de golf, y a la isla, es en un barco pesquero de langostas que tarda seis días desde Ciudad del Cabo. Pero esta isla, dependiente del Reino Unido, no puede renunciar al golf, una de las herencias más arraigadas.

Las rarezas no son ajenas a cada rincón del planeta. Y mientras unas inundaciones que asolaron Brisbane y desbordaron un río hace unos años y llenaron el lago del hoyo 14 del Carbrook Golf Club de una familia de tiburones toro, el campo de golf de Camps Bonifas, en Corea, está regado de minas antipersona. A su entrada, ondea con orgullo un mensaje: “El campo de golf más peligroso del mundo”. Afortunadamente, no está abierto al público y solo juegan algunos de los 700 soldados estadounidenses que viven en la zona. Aunque quizá, y vista la enumeración de peligros en los campos de golf, no estaría de más que nos dieran un par de enseñanzas defensivas antes de pegar el primer golpe.

El campo de golf Bonifas está en Corea y se vanagloria de ser el más peligroso del mundo