Años 90. Marchas de vacaciones al Caribe y regresas con estrés postvacacional, pero tú no te llevas la peor parte. Se la llevan tus familiares: les tocan cinco horas en casa, proyectando diapositivas en la pared y escuchando batallitas. Siglo XXI, tu cuñado se cobra la venganza: se hace runner. Ahora, eres tú el que tienes que aguantar el vídeo de su maratón, las fotos precarrera, las de meta, y escuchar sus penurias de flato y agujetas. ¿Solución? Aquí tienes ocho grandes historias del mundo del atletismo para que le demuestres que su pájara en el kilómetro 34 no fue tan mítica como lo de Bikila en Roma, terminar la Barkley Marathon o ser la primera mujer en correr un maratón.
1. Bikila, el legendario atleta que (no) corría descalzo
Los Juegos Olímpicos de Roma de 1960 supusieron un antes y un después en la historia del atletismo por la irrupción de los africanos como principal potencia en las carreras de fondo. El culpable fue el mítico Abebe Bikila. El etíope, miembro de la Guardia Real del Emperador Haile Selassie, llegó a los Juegos de Roma por una curiosa jugada del destino: Wami Biratu, el corredor que debía representar a Etiopía en el maratón, fue baja en el último momento, por lo que Bikila, in extremis, tuvo que ocupar su lugar. Para sorpresa de todos, no solo ganó la prueba batiendo la plusmarca mundial sino que, además, forjó su leyenda haciéndolo de una forma insólita, corriendo descalzo. Aunque fue esta gesta la que hizo leyenda, lo cierto es que Bikila no tenía intención de lanzarse al duro empedrado romano sin zapatillas: Adidas, sponsor de la prueba, tenía unas deportivas preparadas para él pero, al ser incluido en la listas de los juegos por sorpresa, no tuvo oportunidad de rodarlas lo suficiente y descubrió que le molestaban en las ampollas que ya acarreaba. ¿La solución? Puesto que en los entrenamientos había demostrado apañárselas de sobra corriendo descalzo sobre el altiplano etíope, y aprovechando las durezas de sus pies, prefirió salir sin calzado antes de hacerlo con uno que no era el que mejor le iba. Cuando le tocó repetir en los siguientes Juegos, en Tokio 64, corrió con zapatillas. Obviamente, también ganó.
2. Las zapatillas de Bikila, unas de las que más patadas han repartido
Desde 1957, tres años antes de los Juegos de Roma, Bikila venía utilizando en sus entrenos unas zapatillas de origen japonés, las Onitsuka Tiger. Tras ser el modelo fetiche del etíope hasta su trágica retirada por un accidente de tráfico, otra estrella decidió calzar las mismas deportivas para patear, en vez de asfalto, caras: Bruce Lee las usó, junto con su mítico mono amarillo y negro, en Game of death, la última película que protagonizó antes de morir. En 2003, 31 años después, Tarantino decidió homenajear al maestro de las artes marciales poniendo de nuevo el modelo en unos pies y en muchos, muchos, traseros: Uma Thurman, en su mítica batalla contra los 88 Maniacos en Kill Bill, vestía los mismos colores que Lee y, cómo no, el mismo calzado. De instrumento para volar a máquina de matar en 50 años.
3. La carrera más dura del mundo
En 1977, once años después de asesinar a Martin Luther King, James Earl Ray logró escapar de la cárcel de Brushy Mountain State, en Tennesse, aunque no llegó muy lejos en su intento de huida: las montañas lo detuvieron. Las inclemencias del tiempo, el brutal desnivel de la zona y la frondosa vegetación hicieron que el fugado se desorientara y que, en los tres días que tardaron en encontrarlo, desnutrido y con síntomas de hipotermia, solo lograra avanzar 14 kilómetros. Cuando descubrió la noticia un sádico corredor de fondo de la zona, de nombre Gary Cantrell, pensó: “¿y qué pasa si hago una carrera de 100 millas (160 kilómetros) ahí?”. Dicho y hecho: Cantrell fundó la Barkley Marathon, una carrera de ultrafondo y orientación que, desde su estreno en 1986, solo han logrado finalizar 16 personas. A la dureza del recorrido, una concatenación de durísimas rampas de barro flanqueadas por zarzas puntiagudas, se suma el nulo marcaje de la travesía: ha de ser el propio corredor el que encuentre el camino correcto, señalado únicamente por los puntos de control de paso obligatorio. Éstos son, además, bien curiosos: no hay en ellos personal que registre el paso de los atletas, sino libros. Cuando un competidor llega a uno de estos controles, ha de arrancar del libro la página que coincide con su número de dorsal, y solo mostrando todas las páginas de todos los controles puede dar el corredor por concluida su odisea. Por si lanzarse a esa orgía de frío, barro y espinas no fuera suficiente, la propia inscripción a la competición resulta, de por sí, una aventura. Los participantes deben enviar una carta de motivación a Cantrell, que, por supuesto, no tiene ni web ni email a la vista, y que éste dé el visto bueno, cosa que rara vez sucede o sucede cuando queda poco tiempo para la celebración de la prueba. Puedes ver un documental sobre la esta carrera-tortura aquí (en inglés):
4. …Y la más larga
Aunque sea considerada la prueba más dura del mundo, la Barkley Marathon no es, ni de lejos, la más larga: este honor lo ostenta la Self Trascendence Run, una carrera de –ojo– 3100 millas, casi 5000 kilómetros, que hay que recorrer en un tiempo máximo de 52 días, lo que supone que para acabarla se han de realizar aproximadamente unos 100 kilómetros diarios. ¿Lo peor de esta competición? Su circuito: una vuelta de 800 metros (una manzana en el distrito de Queens, Nueva York) que hay que completar 5649 veces, lo que acaba suponiendo un reto no solo físico sino también psicológico. Si hablamos de la prueba con el recorrido más largo, el récord está en manos de Yukon Arctic, 724 kilómetros en Whitehorse, Canadá, que además se han de realizar en autosuficiencia (sin avituallamientos ni ayuda externa) y con temperaturas que llegan a los 40 bajo cero. Ideal para apuntar a tu cuñado.
5. La primera mujer que realizó un maratón
Además de ser la prueba de 42 km más longeva del planeta que se sigue realizando, el Boston Marathon puede presumir de ser el primero en el que participó una mujer con dorsal, aunque no gracias a su organización: en 1967, año en el que las chicas todavía tenían prohibido competir, Kathrine Switzer, de 22 años, logró apuntarse a la carrera como “KV Switzer”, de modo que nadie en la organización sospechó que era una mujer hasta que comenzó la carrera. Cuando se percataron, intentaron sacarla de la competición por la fuerza, pero el resto de participantes que había a su alrededor –entre ellos, su novio– lograron protegerla hasta su llegada a meta. Consiguió terminar en cuatro horas y veinte minutos, regalando por el camino algunas de las fotos más míticas del atletismo:
Aunque la gloria de ser la primera mujer en competir en un maratón con dorsal –es decir, inscrita como participante– es para Switzer, hubo otra corredora que se le adelantó tanto en posiciones como en el tiempo: Roberta Gibb. Gibb, sabiendo que las mujeres tenían prohibida la inscripción a la prueba, participaba desde 1966 en el maratón de Boston como “pirata”, es decir, colándose a la prueba sin dorsal y, por tanto, sin aparecer en el registro de corredores. Cuando Switzer llegó a meta en 1967 convertida en la primera fémina que finalizaba la competición con dorsal, hacía más de 40 minutos que la “veterana” Gibb había entrado a meta.
6. …Y la gran tramposa
Junto a Roberta Gibb y Kathrine Switzer, existe otra mujer que hizo historia en el maratón de Boston, aunque por motivos bien distintos: en 1980, Rosie Ruiz, una corredora amateur que había logrado una nada desdeñable marca de 2:55 en NY Marathon, se hacía con la victoria en la prueba de Boston con un estratosférico crono de 2:31:56, a escasos minutos del récord del mundo de aquel entonces. Aquel salto de calidad en apenas unos meses hizo sospechar a la organización y, tras hablar con espectadores y corredores –la segunda clasificada, Jacqueline Gareau, ni siquiera la había visto durante todo el recorrido. Llegó a meta creyéndose vencedora– quedó confirmado que Ruiz había atajado. La cosa no quedó ahí: Susan Morrow, una fotógrafa deportiva, reconoció haber acompañado a la cubana en el metro en el transcurso del maratón de Nueva York. Desde entonces, en la jerga atlética, recortar en el recorrido se denomina “hacer un Rosie Ruiz”.
7. El pene falso que no pasó el antidoping
Otra de las trampas más sonadas del mundo del atletismo ocurrió hace apenas dos años, cuando Devis Licciardi, por aquel entonces miembro de la selección italiana de 3000 metros y campeón del mundo junior en 2004 de esa distancia, fue pillado intentado superar un control de orina utilizando un pene falso. El atleta, que había consumido sustancias dopantes, introdujo en su pantalón un pene de plástico que contenía una muestra limpia, sin embargo, los médicos presentes en el test pillaron la trampa conforme el italiano se bajó la bragueta.
8. El perro que fue “finisher” de una carrera de aventura
Si el último año ha habido una anécdota vinculada al mundo de las carreras que ha dado la vuelta al mundo, ésa es sin duda la de Arthur, el perro callejero que se unió a un equipo de aventuras y fue adoptado. Ocurrió en el Campeonato del Mundo de Raids –una disciplina que combina carrera de montaña, orientación, ciclismo, kayak…–, en Ecuador, cuando Mikael Lindnord, uno de los participantes, decidió dar de comer una albóndiga a un perro sin hogar que deambulaba por el recorrido. A partir de ahí, el can, bautizado Arthur, decidió acompañarlos hasta meta, atravesando incluso el tramo de Kayak, donde Lindnord y su equipo tuvieron que subirlo a la piragua al comprobar que iba tras ellos a nado. “En una carrera de aventura pueden ocurrir un montón de cosas, incluso encontrarte con un nuevo amigo”, dijo Lindnord al finalizar, que adoptó Arthur y lo llevó a Suecia. Ahora, son inseparables.