Septiembre es - junto con enero - el mes de los buenos propósitos. El momento de iniciar nuevos proyectos o retomar otros. Es la época de la vuelta al cole, al trabajo, al gimnasio y... la vuelta de los coleccionables. Los quioscos se llenan de fascículos para aprender idiomas, hacer postres creativos con los niños, iniciarse en el bordado o coleccionar miniaturas de todo tipo. Muñecos de Tintín, cascos de Star Wars, libros de grandes filósofos y 'partes' del cuerpo humano abarrotan estos días los quioscos de las ciudades españolas.
En Verne hemos querido saber qué tienen que decir de todo esto quienes 'sufren' nuestro afán coleccionista en primera persona: los quiosqueros. Esos profesionales a los que recurrirás para encontrar 'el fascículo que se te pasó cuando estabas de vacaciones' o para que te reserven el primer número de 'esa colección que va a comenzar el domingo con el periódico y que tiene muy buena pinta'.
Palabra de quiosquero con muchas temporadas de colecciones a sus espaldas:
1. Lo verás en televisión y te entrará el gusanillo. "Casi todas las peticiones que recibimos", explican, "son de clientes que han visto el anuncio de la colección en televisión y te preguntan". El resto, lo ven expuesto en el quiosco y se interesan.
2. Te cansarás. "La gente se aburre", nos cuentan, "porque te prometen 60 entregas y luego son muchas más, las van fraccionando hasta el infinito." El coleccionista empieza con ganas, pero va perdiendo la ilusión poco a poco. "Colecciones cortas, de 30 o 40 ejemplares, serían lo ideal para asegurar la fidelidad del cliente".
3. Y - casi con toda seguridad- no terminarás. El primer número lo compra mucha gente por curiosidad. El segundo también porque mantiene un descuento en el precio. De todos ellos, solo un 15 % continuará y, de estos, solo un 10 % completará la colección.
4. 'Guárdame los fascículos que ya pasaré a recogerlos'. La frase más repetida durante los meses que dure el goteo de ejemplares. A los quiosqueros nos les importa almacenar números atrasados siempre y cuando los clientes lleguen a recogerlos alguna vez. Porque esa es otra...
5. En el altillo de todo quiosco hay un fascículo abandonado por algún cliente que nunca volvió a reclamarlo. Las editoriales establecen un plazo para devolver los ejemplares sobrantes sin coste extra. Pero una vez sobrepasada la fecha límite, no hay nada que hacer. Si el cliente no recoge el encargo, el responsable del quiosco corre con los gastos. "Nos los comemos", dicen.
6. '¿Novedades? ¿Qué novedades?'. Los quiosqueros dicen vivir en un déjà vu constante por estas fechas. Lo que al "inocente" comprador le parecen ideas muy originales no son más que pequeñas reinterpretaciones de colecciones anteriores. "La colección del cuerpo humano - con piezas para crear un esqueleto a tamaño natural- sale todos los años", explican, "la de Tricot salió hace unos tres años con otra cabecera, la de Conan o grandes autores de literatura... igual". Si un año hay una entrega de animales de la granja, al siguiente se hace de animales salvajes, y si triunfan las miniaturas de instrumentos musicales, se opta por una vuelta de tuerca ofreciendo una de pequeñas guitarras eléctricas.
7. La nostalgia también triunfa entre los coleccionistas. Solo así se explica el éxito rotundo de la muñeca Mariquita Pérez o de los cuentos de María Pascual. Hay treintañeros que se hacen con todos los DVDs de Dragon Ball o a los que no les importa adquirir los cascos de la serie Star Wars a razón de 12 euros por artículo. En general, las colecciones que mejor se venden, las destinadas a niños (aunque son los abuelos los principales inversores). Las que peor, las de libros.
8. El sueño de todo quiosquero: envoltorios más pequeños. Los quioscos suelen ser habitáculos de escasas dimensiones así que los quebraderos de cabeza suelen llegar cuando hay que guardar en su interior los fascículos con sus correspondientes empaquetados. Por lo general, cartones muy voluminosos. Cada quiosquero tiene en el recuerdo su 'pesadilla particular': desde una colección de ositos de peluche "que salían por la puerta cada mañana al abrir" a una colección de velas "inmensas" para decorar la casa.
9.Cualquier tiempo pasado fue mejor. El interés por los coleccionables, al igual que ocurre con la prensa impresa, ha ido disminuyendo. "Esto ya no es lo que era. En los últimos tres años, no creo que pasen de la veintena los lanzamientos de nuevas colecciones" explican, "y no hay ninguna promoción para la que te manden más de 60 artículos". Aseguran que antes estaba todo por descubrir pero que ahora, con internet, es muy difícil dar con la fórmula mágica.
10. La 'pelea' con la suscripción directa. Si quieres enfadar a un quiosquero háblale de las editoriales. Y de su política de incluir cupones descuento dentro de los ejemplares para que los clientes se suscriban y reciban directamente la colección en casa. "Les hacemos el trabajo sucio y publicidad gratuita", se quejan, "si la gente interesada se salta el paso del quiosco apenas ingresamos nada, porque la comisión que obtenemos por los primeros números es muy pequeña".
11. En casa de herrero, cuchillo de palo. Los quiosqueros seleccionan mucho y no suelen coleccionar. Los pocos que han completado alguna promoción, la hicieron antes de empezar con el negocio.