"Encontramos un viejo walkman y cintas de los 80. ¡Mis hijos no tienen ni idea de cómo usarlo!" Así explicaba la estadounidense Lena Hyde el vídeo que acababa de grabar en su casa, publicado después en su perfil de Facebook. Los casetes - que ahora resurgen con fuerza - marcaron a toda una generación, pero no a la de estos chicos acostumbrados a escuchar música en sus móviles o en sus lectores MP3.
"Vale, aquí dice Cara A" comenta uno de los jóvenes mientras intenta introducir sin éxito la cinta en el reproductor de casete portátil. Se ríe, le da la vuelta, pide avergonzado a su madre que deje de grabar... Pero no da con el quid de la cuestión, así que su hermano sale en su ayuda. "¡Lo tengo, lo tengo! Abre la tapa" grita cuando cree haber encontrado la fórmula... Pero no. Después de casi un minuto y medio de batallar, lo consiguen.
La grabación de Hyde, que supera los 5 millones de reproducciones en Facebook, - y que ella misma ha subido después a YouTube - es la última entrega de este tipo de vídeos que muestran lo que ocurre cuando los adolescentes se enfrentan a aparatos que les son totalmente ajenos.
El canal Fine Brothers Entertainment, por ejemplo, ya había realizado antes una prueba similar con niños más pequeños. En este caso los protagonistas no tenían ninguna referencia previa y debían adivinar de qué se trataba. Las primeras respuestas: un walki-talkie, una grabadora, una caja de música...
El episodio en cuestión, que han visto 12 millones de personas, se incluye dentro la serie Kids React To ('Niños reacciona a...') de este canal de YouTube en el que pueden encontrarse otros ejemplos graciosos, como el de los niños tratando de utilizar un viejo teléfono de marcación por rueda. Para estos nativos digitales que solo han conocido las pantallas táctiles de los smartphones puede ser misión -casi- imposible.
13 millones de suscriptores se han interesado por el contenido de este canal que trata de conectar conceptos de décadas anteriores con el presente. Pero no se trata solo de hacer funcionar artilugios. Una de sus últimas ocurrencias ha sido obligar a varios adolescentes a usar una enciclopedia. Nada de búsquedas en Google: búsqueda de palabras a la vieja usanza. Palidecen solo con ver apilados ante sí, por orden alfabético, todos los volúmenes.