La noche del domingo participaron seis representantes de los partidos políticos en el debate de El Objetivo. Aparte de la presentadora y directora del programa, Ana Pastor, solo participaba una mujer, Adriana Lastra, secretaria de política municipal del PSOE. Íñigo Errejón, secretario de política de Podemos, la interrumpió en cuanto comenzó a hablar.
-Perdona, Íñigo, soy la única mujer... -intentó seguir Lastra, sin suerte, porque la interrumpieron otra vez para decirle: “Eso qué tiene que ver para que te interrumpan” (Ana Pastor) y “da igual, yo interrumpo también a hombres” (Íñigo Errejón).
-Es que al final sé cómo es -apuntó Lastra-, que vengo de un debate anoche.
No es el único caso de hombres interrumpiendo a una mujer que vemos en los medios, ni mucho menos. Son tan frecuentes que la revista Time proponía hace poco el término 'manterruption', combinando las palabras 'man' (hombre) e 'interruption' (interrupción), y en clara alusión al 'mansplaining', que ocurre cuando un hombre explica algo a una mujer de manera condescendiente o paternalista.
Dos casos recientes y muy sonados fueron los de Matt Damon, que no dejó terminar a la productora Effi Brown durante un episodio de Greenlight, y el del presidente de Google, Eric Schmidt, a quien se le llamó la atención por interrumpir constantemente a la directora de tecnología del gobierno estadounidense, Megan Smith, durante una charla en el festival SXSW. Paradójicamente, se trataba de dos conversaciones sobre diversidad e igualdad de oportunidades.
Juana Gallego, coordinadora del máster de Género y Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, asegura a Verne en una conversación telefónica que aunque en general a todos se nos da bastante mal escuchar, los hombres lo hacemos algo peor. De hecho, la interrumpo en al menos cuatro ocasiones, y eso que soy yo el que pregunta y toma nota.
Según Gallego, cuando vemos a un hombre hablando, damos por supuesto “que tiene algo que decir, cosa que no ocurre cuando habla una mujer”. Añade que esto se da en todos los ámbitos, ya que por norma “le damos importancia a lo que los hombres consideran que es importante”, lo sea o no. Este "principio de autoridad" no explica sólo que los hombres tiendan a hablar más y con más confianza, sino también que las mujeres interrumpan más a otras mujeres que a hombres, ya que "se tratan de igual a igual".
No se trata de casos anecdóticos: hay muchos estudios al respecto. Por ejemplo, un trabajo publicado el año pasado en el Journal of Language and Social Psychology mostraba que es más probable que tanto hombres como mujeres interrumpan a su interlocutor si es una mujer. Y la lingüista de la Universidad de Pensilvania, Kieran Snyder, llevó a cabo otro trabajo sobre interrupciones en las reuniones de una empresa tecnológica, y comprobó que los hombres no sólo interrumpían más a todo el mundo, sino que cortaban tres veces más a una mujer que a otro hombre. Además e incidiendo en lo que reflejaba el trabajo antes mencionado, las mujeres se interrumpían unas a otras, pero casi siempre dejaban que los hombres terminasen de hablar. Y quienes más interrumpían eran los hombres con cargos directivos (menuda sorpresa).
No sólo eso: cuando un hombre habla más que el resto durante una reunión, tendemos a considerar que es un 10% más competente que los demás. En cambio, si una mujer habla más que sus compañeros, la consideramos un 14% menos competente, según otro trabajo que recoge Time. Es decir, tendemos a confiar más en lo que dice un hombre, con independencia del contenido. En este contexto no resulta sorprendente que los hombres hablen tres veces más que las mujeres en las reuniones, como apunta un estudio de las universidades de Brigham Young y de Princeton.
Es una excelente sugerencia, señorita Triggs, a lo mejor le gustaría hacerla a uno de los hombres aquí presentes.
Gallego también lo nota en sus clases, donde los hombres son minoría y donde la situación no cambia ni cuando la comenta con sus alumnos. También, recuerda, en unas “jornadas sobre feminismo donde sólo había dos o tres hombres, pero eran los que más intervenían”, lo cual resulta claramente paradójico. También hay estudios que apuntan que interrumpimos más a nuestra doctora que a nuestro doctor y que a su vez los doctores interrumpen más a sus pacientes que las doctoras.
En redes sociales no se puede interrumpir (menos mal), pero es significativo el dato de que recoge The Atlantic y según el cual los hombres estadounidenses se llevan el doble de retuits que las mujeres, a pesar de que el número de tuiteros y de tuiteras de este país es similar.
Esta situación tiende a cambiar cuando aumenta la presencia de mujeres en los diferentes ámbitos, como escribían Sheryl Sandberg, directora de operaciones de Facebook y fundadora de Lean In, y Adam Grant, profesor de la Universidad de Pensilvania, en un artículo publicado en The New York Times y centrado en el mundo empresarial: “Cuantas más mujeres entran en las escalas superiores de las organizaciones, más gente se acostumbra a que las mujeres contribuyan y lideren”.
Gallego opina que esto no es suficiente. En su opinión, se trata de una cuestión cultural que ha de verse reflejada en la escuela y en la familia, y recuerda que incluso hay estudios que muestran que los profesores “prestan más atención a los niños que a las niñas”. Añade que es necesario que “dotar de poder también a las niñas”, con el objetivo de que “todo el mundo se sienta igual de autorizado a intervenir en ámbitos públicos”.
Mientras tanto, los hombres deberíamos ser más conscientes de este sesgo y, al menos, mostrar algo de educación. No es de extrañar que la escritora Soraya Chemaly asegure que todas las mujeres deberían aprender las siguientes diez palabras: "Deja de interrumpirme. Acabo de decirlo. No hace falta explicarlo".