Nadie lo duda: no hay mayor expresión de salud democrática que unas elecciones. Pero, la verdad, que para llevarlas a cabo haya que sacar de la cama un domingo a las 07.30 a un puñado de individuos bajo la amenaza de llevarlos a la cárcel, que se les obligue a trabajar durante 17 horas ininterrumpidas y que reciban una paga de 3,68 euros la hora, no suena precisamente a democracia.
Pero bueno, todos los ciudadanos lo aceptamos sin rechistar a sabiendas de que es lo mejor para preservar nuestro avanzado modelo de democracia. ¿Todos? Digamos que todos a excepción del vocal titular de mi mesa electoral, que tendría muy buenas razones para no presentarse. Me tocó ocupar su plaza este 20D en Madrid. Y esta es, precisamente, la primera lección que aprendí ayer: si te toca ser suplente, no hagas muchos planes. A continuación enumero otras cosas que aprendí tras mi experiencia como vocal en la jornada electoral:
1. Nunca juzgues a la gente por su nombre (I): En nuestro censo había una chica llamada Rabia. Llegó a votar en el preciso instante en que sufríamos un problema informático y no montó en cólera ni destrozó las urnas.
2. Las urnas parecen estratos geológicos. En la parte de arriba de la urna, la que corresponde a los votantes de última hora, había mayor proporción de papeletas de izquierdas. En la parte de abajo de la urna, la correspondiente a la primera hora de la mañana, ganaban claramente los partidos de derechas. Por la concentración de votos conservadores dentro de la urna, podría precisarse la hora a la que la gente salía de misa.
3. Recibir sobres con dinero dentro es algo que mola: Pero no se alarmen, que todo fue legal. Resulta que la administración paga los 62,61 euros que corresponden a los miembros de la mesa dentro de un sobre. Para nosotros, el hombre de Prosegur que los entregaba fue el verdadero héroe de las elecciones #HombredeProsegurPresidente.
4. No hay que emocionarse cuando te entreguen los 62,61 euros. Porque luego te enteras de que el representante de la administración que está sentado a tu lado, haciendo casi lo mismo, está cobrando 250 euros. Carlos, el de nuestra mesa, nos dijo que recibía esa cantidad y que se había presentado como voluntario, por si alguien quiere apuntarse en las próximas elecciones.
5. Nunca juzgues a la gente por su nombre (II): En nuestro censo había un chico cuyo segundo nombre es Hitler. Y se presentó a votar democráticamente.
6. Los miembros de la mesa no tenemos ninguna necesidad de conocer tus opiniones políticas. En nuestra mesa un hombre votó mientras dedicaba una peineta a los catalanes. Nos hubiese resultado más gracioso si lo hubiese hecho para sí mismo en la cabina de votación.
7. Los votantes se toman un poco a chufla el Senado. No lo digo solo porque haya un mayor número de votos nulos y votos en blanco (en nuestra mesa, 24 para el Senado frente a 5 para el Congreso). Si no porque hubo gente que en la misma papeleta marcó a candidatos del PP y de Podemos, troleando a la cámara alta.
8. Los miembros de las mesas se toman un poco a chufla el Senado. Cada vez que alguien mencionaba que Carmen Lomana, candidata de Vox, había recibido un voto, la gente de las mesas lo celebraba como un gol de Iniesta.
9. Una señora no se toma a chufla el Senado. Efectivamente, en nuestra mesa hubo una mujer que no depositó su voto para el Congreso, pero sí lo hizo para el Senado. Le preguntamos tres veces si estaba segura, y nos respondió con la máxima convicción.
10. Hay personas a las que, en vez de meterlas en una incubadora, debieron de meterlas en una urna electoral. Me refiero al apoderado de un partido que, al constituir la mesa, dijo: "Hoy ganamos todos, hoy gana la democracia". Tengo que decir que el apoderado en cuestión era de Ciudadanos, por lo que igual ya no opinaba lo mismo al término del recuento.
11. Esperaba más ingenio en los votos nulos. Teníamos las barras de pan preparadas por si alguien metía un chorizo en el sobre. Pero nuestros votos nulos fueron bastante anodinos. Se llevó la palma quien introdujo en el sobre una foto de Pedro Sánchez que daban ganas de pegar en una carpeta escolar.
12. Si los que se olvidan el DNI en la mesa montasen un partido lograrían mayoría absoluta. Imagino que la gente tenía prisa por irse a tomar un vermú, porque no hay otra explicación para el elevado índice de votantes que olvidan el DNI en la mesa.
13. La fiesta de la democracia es más cansada que una fiesta rave. El acto de la votación es más o menos entretenido. Pero llega el recuento y la cosa cambia. Después de haber contabilizado los 556 votos para el Congreso recibidos en nuestra mesa, tuvimos que empezar nuevamente desde el principio porque los números no cuadraban por una papeleta. Al final, nuestra tarea comenzó a las 8.00 de la mañana y acabó a la 01.00. Y no fuimos los últimos en marcharnos.
14. Los fotógrafos electorales falsean la realidad. Aunque uno de los grandes clásicos de las elecciones son las imágenes de monjas votando, en nuestra mesa no se presentó ninguna. Deberíamos ir pensando en cambiar las fotos de monjas por las de runners, que ganaron por goleada.
15. Tu experiencia dependerá de tus compañeros de mesa. Y ahí no pude tener más suerte. Carmen y Bea fueron máquinas de precisión a la hora de contar votos. Y, además, se presentaron en la mesa con palmeritas y té. Si en nuestra mesa tuvimos un 78,2% de participación, un 5% más que la media en España, solo pudo ser porque la gente venía a conocerlas en persona.
En resumen, ser miembro en una mesa electoral es algo que no deseo a nadie. A nadie, excepto al vocal titular a quien me tocó suplir en las elecciones del 20D.