Durante años, llevamos con nosotros cada día nuestros estuches, lápices, rotuladores y libretas. Hasta que los sustituimos por otros objetos más aburridos y los perdemos de vista casi por completo.
Pero no para siempre, como saben los padres y madres que cada curso tienen que comprar el material escolar para sus hijos. Entre las mochilas de Peppa Pig y los estuches de La Patrulla Canina, también hay productos que apenas han cambiado su diseño desde que se comenzaron a fabricar. Nos detenemos en la historia de algunos de ellos.
La caja de lápices Alpino y las ceras Manley
La empresa nació en Girona en 1933, cuando los hermanos Masats comenzaron a usar los trozos de madera que sobraban de la fábrica de juguetes en la que trabajaban para elaborar lápices con minas de colores en la cocina de su casa. En los años 40, la empresa empezó a funcionar y se trasladó a Barcelona.
Desde entonces, son muchas las generaciones de padres y madres que han podido identificar en la tienda el diseño de la caja de lápices de la marca. Desde el departamento de marketing de Alpino nos recuerdan que a pesar de las modificaciones y modernizaciones en el aspecto de la caja, se conservan los elementos más característicos: “Los colores, las montañas, el cervatillo…”.
Uno de los objetivos de que no haya habido cambios sustanciales en el diseño de esta caja clásica es que los padres reconozcan la marca en la tienda. Y es que la mayoría de adultos recordamos la etapa escolar con cierto cariño, aunque a los niños les pueda resultar difícil de creer. Olemos la madera de los lápices, por ejemplo, y nos vienen a la mente los recreos con nuestros amigos, olvidando las aburridas tardes intentando terminar deberes de mates.
En eso consiste la nostalgia: en recrearnos en un pasado idealizado en el que hemos dejado de lado todo lo negativo, como explicaba a Verne el neurocientífico Francisco Mora. Este sentimiento nos lleva a menudo a nuestra niñez, que es la época en la que, añadía Mora, por lo general “nos vemos más refugiados y protegidos contra cualquier daño”. A pesar de los exámenes.
Otro factor importante a la hora de cuidar (y conservar) este diseño es que un lápiz de colores fuera de su caja es difícil de reconocer, ya que apenas lo identifica el logo de la compañía. La empresa también explica que los comerciantes valoran que haya “una mancha de color que los clientes puedan identificar fácilmente. Cada fabricante tiene el suyo”. Y el de Alpino es el verde.
Ocurre algo parecido con otras dos líneas de la compañía: las ceras Manley y Dacs. Las cajas de los productos de ambas marcas son fácilmente reconocibles, y eso a pesar de que Dacs pasó por un rediseño el año pasado.
En cuanto a Manley, la empresa recuerda “que es un formato muy usado en los colegios”. No merece la pena hacer pruebas con una imagen perfectamente reconocible y valorada", explican, apuntando que el de la papelería no es el único sector en el que hay diseños que se han mantenido sin apenas cambios durante décadas: “Este diseño nos identifica muy bien. Funciona casi como un logo y la gente ya lo busca”.
El lápiz Noris de Staedtler
Hay casos en los que un lápiz fuera de la caja sí es perfectamente reconocible. Por ejemplo, el Noris de Staedtler, ese lápiz negro y amarillo, que para muchos de nosotros es el lápiz.
Friedrich Staedtler comenzó a fabricar lápices en la década de 1660. Sin embargo, debido a las restricciones para los gremios en Nuremberg, no pudo constituir una empresa hasta 1835, motivo por el que se considera a Faber-Castell, fundada en 1761, la primera compañía fabricante de lápices.
Staedtler fabrica los Noris desde 1901, aunque en un primer momento no eran amarillos y negros, sino lisos: rojos, negros, amarillos o verdes. En 1934 ya contaban un diseño parecido al actual, aunque la banda amarilla era naranja. A partir de 1955 el lápiz muestra los colores que conocemos.
Según explica Mari Pau Garreta, directora de marketing de Staedtler Iberia, este lápiz “está en la mente de todos: maestros, padres, niños…”. Es normal que la compañía no haya introducido modificaciones en los últimos 60 años. Al contrario, el año pasado lanzaron la colección Noris Color, en la que los lápices de colores llevan esta famosa franja negra.
Garreta apunta que este lápiz es el más vendido en el mercado ibérico y el más reconocido en países como España, Italia y Alemania. “En cambio, en el Reino Unido el más famoso es otro lápiz de la empresa, el Tradition, que es rojo y negro”.
¿Por qué se optó por estos colores? En Staedtler no nos han sabido responder a esta pregunta. En el escudo de Núremberg hay un águila negra sobre un fondo amarillo, pero no hay confirmación de que esta sea la razón, aunque tendría sentido si recordamos que Noris es el nombre de la ninfa que personifica la población en un relato de Johann Hellwig publicado en 1650. También es el apelativo que los humanistas de ese siglo dieron a la ciudad.
Además de eso, el amarillo es un color muy ligado a los lápices. El más popular en Estados Unidos es el modelo Ticonderoga, que Dixon fabrica desde 1913 en este color, como explica James Ward en Adventures in Stationery ("aventuras en papelería").
Los primeros lápices amarillos fueron los Koh-I-Noor 1500, que la empresa checa Hardmuth comenzó a fabricar en 1889, inspirándose en el diamante del mismo nombre y con la pretensión de ofrecer una calidad equivalente a la de la piedra preciosa, pero en lápices. El amarillo era una referencia a la bandera del Imperio Autrohúngaro, pero este fabricante consiguió que el color quedara asociado en Estados Unidos a los lápices de calidad.
La 'Nata' de MILAN
MILAN (en mayúsculas y sin tilde) tiene unos cuantos modelos icónicos de gomas de borrar. La empresa barcelonesa, fundada en 1918, es muy conocida por algunos clásicos: la 430; la 403, que es la Gigante; la 912, apodada Cristal, translúcida y en varios colores, y, sobre todo, la 624, llamada Nata, que venía con un envoltorio de celofán.
La empresa fabrica un total de 70 modelos diferentes de gomas de borrar en 13 calidades (además de otras 5.000 referencias en productos escolares, de oficina y de bellas artes), que vende en 120 países.
Carolina Álvarez, responsable de marketing y comunicación de la empresa, nos explica por correo electrónico que sus gomas se comenzaron a popularizar ya en la década de los 20 y 30. “Es a principios de la década de los 60 cuando se comenzó a trabajar en el desarrollo de la primera fabricación a base de resina de plástico, y nace así la primera goma ‘nata 624’, envuelta en celofán rosa y con un olor característico”.
Si usaste una goma de borrar MILAN en los 80, ya sabes de qué olor hablamos. Sí, solo en los 80 o antes: a finales de esa década, “MILAN adaptó el producto y se dejó de utilizar aroma en las gomas ‘Nata’, en cumplimiento de la normativa de seguridad de los juguetes, útiles de uso infantil y artículos de broma”. Tus hijos nunca sabrán a qué olían estas gomas. También estarán más seguros en clase. ¿Compensa? Sí, claro, no nos volvamos locos por culpa de la nostalgia.
En cuanto al nombre de las Nata, su origen se debe a que la empresa consideraba que esta goma era “la ‘flor y nata’ de las gomas de borrar”. No era una cuestión solo de marketing: como recuerda Álvarez, “MILAN fue el primer fabricante en producir gomas de plástico en Europa”.
Puede llamar la atención que el diseño de una simple goma de borrar se considere icónico, pero no es algo tan raro. La goma más conocida en Estados Unidos es la llamada Pink Pearl (perla rosa), lanzada al mercado en 1916 por Eberhard Faber y actualmente fabricada por Paper Mate. Como recuerda Ward en su libro, en 1967 el artista Vija Celmins creó unas esculturas que reproducen el diseño de estas gomas.
Por cierto, antes de que se inventaran las gomas de borrar (en el siglo XVIII), se usaba miga de pan húmeda. De hecho, las gomas que se deshacen al entrar en fricción con el papel aún se siguen llamando “de miga de pan”: “Son de las más suaves -explica Álvarez- y están fabricadas con caucho sintético”. Como por ejemplo, el modelo 430. Este y la Nata 624 son las más vendidas de la empresa en España.
La barra de pegamento Pritt
En 1967, Wolfgang Dierich estaba en un avión cuando le llamó la atención una escena por lo demás bastante común: una mujer pintándose los labios. Dierich era ingeniero de la división de pegamentos de Henkel y ya en el vuelo comenzó a pensar en aplicar el mecanismo de la barra de labios al pegamento. Hay que recordar que hasta entonces, el pegamento solo venía en formato líquido.
Dos años después, la empresa comenzaría a comercializar la barra de pegamento Pritt. Desde entonces se han vendido más de mil millones de barras en 121 países. Una vez más y como se puede ver en las fotos, apenas ha habido diferencias en el diseño, al tratarse no solo de una pieza muy reconocible, sino también de una solución práctica en la que probablemente no haya mucho margen para los cambios.
Uno de los pocos que se han introducido es que algunas de las barras incluyen a su mascota, que, como recuerda Ward, tiene un punto inquietante: si la barra es un personaje, al usarla le estamos levantando el cráneo y usando su cerebro como pegamento.
El subrayador STABILO
Ya existían subrayadores antes de que llegara el BOSS de STABILO en 1971. El primero fue el Hi-Liter de Carter’s Ink, que comenzó a fabricarse en 1963. Usaba una tinta translúcida y, en un primer momento, solo amarilla, como escribe Ward.
Günter Schwanhäuser compró uno de estos subrayadores durante un viaje a Estados Unidos. Schwanhäuser, cuyo nombre he copiado y pegado, era la cuarta generación al frente de Schwan, empresa de papelería conocida por su marca STABILO, creada en 1925 y escrita también siempre en mayúsculas. A Schwanhäuser le pareció que la idea tenía potencial: los subrayadores eran muy populares entre los estudiantes y el producto podría llevarse también a las oficinas.
Pero el empresario quería mejorar tanto la tinta como el diseño. Para la tinta, la compañía desarrolló una fluorescente. Sin embargo, el diseño se le resistía: ninguna propuesta acababa de convencerle.
La forma final, tan reconocible, “fue producto del azar”, según explica la empresa a Verne: “El diseñador había preparado y descartado toda clase de modelos: rectangulares, redondos, cortos y gruesos, largos y planos. Un modelo cilíndrico y cónico hecho de arcilla parecía prometedor, pero nada revolucionario”. Schwanhäuser lo rechazó y “el diseñador, desanimado una vez más, lo aplastó con la palma de la mano…, dando al BOSS su forma característica”.
Se optó por darle al cuerpo el color de la tinta, dejando el tapón en negro. También se cortó la punta para que se pudiera marcar o subrayar gracias a sus dos grosores diferentes. Desde 1971, el diseño apenas ha cambiado, aunque sí ha habido innovaciones en los materiales, en el número de colores y en el logo.
En su momento, llamó la atención. Ahora es, sobre todo, muy identificable: cuando nos hablan de subrayadores, nos los imaginamos con esa forma. Y no es el único producto fácilmente reconocible de la empresa: el rotulador de punta fina Point 88 también mantiene prácticamente el mismo diseño desde 1977: naranja y con líneas blancas.
“Para nosotros es una cuestión más de fidelidad a la marca que un sentimiento de nostalgia. Lo que te satisface durante tu etapa escolar también puede ser tu primera opción para tus hijos muchos años más tarde. La nostalgia no es nuestra principal motivación”.
Aunque sea una consecuencia.