-¿Y de qué tratan tus libros? -Le preguntó un hombre a la escritora Rebecca Solnit durante una fiesta.
Solnit comenzó a hablarle del último que había escrito, pero el tipo la interrumpió para contarle lo que pensaba acerca de un libro “muy importante” que se había publicado ese mismo año sobre ese mismo tema.
Por supuesto, se trataba del libro de Solnit. Una amiga de la escritora tuvo que decirlo tres o cuatro veces antes de que el tipo abandonara su intención de explicárselo detenidamente.
La autora recogió esta anécdota en un artículo de 2008 titulado “Men explain things to me” ("Los hombres me explican cosas"), en el que criticaba este hábito masculino de explicar cosas a las mujeres, con independencia de si se sabe algo del tema y usando por lo general un tono paternalista y condescendiente.
“Todas las mujeres saben de qué les estoy hablando”, añadía, describiendo los efectos de un vicio que contribuye a que las mujeres intervengan menos en público y que las educa “en la inseguridad y en la autolimitación”, al mismo tiempo “que ejercita el infundado exceso de confianza de los hombres”. No es algo que solo afecte a una charla más o menos bienintencionada en una fiesta: como recuerda Solnit, es el mismo mecanismo que lleva a que muchos pongan en duda una acusación de malos tratos.
Este artículo se recogió en un conjunto de ensayos publicados en 2014, que ahora traduce al español la editorial Capitán Swing con el título de Los hombres me explican cosas. En una posdata al texto, incluida en el libro, Solnit recoge algunos de los comentarios que recibió, incluidos los de algunos hombres que insistían que esto no era algo exclusivo de un género. Insistían, escribe la autora, "en su derecho a desestimar las experiencias que las mujeres dicen que tienen”.
Solnit cuenta que este artículo se difundió más que ningún otro que hubiera escrito antes. Es decir, su experiencia no era una excepción. Por ejemplo, poco después de publicarse su texto apareció una web titulada “Los académicos me explican cosas”. También se acuñó el término mansplaining, palabra compuesta de man (hombre) y explain (explicar), que a veces se atribuye a la escritora y que sirve para etiquetar este fenómeno. Ella apunta que no tuvo nada que ver con su creación, a pesar de que fue su texto el que lo habría inspirado.
Según Know Your Meme, la palabra aparece por primera vez en un comentario de un blog publicado el 21 de mayo de 2008. En 2009 llegó a la web Urban Dictionary y en 2012, The Atlantic le dedicó un artículo en el que constataba que el uso del término estaba cada vez más extendido.
Know Your Meme también incluye el gráfico con las búsquedas del término en Google, que muestra cómo el interés ha ido creciendo en los últimos años.
Solnit escribe que tiene “dudas acerca de la palabra” y admite que no la usa mucho. Tampoco convence a Juana Gallego, coordinadora del máster de Género y Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, que la encuadra dentro de la tendencia de los estadounidenses a inventarse términos para todo. Le parece “un poco paródico, una caricatura”. No es necesariamente una desventaja: muy a menudo se usa en memes humorísticos.
En todo caso, para Gallego se trata de “una palabra nueva que describe algo que lleva ocurriendo mucho tiempo”. De hecho, cita una experiencia reciente en la que ni siquiera hubo necesidad de que nadie la interrumpiera con un "no, mira, te explico". “Estaba en el gimnasio haciendo pesas -cuenta-, cuando un hombre pasó por delante y, sin mediar palabra, corrigió la postura de mis manos”. No era un instructor y ni siquiera se planteó la posibilidad de que ella ya estuviera sosteniendo las mancuernas de forma correcta o que tuviera algún motivo para hacerlo de esa forma. Nada. Él sabía lo que Gallego tenía que hacer.
Un cambio en los roles tradicionales
La acusación de mansplaining se recibe a menudo con rechazo. En opinión de Gallego, esto refleja la “estupefacción que sienten los hombres ante el cambio en el rol de las mujeres. Tradicionalmente, el papel del hombre se asociaba a la autoridad y a la iniciativa. Era el sujeto importante. En cambio, la mujer tenía un papel secundario, subordinado y que había que proteger".
Es una estructura tan asentada que incluso "los hombres que escriben sobre feminismo tienen más repercusión y están más aceptados" que las mujeres que tratan los mismos temas, para quienes se reservan adjetivos como "resentidas, feminazis o revanchistas".
El cambio en esta forma desigual de relacionarnos implica la necesidad de un periodo de aprendizaje: “Hay que recordar -apunta Gallego- que nunca en la historia hombres y mujeres se habían relacionado en igualdad”. En su opinión, este proceso pasa por dejar de lado la condescendencia y la actitud paternalista, con el objetivo de que “todos nos sintamos más cómodos en nuestras relaciones”.
Del mansplaining a la manterruption, pasando por el manspreading
A pesar de las dudas de Gallego y de la propia Solnit, el éxito de la palabra es indiscutible, probablemente porque permite encapsular en un solo término un conjunto muy amplio de experiencias. También ayudan sus ya comentadas posibilidades humorísticas.
Un ejemplo de su popularidad: mansplainer fue una de las palabras del año para The New York Times en 2010. El diario definía así este sustantivo: “Un hombre compelido a explicar o a dar su opinión sobre cualquier cosa, especialmente a una mujer. Habla a menudo con condescendencia, incluso aunque no sepa de qué está hablando o no sea asunto suyo”. En 2014 llegó al Diccionario de Oxford, después de haber sido finalista en su selección de palabras del año (ganó vapear).
En redes, seguimos viendo ejemplos de esta conducta. El 9 de septiembre, una astronauta de la NASA colgó un vídeo en el que mostraba un experimento. No tardó en aparecer un tipo dando lecciones. “Por favor, explica ciencia con más detalle a la astronauta tuitera”, le contestaba otra.
La existencia del mansplaining no es solo una cuestión de opinión que podamos desechar, una vez más, tildándola de subjetiva o de excepcional. Aparte de la multitud de experiencias, hay estudios que prueban, como mínimo, que la idea no está desencaminada y que los hombres pasamos más tiempo hablando que escuchando. Aunque no se han centrado en el contenido, algunos trabajos muestran que, cuando estamos en un grupo, los hombres hablamos durante más tiempo y en más ocasiones que las mujeres, como recoge Julia Baird en The New York Times.
Hay más: los hombres hablamos tres veces más que las mujeres en las reuniones, según un estudio de las universidades de Brigham Young y de Princeton. Además de eso, cuando un hombre habla mucho, lo consideramos más competente que sus compañeros, justo lo contrario de lo que ocurre con las mujeres, siguiendo otro trabajo del que habla Time.
Por eso no es extraño que además de querer exponer nuestro punto de vista todo el rato, lo hagamos interrumpiendo: un estudio publicado el año pasado en el Journal of Language and Social Psychology mostraba que es más probable que tanto hombres como mujeres interrumpan a su interlocutor si es una mujer.
Esta manía ha dado lugar a otro término compuesto, manterruption, unión de man e interruption, propuesto por Time en 2015. Se une al manologue, el monólogo de un hombre, y al manspreading, palabra acuñada en 2013 y que Fundéu propone traducir como despatarre masculino o machista.
Hemos preguntado a Fundéu cuál sería la mejor forma de traducir mansplaining al español. “No existe un término específico -nos contestan por correo electrónico-. Lo más cercano que se nos ocurre es explicación paternalista”.
Por otro lado, no sé si hay término para el hecho de que un hombre explique lo que es el mansplaining, como es el caso de este artículo. ¿Metamansplaining? En todo caso, que conste que en Verne somos conscientes de la paradoja.
Una mujer me ha preguntado qué es el "mansplaining". Creo que es una trampa. Llevamos media hora mirándonos el uno al otro en silencio.