En Twitter se hablaba el martes por la tarde del divorcio de Brad Pitt y de Angelina Jolie. Mucho.
Según datos que Verne ha solicitado a Twitter, entre las seis de la tarde del martes y las ocho de la mañana del miércoles, más de un millón de tuits mencionaron a Brad Pitt y otro millón más a Angelina Jolie, con un pico de conversación entre las seis y las seis y media (hora peninsular española). Aparte de esto, se publicaron 480.000 tuits con la etiqueta #brangelina, con momentos en los que se alcanzaron los 1.400 tuits por minuto.
Incluso Jennifer Anniston se coló entre las tendencias, con 22.000 tuits mencionando a la ex mujer de Pitt. De hecho, el tuit más compartido con la etiqueta #brangelina tenía a esta actriz como protagonista.
Por comparar, la pasada edición de Eurovisión generó más de 7 millones de tuits en todo el mundo y la muerte de David Bowie, 2,3 millones.
El anuncio de divorcio también se coló entre las historias más comentadas en Facebook, según la newsletter sobre tendencias en redes The Intersect y, por supuesto, ha sido recogida por los medios de comunicación convencionales.
¿Y por qué nos preocupa tanto (bueno, un poco) lo de Brangelina?
Muchos se comportaron, ya fuera en Twitter o en casa, como si Brad Pitt y Angelina Jolie fueran amigos o conocidos de toda la vida.
-Qué fuerte lo de Brangelina.
-Yo no me lo esperaba, se les veía muy bien.
-Hombre, a ver, siempre ha habido rumores.
-Los niños lo pasarán mal con el acoso de los medios.
-Ya están acostumbrados.
La atención a la relación entre ambos no es nueva. Como vimos, se lleva especulando con su divorcio “desde que se conoció su relación en 2004”.
Sin embargo y aunque pueda parecer casi demencial que hablemos en este tono de dos perfectos desconocidos y de su media docena de hijos, no es algo extraño. Como ya hemos mencionado en alguna ocasión, esta relación íntima, a distancia y unidireccional se llama “interacción parasocial”, un concepto acuñado por los psicólogos Donald Horton y Richard Wohl en 1956.
Tal y como recogía Science of Us, estos psicólogos hablaban de cómo los medios de comunicación crean (creamos, vaya) “la ilusión de una relación cara a cara con el artista. Las personas más remotas e ilustres se ven como si estuvieran en nuestro círculo de amigos". Lo mismo ocurre con los personajes de ficción de novelas, series y películas.
Estas relaciones, además, evolucionan con el tiempo, como recuerda Judith Horstman en The Scientific American Book of Love, Sex and The Brain: “Nos implicamos en sus vidas personales, idiosincrasias y experiencias del mismo modo que si estuviéramos pasando tiempo con un amigo”. Por ejemplo, justo cuando habíamos perdonado a Pitt que fuera infiel a Aniston, se publican rumores de que le hizo lo mismo a Jolie y ya no sabemos qué pensar.
De hecho y hablando de divorcios, también se habla de “rupturas parasociales”: un estudio citado por Science of Us muestra que hay gente que lo pasa tan mal cuando sus personajes favoritos dejan de aparecer en antena como ante el fin de una amistad real.
Y sí, esta relación es en gran medida ilusoria, pero sus efectos son reales. Susan D. Boon y Christine D. Lomore, de la Universidad de Calgary, explicaban en un estudio que estas relaciones son significativas para quienes las viven y que estas figuras mediáticas “sirven como un modelo eficaz cuyas palabras y acciones pueden promover cambios en las actitudes, valores, comportamiento”.
Es más, ver una serie de televisión puede ayudar a mitigar la soledad y a protegernos ante los sentimientos de rechazo provocados por problemas con amigos, familiares o nuestra pareja, según se explica en Scientific American.
Además y según recoge un trabajo de Brian Spitzberg y William Cupach, estos procesos de “interacciones y escenarios fantasiosos” ayudan a los adolescentes a formar su identidad. Este trabajo recoge que cuanto más tiempo se invierte en las interacciones parasociales, “más se intensifican las percepciones de que existe una conexión especial o intimidad”.
Además de eso, hay que mencionar las implicaciones sociales que tiene el mero cotilleo. Comentar la vida privada de famosos no es especialmente encomiable, pero sí que nos puede servir para compararnos a nosotros mismos con las personas acerca de las que hablamos. También nos dice "algo sobre el mundo en el que vivimos, los estándares que usamos para realizar ciertos juicios" y ayudarnos "a entender qué podemos esperar en diferentes situaciones", según nos explicaba Elena Martinescu, de la Universidad de Groninga. Por ejemplo, The Atlantic ha aprovechado para recordar que muchos medios han culpado a Jolie del divorcio o, en todo caso, a otras mujeres (Marion Cotillard y Gwyneth Paltrow).
Yo conectándome y ciendo que #brangelina se divorcian.
La ecografía del hijo de Piqué
El fenómeno no es nuevo, ni mucho menos, pero las redes sociales ayudan a reforzarlo. Por ejemplo, la relación entre admirador e ídolo ya no es tan unidireccional como antes: de vez en cuando, los famosos contestan a sus fans e incluso hay quienes se molestan cuando no lo hacen.
También han cambiado los contenidos que nos llegan de ellos. No solo se trata de fiestas en yates y bodas en islas remotas, sino que envían fotos y vídeos desde sus casas, ayudando a dar una impresión ilusoria de intimidad. Dos ejemplos: hemos visto a Kim Kardashian en el cuarto de baño y una ecografía del hijo de Piqué y Shakira.
Además, en redes podemos encontrar fácilmente a gente que comparte esta admiración por personas más o menos conocidas, y conversar con ellos acerca de sus OTP (One True Pairing, tu pareja favorita del mundo) o shippear (recrearse en la implicación emocional con una pareja célebre o ficticia), conceptos de los que hablamos en referencia a Bisbal y Chenoa, los Pitt y Jolie (o tal vez los Pitt y Aniston) españoles.
Nuestra relación con la fama también ha cambiado. Estas fotos de Instagram tienen en nuestro móvil la misma presencia que las fotos de vacaciones de nuestro primo. No solo eso: nuestro primo puede tener miles de seguidores. Como recuerda en Pacific Standard Stephen Duncombe, profesor en la Universidad de Nueva York, las redes nos dan a todos cierta notoriedad: “A medida que nos convertimos en minicelebridades, nos podemos imaginar más fácilmente que todos podemos convertirnos en celebridades reales”. Y en tal caso, ¿por qué no iba Obama a responder a mis tuits?
Es decir, en mayor o menor medida, no es raro que la mayoría de nosotros hayamos tenido una reacción emocional ante el anuncio de divorcio de Pitt y Jolie, ya fuera una ligera decepción o un desconsuelo sincero, o quizás, claro, una decepción irónica o un desconsuelo fingido. En todo caso y viendo todas estas respuestas, cabe preguntarse qué podría haber pasado ayer en Twitter en caso de que Brad Pitt y Angelina Jolie tuviesen cuentas en la red social.