A pesar de su pasión por la prensa viejuna, Javier Ochagavía no trabaja en una hemeroteca, sino que es administrativo. Aun así, dedica horas cada semana a curiosear entre la colección de revistas y periódicos que almacena en su casa, con alguna concesión a las hemerotecas digitales, para luego compartir sus hallazgos más sorprendentes en Twitter.
Ochagavía, de 37 años, lleva 20 coleccionando publicaciones, aunque confiesa ser "un desastre. No tengo catalogadas las revistas y periódicos que atesoro" y que compra "en tiendas de segunda mano (físicas y virtuales". Sí se atreve a dar un número aproximado de ejemplares en su posesión: "Tendré unos 900 periódicos y un número considerablemente mayor de revistas".
Comenzó a publicar sus recortes hace aproximadamente un año: “Ni siquiera pensé que podía interesar lo que hago -cuenta a Verne por correo electrónico-, porque consideraba que Twitter era poco más que una competición de gente soltando chistes sobre temas de actualidad. Evidentemente era una percepción erronea o incompleta, pero ese era mi prejuicio”.
Ochagavía asegura sentir predilección por los pequeños sucesos sorprendentes, “a poder ser, historias divertidas que funcionen como narraciones”, además de “artefactos curiosos o ilustraciones”.
Entre los medios que le proporcionan más material, Ochagavía destaca las revistas del corazón y las publicaciones de sucesos, como El Caso y Por qué. En su opinión, la revista "Pronto contaba con portadas bestiales, pero no conseguía mantener el nivel a medida que te adentrabas en la revista. Cabeceras como Diez Minutos o Sal y Pimienta sí que daban algo más de juego". Como ejemplo, aquí tenemos dos recortes de Diez Minutos.
Ochagavía ve diferencias entre la prensa actual y la clásica. En algunas cosas hemos mejorado: “En la prensa actual se pueden encontrar reportajes sobre política, ciencia y tecnología con más profundidad y erudición que en el pasado. El diseño y maquetación también ha mejorado”.
Pero no todo es bueno: “Es posible que las nuevas tecnologías hayan afectado (a peor) a nuestra capacidad de lenguaje". También opina que nos mostramos "reacios a superar ciertos límites a la hora de expresar nuestra opinión”. Se refiere a la corrección política, pero -aclara- cuando funciona como “mecanismo de autocensura” y no cuando no se trata más que de una “excusa para dar rienda suelta a unas ideas cavernarias, socialmente retrógradas y generalmente cómplices con el poder establecido”.
En cuanto a las noticias falsas de las que tanto se habla ahora, algunos de los titulares de hace décadas que comparte Ochagavía también resultan sospechosos: “Me imagino que tras algunas de estas noticias, se escondía un suceso más o menos trivial, y que entonces el redactor de turno iba modelando la historia a su conveniencia para vender más periódicos o por complacer a su editor. Aunque me temo que esta práctica no sea exclusiva de aquella época”. El principal inconveniente de entonces era que el lector no podía recurrir a internet “para contrastar lo que le contaban”.
Su selección también hace que la prensa de hace 40 o 50 años parezca más divertida que la actual, pero Ochagavía recuerda que hay mucha labor de selección y que tampoco podemos olvidar que “muchas de las noticias que se publicaban en los medios versaba sobre Franco asistiendo a la inauguración de una granja avícola o exhortaciones a la fe del obispo correspondiente, por ejemplo”. Es decir, “es probable que la gente tuviese una actitud más vitalista frente a la vida, pero esto en parte respondía a un mecanismo de defensa frente a una existencia precaria y un entorno hostil”.
Aunque insiste en que “no me gusta idealizar ninguna época en concreto”, sí cuenta cuáles son las décadas que más le llaman la atención: “Por las revoluciones musicales, culturales y sociales que se produjeron, la década de los 60 me parece la más interesante. Pero también me fascina los años 30 de la Segunda República o los complicados años de la posguerra española. Y últimamente capta poderosamente mi atención los años 70, como un enlace perdido entre el vitalismo hedonista de la decada sixties y la generación plastificada de los 80”.
Le cuesta mucho escoger recortes favoritos, pero uno de los “más entrañables, por decirlo de alguna forma, ha sido la noticia que hablaba de una redada en un piso hippie en Bilbao, que por cierto fue la que logró más repercusión en mi cuenta de Twitter”. Y añade: “Lo de ‘practicaban las relaciones prematrimoniales’ es impagable”.
Este sobre una demanda colectiva de paternidad presentada por un millar de suecas en 1991 es otro de los recortes más retuiteados. “El diario Claro fue un intento fallido, a principios de los años 90, de importar la fórmula de los tabloides ingleses sensacionalistas -explica Arriaga-. En una tienda de segunda mano, encontré la colección completa de este proyecto que tuvo un recorrido muy breve, apenas un año. Esta crónica apareció reseñada en otros medios ‘más serios’, pero el tono amarillista de Claro ofrecía, sin duda, unos titulares más jugosos”. EL PAÍS le dedicó un breve al asunto, mucho más sobrio y con información de la agencia EFE.
Este otro titular “procede de La Hoja del Lunes -un conjunto de diarios provinciales que se publicaron entre 1925 y 1982-. Incluso si obviamos el contenido de la noticia, el titular tiene la suficiente entidad para sugerir mil historias diferentes”. En Verne destacamos el detalle (muy peliculero) de que al cura le salvara la vida su "gruesa cartera".
Esta viñeta procede de Hermano Lobo, pero “venía sin acreditar. Aunque lo más probable es que fuese obra de Chumy Chúmez o Gila, que jugando con ilustraciones de época solían realizar cosas tan deliciosas como esta”.
En ocasiones, encontramos en su cuenta titulares que nos llaman la atención por cómo han cambiado las sensibilidades, en este caso a mejor. Esta noticia de hace casi 30 años "apareció en el diario Madrid, una cabecera que, por otra parte, tuvo bastantes encontronazos con el régimen franquista”.
“Si la memoria no me falla, esta ‘jerga de la basca’ apareció en el diario Mediterráneo en 1984. Es curioso comprobar como ciertas expresiones perviven en nuestro acervo actual y otras han quedado olvidadas y desterradas”.