Libros para que te explote la cabeza

De Epicuro a la inteligencia artificial: 13 recomendaciones filosóficas

[Este artículo pertenece a La Carta de Verne, nuestra newsletter que llega todos los domingos. Si quieres empezar a recibirla, apúntate aquí]. Como todos ya deberíais saber, este viernes hemos arrancado en Verne una serie titulada ¿Filosofía inútil?, en la que hablaremos de ética, de política, de felicidad, de identidad personal y, ya puestos, del universo.

Hemos pensado que en la carta de esta semana podíamos recomendar unos cuantos libros de filosofía. La lista es, por supuesto, parcial y muy subjetiva. No están los grandes clasicazos. Obviamente, hay que leer a Platón, a Spinoza y a Kant. Pero a esos ya los conocéis. En esta pequeñísima muestra hay libros que son útiles para acercarse a la filosofía y otros que muestran lo que este estudio puede aportar a la cultura contemporánea. También hay algún otro que, simplemente, me gusta mucho.

Historia de la filosofía occidental, de Bertrand Russell. Son más de mil páginas, pero Russell, premio Nobel de Literatura en 1950, escribe más que bien y la lectura es agradecida incluso cuando habla de los autores más difíciles. De Russell merece la pena leer casi cualquier cosa, pero yo le tengo especial cariño a Elogio de la ociosidad, donde propone trabajar menos y dedicar más tiempo a lo que de verdad nos gusta, como la ciencia, el arte, la literatura o, simplemente, el ocio.

El atizador de Wittgenstein, de David Edmonds y John A. Eidinow. En 1946, Karl Popper fue invitado por la Universidad de Oxford a dar una charla sobre si existen o no los problemas filosóficos. Wittgenstein se mostró nervioso durante toda la conferencia, jugueteando con el atizador del fuego de la chimenea que había en la sala. Surgió el tema de la ética y Wittgenstein retó a Popper a que pusiera un ejemplo de principio moral. Popper respondió: “No amenazar con un atizador a los profesores visitantes”, tras lo cual Wittgenstein arrojó el instrumento y se marchó. Esta es la versión de Popper, claro. Edmonds y Eidinow repasan en un libro que se lee como un reportaje las distintas versiones de la historia, que no está nada clara, aprovechando para hablar de la filosofía de la primera mitad del siglo XX. Por cierto, Edmonds es también coautor de Philosophy Bites, un podcast sobre filosofía.

Yo voy con Wittgenstein, por cierto. Además del Tractatus Logico-Philosophicus, hay que leer las Investigaciones filosóficas, que es (casi) una refutación (parcial) de su primer libro. Incluso en la forma: el Tractatus es un texto muy estructurado y esquematizado, pero las Investigaciones son una serie de apuntes en apariencia dispersos en los que tiene tiempo incluso de detenerse en ilusiones ópticas. Por cierto, hay gifs de Wittgenstein. No tenía ni idea.

Filosofía inacabada, de Marina Garcés. El libro se divide en dos partes: en la primera explica por qué es importante la filosofía y por qué hemos de continuar con su labor. Y en la segunda repasa las ideas de algunos de los filósofos más destacados del siglo XX, que en su opinión siguen marcando nuestras ideas.

Elogio de la duda, de Victoria Camps. En este libro, la filósofa barcelonesa critica el dogmatismo y el clásico "o conmigo o contra mí". Defiende el pensamiento crítico y explica que la duda es una herramienta básica para evitar tanto la apatía como el fanatismo: “El objetivo del filósofo no era permanecer en la duda, sino que la duda le ayudara a razonar bien”, escribe.

Historia de la ética, Alasdair MacIntyre. Camps también firma una Breve historia de la ética, en cuyo prólogo admite ser deudora de este libro de MacIntyre, autor de Tras la virtud. MacIntyre repasa las ideas de la filosofía occidental sobre la ética, ofreciendo además su propio análisis. Para el filósofo, no podemos desligar la ética del contexto social en el que se desarrolla.

Justicia: ¿hacemos lo que debemos?, de Michael J. Sandel. Este libro recoge parte del contenido de las clases que da en la Universidad de Harvard. Sandel repasa las ideas del utilitarismo, de Platón, de Rawls y de Kant, entre otros autores y corrientes. De un modo similar a MacIntyre, este autor concluye recordando la importancia de las comunidades en las que vivimos, ya que nuestros valores e ideas no viven al margen de ellas. Por ejemplo, recuerda que, por una cuestión de mero azar, hemos nacido en un país y en una época concretas. Ni siquiera nuestra inteligencia y nuestro esfuerzo están al margen del azar, ya que vienen en gran medida determinados por la genética. ¿No significa esto que debemos ayudar a quienes no han tenido tanta suerte?

Ética práctica, de Peter Singer. El libro de Singer -a quien hemos entrevistado para la serie para un texto que publicaremos en unas semanas- fue muy polémico cuando se publicó (en 1980), ya que avanzaba ideas sobre derechos animales y a favor de la eutanasia que incluso hoy en día cuesta admitir. También recuerda que tenemos la responsabilidad de ayudar a quienes viven en pobreza extrema. En su opinión, la caridad no es una opción, sino una obligación.

Razones y personas, de Derek Parfit. El neurocientífico Sam Harris ha dicho de este libro que parecía escrito por una inteligencia alienígena. Parfit, que murió el 1 de enero de 2017, propone experimentos contraintuitivos que hacen que nos replanteemos muchas ideas que damos por sentadas, con el objetivo de que reevaluemos nuestras opciones éticas. El New Yorker le dedicó un perfil magnífico a Parfit en 2011, con motivo de la publicación de su segundo libro, On What Matters.

Buf, cuánto libro. Hagamos una pausa y recordemos el partido de filósofos de Monty Python.

Superinteligencia, de Nick Bostrom. Los peligros de la inteligencia artificial, vistos por un filósofo. Es un ejemplo estupendo de lo que puede aportar la filosofía: el libro no solo está documentadísimo y supone una magnífica exposición del tema, sino que Bostrom lo examina desde todos los ángulos posibles, dejando al descubierto todas las implicaciones, posibilidades y riesgos que pueden haber pasado inadvertidos. También propone cómo podemos evitar los resultados más negativos, como que los robots conquisten el mundo y nos aniquilen (no son sus palabras exactas). Pero, claro, si nadie lee a los filósofos, ya me dirás tú qué hacemos.

El aroma del tiempo, de Byung-Chul Han. Podría recomendar cualquiera de los títulos de este autor alemán nacido en Seúl: sus libros cortos parecen capítulos de un mismo volumen en los que reflexiona sobre nuestra relación con la tecnología. En este sostiene (creo que acertadamente) que internet y las redes sociales no aceleran el tiempo, sino que lo atomizan: nos llevan a vivir continuamente en el presente. (Sí, Douglas Rushkoff sostiene ideas similares en Present Shock).

Teoría y práctica, de Immanuel Kant. Este libro va bien para perderle el miedo a Kant. Su ética exige que cada una de nuestras acciones pueda convertirse en una norma universal y sin excepciones. En su opinión, ni siquiera está bien mentir para salvar la vida de un amigo. Por este motivo, Kant se enfrentó a una frase hecha que todos hemos oído alguna vez: “Eso está bien en teoría, pero no en la práctica”. Kant escribe en este pequeño ensayo que esto no tiene ninguna lógica: si una teoría es correcta, debe poder aplicarse sin problemas; y si no funciona, la teoría está mal.

Obras completas, Epicuro. Tranquilos todos: las obras completas de Epicuro apenas cubren un centenar de páginas. Sé que he dicho que no mencionaría a los grandes clásicos, porque entonces hay que citar todo Platón, que es quien sienta las bases de todos los temas filosóficos de los que seguimos hablando, pero quiero hacer una excepción con Epicuro (y luego otra con Montaigne, ya aviso).

Las ideas de Epicuro se contraponen al estoicismo, que tiene mejor fama tras la adopción de sus ideas por el cristianismo y ahora por Silicon Valley (en serio). Los estoicos intentaban lograr la ausencia de dolor, pero los epicúreos preferían apostar por los placeres y la felicidad. Sin embargo, Epicuro no proponía una orgía continua, como a veces se cree, sino que apuesta por la moderación, por evitar la fama y el poder, e incluso por la abstinencia sexual (no hace falta seguirle al pie de la letra). Epicuro da especial valor a la amistad y considera que los dioses están aislados de los hombres y, por tanto, no debemos temerlos ni a ellos ni a la muerte.

Qué fácil es hablar, Epicuro.

Por cierto, hay al menos una idea de Epicuro que se difunde en forma de meme. Os lo incluyo, a pesar de que está escrito con comic sans.

Ensayos, de Montaigne. No puedo admirar más a alguien que cumplió 38 años, en 1571, abandonó sus cargos públicos y obligaciones y se retiró a su castillo a leer y a escribir. Todos deberíamos jubilarnos antes de los 40. Fruto de esta labor de introspección nacen sus ensayos, un género literario cuyo nombre le debemos. Aquí no hay método filosófico ni más estructura que su curiosidad, su escepticismo amable y su experiencia. Montaigne no habla del ser humano en general, sino de sí mismo, y por eso habla más sobre nosotros que ningún otro filósofo anterior. Y que muchos posteriores.

Selección del contenido y redacción de la carta: Jaime Rubio Hancock @jaimerubio