Las bicicletas son cada vez más ligeras y sofisticadas, y su uso está cada vez más extendido: no se trata solo de un juguete para niños o de un vehículo deportivo, sino que muchas ciudades tienen sistemas públicos de alquiler por horas y carriles bici para fomentar su uso. Sin embargo, hubo un tiempo en el que no era tan fácil verlas por las ciudades e incluso estuvieron consideradas como una novedad tecnológica pasajera. Aprovechamos que este miércoles es el Día Mundial de la Bicicleta y que además hace 200 años del primer modelo para repasar cómo era ir en bicicleta hace más de un siglo.
La bicicleta del barón alemán Karl von Drais, de 1817, está considerada como la pionera. La llamó “máquina corredora” (laufmaschine en alemán) y la prensa la llamó Draisine o velocípedo. Estaba construida en madera y funcionaba empujándose con los pies. El objetivo de Von Drais era ofrecer un medio de transporte más barato y fácil de mantener que los caballos. Ganó cierta notoriedad, hasta el punto de que el poeta John Keats habló de este invento como de “la nada del momento”, según recoge The New York Times.
Se atribuye la invención de la bicicleta a pedales al herrero escocés Kirkpatrick MacMillan, en 1839, aunque quien empezó a fabricar su modelo fue el inglés Thomas McCall en 1869. Algunos historiadores dudan de que esta invención se pueda atribuir a MacMillan: no quedan ni diseños ni modelos anteriores a la década de los 60.
En los años 60 se popularizó el modelo vendido como velocípedo, pero llamado bone shaker (agitahuesos), por lo que ocurría cuando se llevaba por calles empedradas. El pedal iba en la rueda delantera. Aunque es posible que hubiera modelos anteriores, el fabricante de carritos para bebés Pierre Lallement fue el primero en patentar la bicicleta a pedales.
En 1870 comienza a fabricarse la bicicleta de rueda alta, siendo uno de los modelos más conocidos (y caros) la Ariel, de James Starley. Aunque ahora resulte extraño, estas bicicletas eran más cómodas que sus predecesoras, pero su popularidad fue limitada porque, según la web Ibike, “necesitaban un acróbata”. Se trata de la primera bicicleta fabricada totalmente en metal, gracias a los avances de la metalurgia a la hora de fabricar piezas ligeras y pequeñas. Las ruedas eran cada vez eran grandes porque así se avanzaba más con cada pedalada. De hecho, algunos modelos llegaban a los 40 kilómetros por hora. Como la seguridad era un problema, también se fabricaron modelos con tres o cuatro ruedas.
A partir de la década de 1880 surgen las llamadas “bicicletas de seguridad”, precisamente para ahondar en el riesgo de caídas de los modelos anteriores. La primera es la Rover, obra del ingeniero J. K. Starkley. Son bicis ya muy parecidas a los actuales, con dos ruedas del mismo tamaño y el cuadro en forma de diamante. En 1888 John Dunlop inventó además las ruedas neumáticas, haciendo más cómodos los trayectos. Y en 1889, el estadounidense Isaac R. Johnson patenta una primera bicicleta plegable. A partir de la década de los 90, las bicicletas comienzan a producirse en masa. Y las mujeres no solo comienzan a usarlas cada vez más, sino que, como recordaba Smoda, se convirtieron “en todo un símbolo de libertad para el sector femenino y muchas veces estuvo asociada a movimientos sufragistas”.
Los automóviles comienzan a extenderse a partir de los años 20 y los fabricantes de bicicletas se fijan en un nuevo público: los niños. Los diseños, explica Ibike, eran cada vez más ostentosos y llamativos, incluyendo en la década de los 50 elementos de diseño que recordaban a aviones y a cohetes.