La primavera llegó y con ella las flores, la Semana Santa y la declaración anual de impuestos. Seguro tu estómago se hizo nudo cuando leíste la última parte. No te culpamos, el proceso puede ser abrumador o hasta terrorífico, dependiendo de qué tan ordenada o desordenada esté tu situación fiscal. El Servicio de Administración Tributaria (SAT) ha lanzado una nueva web para realizar el trámite que promete ser mucho más amigable que sus sistemas anteriores. Pero aún guardas las cicatrices de tus recorridos pasados por el sinuoso mundo fiscal. Los siguientes nueve desafíos son difíciles de olvidar.
1. Encontrar tu firma electrónica y/o contraseña. Son las claves esenciales para hacer tu declaración, pero nunca las guardaste en alguna carpeta especial en tu computadora. Podrían estar entre el mar de archivos que tienes en Mis Documentos o en ese USB que le prestaste a tu ex (cuando no era tu ex) para guardar el borrador de su tesis. Pasas horas buscando los dos archivos o alguna pista que refresque tu memoria sobre su ubicación. Te niegas a aceptar lo inevitable: tendrás que ir a alguna oficina del SAT para solicitarlos.
2. Escuchar de tu contador la cantidad que debes pagar. Quedas con tu contador para tomarse un café en algún Sanborn’s, Vips o el restaurante/franquicia que queda más cerca de tu chamba. Al principio la situación es tranquila, casi agradable. Platican del clima, del tráfico o del último chisme sobre la herencia de Juan Gabriel. Pero tu contador no se reunió contigo para cuchichear, sino para darte esa noticia aterradora: el total que deberás entregarle al SAT. La cifra siempre es mucho mayor a lo que esperabas. Tu corazón se hunde, tus ojos se humedecen y tienes ganas de gritar. El contador sonríe, pero no puede ocultar su lástima.
3. Juntar todo el papeleo requerido: Uno de tus propósitos de año nuevo era ser más organizado, pero para mediados de febrero, eso quedó en el olvido. Ni siquiera recuerdas dónde dejaste tu lista de propósitos, ya ni hablemos de todas las facturas y constancias que necesitas para rendir tu declaración. Buscas entre menús del sushi y las pizzas, tickets del Oxxo, volantes de publicidad de masajes, hasta que al fin encuentras ese recibo de honorarios, roto y con salpicaduras de café. Estás tan orgulloso de tu hallazgo que ni siquiera notas la cara de pena ajena de tu contador cuando se lo entregas.
4. Recorrer el laberinto de la web del SAT: Si eres de esos que rinde su declaración sin la asesoría de un contador, eres un verdadero forajido. No es nada fácil navegar por las tripas digitales de la oficina fiscal. El lenguaje de la web no es el más amigable y nunca sabrás a dónde te llevarán sus muchos links. Este año, el SAT ha prometido hacer su sistema de declaraciones mucho más amigable, pero su página de bienvenida todavía es un poco abrumadora. Solo los valientes se atreven a dar el primer clic.
5. Llegar al interior de una oficina del SAT: “Acuda a una oficina del SAT”, es la frase más temida y te la han dicho a ti en la línea de asistencia. Lo primero que encuentras al llegar es una fila de personas igual de desamparadas que rodea el edificio. Enfrentas un complicado dilema: te unes a esa fila bajo el riesgo de que sea para un trámite completamente distinto del tuyo o vas a la entrada a preguntar, pero eso significa perder tu lugar en la fila. No importa la opción que elijas, tendrás que formarte y esperar. Cuando te manden llamar a una ventanilla sentirás una combinación de alegría por ti mismo y lástima por el resto de los contribuyentes que dejas atrás.
6. Hallar al sabio de las ventanillas que se apiade de tu alma: El mundo del fisco es complicado, lleno de términos y procesos incomprensibles. No será fácil encontrar una cara amigable en la oficina del SAT que te guíe durante tu odisea, pero es posible. Si las estrellas se alinean, las mariposas monarcas revolotean en cierto lugar del bosque y tu rostro muestra suficiente desesperanza, podrías correr con la suerte de encontrar al sabio de las ventanillas. Esa mujer u hombre no solo es súper amable, también te ayuda a resolver todas tus broncas fiscales y te devolverá la paz mental.
7. Pagar a tu contador: Te ha acompañado en esta peligrosa odisea, merece una retribución. El cobro será sutil, claro: “Oiga, aquí le dejo mi número de cuenta, hay un Bancomer aquí a dos cuadras”. Después de todo lo que tuviste que pagar en impuestos, más los gastos de renta y ese préstamo que le hiciste a tu compa, tus ingresos son muy limitados. Ni modo, tendrás que endeudarte aún más. Sabes que no hubieras podido sobrevivir sin ella o él.
8. Ahorrar lo que obtienes del deducible: Si la suerte está de tu lado, el SAT podría devolverte dinero. Ver ese depósito en tu estado de cuenta te provocará un estado inmediato de éxtasis y euforia. Ten cuidado, te invadirá un deseo incontenible por festejar en una o varias cantinas y comprarte esos zapatos de brillitos que valen la mitad de tu salario. Si te rindes ante cada tentación pronto te quedarás sin el deducible y probablemente más endeudado. Canaliza a tu Spock interno y usa la cabeza. ¡Ahorra!