Llevo 17 años trabajando como modelo de tallas grandes. Y casi todos los días tengo que escuchar algún comentario relacionado con mi físico:
-¿Y no has pensado en adelgazar?
-Con lo guapa que es, ¡qué pena que esté gorda!
-Está gorda y mira qué bien lo lleva.
O cuando voy a un cásting o a un desfile, tengo que aguantar malentendidos:
-¿Vienes de acompañante?
-¿Y tú quién eres? ¿La maquilladora?
He escuchado comentarios así desde que era una niña. Uno de mis primeros recuerdos al respecto se remonta a mis 12 años, cuando visité una tienda de ropa con mi madre en Gijón. Una dependienta nos dijo: "Si buscan ropa para ella, será mejor que vayan a la sección de señoras".
En aquella ocasión, tuve que conformarme con un horrendo traje de chaqueta granate, mientras que mi hermana, más delgada, sí que podía escoger un vestuario acorde con nuestra edad.
La moda, a mi juicio, es una extensión de nuestra personalidad, una forma de expresarnos. Sin embargo, las personas "curvis", cuando vamos de compras, nos encontramos con un abanico de expresión mucho más reducido: colores oscuros, prendas que ocultan las rodillas y los brazos... Esto se debe a uno de los tópicos sobre las personas "gordas": que preferimos ocultarnos.
Y el resultado es que si quieres encontrar algo distinto, una prenda que manifieste que estamos a gusto con nuestro cuerpo, tienes que pasarte horas y horas buscándola. Yo, debido a que trabajo en el mundo de la moda, puedo permitírmelo. Pero la gente que no puede dedicar tanto tiempo a buscar ropa, seguramente vuelva a casa frustrada.
Si a los 12 años me enseñaron a percibir mi constitución física como un problema, imaginad durante los años siguientes. Muchos fines de semana me quedaba en casa porque no quería pasar por el suplicio de ir con mis amigas a las tiendas de ropa.
Las chicas que atraviesan una situación así, a menudo, me escriben por las redes sociales. Una de ellas me contó que, después de leer una entrevista que me habían hecho, se había atrevido a ponerse por primera vez un bañador delante de sus amigas.
Otra chica me explicó que había tardado años en comerse una hamburguesa con sus amigas. Hasta entonces, salía de la hamburguesería con ella en el bolso, con el pretexto de que ya se la comería luego en casa. Pero la tiraba en la primera papelera con la que se cruzaba.
Estas chicas me dicen que mi historia les ha inspirado. Mi historia es la de una chica que, a los 17 años, viendo un catálogo de Mango, decidió que, a pesar de todo, quería ser modelo. ¿Por qué no?
"Eres guapa, pero no tienes su cuerpo, míralas qué delgadas", me dijo mi hermana cuando le hablé de mi sueño.
Aunque sin mala voluntad, a veces no encontramos el respaldo necesario dentro de la familia. Recuerdo a mi madre y a mi abuela diciendo: "Si estás gorda, ¿cómo esperas encontrar la ropa que quieres?".
Durante una época trabajé en una tienda, y recuerdo a una madre que, con su hija al lado, me dijo: "Con el tipo que yo tengo, y mírala a ella". Deberíamos cuidar más los comentarios que dedicamos a nuestros hijos.
Años después de haber ojeado aquel catálogo de Mango llegó mi oportunidad. Escuché en el telediario que una agencia de Barcelona buscaba modelos de "tallas grandes".
En aquella época era más común hablar de "tallas grandes". Ahora, sin embargo, se habla de "curvis". Pero aún sueño con que llegue el día en que no hagamos distinciones, en el que mi única etiqueta sea solo "modelo", en el que todas formemos parte de un enorme, diverso y mismo desfile.
En los escaparates ocurre algo parecido: ¿por qué solo hay maniquíes de la talla XS? Yo no logro entenderlo, porque con ello estamos haciendo que una parte de la población -mayoritaria- se sienta excluida.
A la antigua usanza -era 1999-, llamé por teléfono a Televisión Española para que le pasaran mi contacto a la agencia que buscaba modelos. Tenía unos 20 años y nunca antes había viajado en tren. Barcelona se me hizo enorme y yo me encontraba sola.
Pero las cosas salieron bien y me eligieron en aquel cásting junto a otras cuatro chicas. El cásting estaba respaldado por el gobierno catalán, que quería formar a modelos de tallas grandes para combatir la anorexia y la bulimia, por lo que también me pagaron los estudios en la Escuela Europea de Modelos.
Aunque a primera vista suene como un cuento de hadas, aquellos inicios en Barcelona no fueron sencillos. En la agencia, pese a que me habían dicho que me ayudarían a establecerme, se olvidaron de mí. Como los trabajos de modelo salían de uvas a peras, incluso tuve que pasar tres noches durmiendo en las estaciones de autobuses.
Pero a lo largo de mi vida me he encontrado con personas maravillosas. El conserje de la Casa de Asturias me trató como a su nieta. Una profesora de la escuela de modelos, por su parte, financió mi primer book profesional.
Con mucho esfuerzo y gente así, he logrado hacerme aquel hueco que soñaba en el mundo de la moda, aunque sin el respaldo de las grandes agencias. Siempre he tenido que representarme a mí misma, y he combinado etapas buenas de trabajo con otras no tan buenas, en las que he tenido que he combinado el modelaje con el trabajo en tiendas.
En todo este tiempo, he podido hablar cara a cara con muchos diseñadores. "¿Es que no veis que la industria le está haciendo daño a muchas chicas?". Algunos me han mostrado su apoyo, pero han sido minoría.
Hay diseñadores que han oteado la oportunidad negocio y han sacado líneas para mujeres "curvi". Sí, las han sacado, pero utilizando en sus campañas a modelos de tallas pequeñas. De la misma manera en que se escogen a modelos sin celulitis para promocionar cremas anticelulíticas, o se escogen a mujeres de 50 años para promocionar cremas antiedad.
Otros, directamente, me han reconocido que sería "aberrante" diseñar pensando en tallas grandes.
O me han dicho que "la curva distorsiona la prenda", y que prefieren no molestarse.
Lamentablemente, aunque en los medios y en la publicidad cada vez se hable más de la mujer real, las cosas aún no han cambiado tan deprisa en el mundo de la moda. Y tampoco en la sociedad.
Del mismo modo en que recibo comentarios agradecidos por redes sociales, como los de las chicas que mencionaba antes, también tengo que enfrentarme a muchos insultos.
"Zampabollos", me han llamado alguna vez por internet. Estos ataques se mulltiplicaron cuando salí como portada en Interviú. Es curioso: en mis inicios como modelo, contacté con ellos para salir en su portada, y me dijeron que nunca pondrían a una "gorda" en su portada. Quince años después me enteré que buscaban a una modelo "curvi", me propuse y acabé siendo la elegida. Y a mucha gente pareció molestarle que pisara un terreno que no me correspondía.
Pero, por suerte, en todo este tiempo he aprendido a lidiar con los comentarios negativos. Ahora difundo los comentarios negativos que me dedican y mis seguidores se los recriminan a sus autores. Al final, al verse expuestos, normalmente los acaban borrando. Pero el problema sigue ahí: el impulso de hacer daño sin razón a nuestros semejantes.
A veces, esta hostilidad hacia la gordura se justifica apelando a la salud. Pero estoy cansada de escucharlo e incluso he llevado mis análisis de sangre a un programa de televisión para que vean que no tengo ningún problema.
Mientras, muchas modelos, cuando dejan el oficio, reconocen que atravesaron problemas de salud y trastornos alimenticios para mantenerse delgadas y complacer a los diseñadores. Pero claro, también cuentan que sus épocas con más trabajo solían coincidir con sus momentos de extrema delgadez.
Otro de los tópicos contra las personas "gordas" es que se pasan el día en el sofá y que comen más de lo debido. Y, desde luego, no es mi caso, ni el de muchas otras chicas. En lo personal, sigo una dieta estricta, ya que, por cuestiones laborales, debo mantener mis medidas estables en 105-85-112. Y, para ello, también hago mucho ejercicio.
Me siento a gusto con mi talla 44 y eso no lo van a cambiar unos cuantos comentarios. Aunque hay mucha gente a la que le sigue afectando y no deberíamos permitirlo. Antes, acudía a los cástings deseando satisfacer a los demás. Ahora, a mis 38 años, solo quiero que mis trabajos me satisfagan.
He pasado muchos años de mi vida pensando en que yo hacía algo mal. Ahora sé que entonces estaba equivocada. Es la industria de la moda la que debería replantearse sus razones para empujarnos a que nos sintamos mal con nosotros mismos y nuestros cuerpos.
Y si alguna chica quiere abrirse hueco en el mundo de la moda, yo le diría que no se rinda, que crea en sí misma. Porque, a mi juicio, la suerte no existe. Las cosas se consiguen luchando. Yo, ahora, estoy muy agradecida a toda la gente que me cerró las puertas, porque me hicieron más fuerte. Y, por supuesto, estaré por siempre agradecida a quienes me apoyaron.
Texto redactado por Álvaro Llorca a partir de entrevistas con Eva María Pérez Llano.